La agresión confirmó al mundo las intenciones del Gobierno de esa potencia respecto a la naciente Revolución, emprendida el 1 de enero de 1959 tras la derrota del régimen dictatorial de Fulgencio Batista (1952-1959).
El 17 de abril de 1961, alrededor de mil 500 hombres reclutados, entrenados y financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desembarcaron por la Ciénaga de Zapata, una de las regiones más aisladas de Cuba, como parte de la Operación Pluto, aprobada por el presidente Dwight D. Eisenhower el año precedente.
Un día antes de la agresión, en el sepelio de las víctimas de los bombardeos contra varios aeropuertos cubanos, el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, proclamó el carácter socialista del proceso y llamó al pueblo al combate contra la inminente embestida armada.
La respuesta de la población, organizada en las Milicias Nacionales Revolucionarias, junto a fuerzas del Ejército Rebelde y la Policía Nacional Revolucionaria fue inmediata, y en menos de 72 horas propinó una derrota humillante a los invasores.
Se frustró así el propósito enemigo de ganar una “cabeza de playa”, instaurar un gobierno provisional (ya nombrado en Estados Unidos) y justificar una intervención militar directa de esa potencia norteña para derrocar al gobierno cubano.
Como resultado de los cruentos combates y bombardeos de los B-26 estadounidenses, lanzados contra la isla, se reportaron más de 150 muertos y cientos de heridos, entre civiles y militares.
Las fuerzas revolucionarias hicieron unos mil 200 prisioneros, la mayoría exiliados connacionales, y el 24 de abril de 1961 el presidente estadounidense, John F. Kennedy (1961-1963), se vio obligado a reconocer la implicación de su Gobierno en los hechos. Tras ese fracaso, los gobernantes de Estados Unidos diseñaron nuevas estrategias para terminar con la joven Revolución triunfante a 90 millas de sus costas.
El 30 de noviembre de 1961 Kennedy aprobó la Operación Mangosta, el plan subversivo más grande orquestado contra Cuba, que incluyó unas cinco mil acciones de sabotaje y actos terroristas perpetrados en menos de 10 meses.
Las agresiones no cesaron desde entonces y se manifiestan hoy en una guerra híbrida que incluye el recrudecimiento sin precedentes de un bloqueo de proporciones genocidas, la arbitraria inclusión de la isla en la unilateral lista de Washington de países que patrocinan el terrorismo y una intensa campaña mediática de descrédito, entre otras acciones. Como hace más de seis décadas, el propósito declarado es la asfixia económica y la desestabilización política para propiciar un cambio de régimen.
Al conmemorarse, la víspera, el aniversario 64 de la declaración del carácter socialista de la Revolución cubana, el presidente Miguel Díaz-Canel escribió en Twitter: a 90 millas de esa potencia #Cuba está cometiendo y continuará cometiendo, no lo dude nadie, el pecado de existir. ¡Aquí seguimos! (ALH)