A falta de bares en una ciudad plagada de pubs, los grafitis rompen el entorno aburrido del Etihad. Unas horas antes del partido, a 100 metros del estadio del City, dos jóvenes terminaban de perfilar los rostros de Jack Grealish y Ederson Moraes. Muy cerca de allí, la cara de Pep Guardiola ya estaba hecha hace días. “La perfección es parte de mi trabajo”, se leía sobreimpresionado en el mural.
Adherentes y detractores, pero nadie indiferente. Ahí radica la grandeza. Estilos más, estilos menos, Pep cambió el juego. Lo inmortalizó con su Barcelona, lo mecanizó con el Bayern y lo renueva con el City.
Campeón de Premier y dos finales en el horizonte. Un clásico en la FA Cup y el sueño, aquel sueño que le quita el sueño a él y a medio Manchester, de conquistar Europa. Lindo cuento el que vive.
💙 Sólo dos pasitos más, Pep. pic.twitter.com/r6py0o8eVK
— Manchester City (@ManCityES) June 2, 2023
En los últimos 15 años ha sido protagonista de todo, las veces que quiso. Eso es innegable. Se le podrá criticar, se le podrá alabar, pero jamás ignorar. Pep Guardiola para los grandilocuentes; sencillamente Pep para los amantes del deporte que volvió a inventar.
Enlutado hasta el cuello, le sobran las dos horas de choque para cumplir con la norma de los 10.000 pasos diarios. El hombre es una centrifugadora constante de movimientos y gestos. Basta con verlo desde el banquillo sin poses relajadas ni piernas estiradas.
Y ahora, el Inter en Estambul, cita para la que Guardiola reservó su habitual cautela. “Una final contra un equipo italiano que no es favorito es lo peor que te puede ocurrir”, sentenció.