El matancero Luis Estévez y Romero ocupa un lugar en la historia de Cuba. Este es un homenaje a una figura que debería ser más recordada en su ciudad natal.
Nacido en Matanzas el 20 de octubre de 1849, Luis Estévez y Romero estudió en el Colegio La Empresa desde 1863. En esta célebre escuela impartió clases entre 1868 y 1869. Huérfano de padre, se graduó de Bachiller en Artes en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas en 1866. Comenzó a estudiar medicina en la Universidad de La Habana, pero no la culminó. Más tarde inició la carrera de derecho y en 1878 alcanzó el grado de Doctor en Derecho Civil y Canónico.
Conoció a la villareña Marta Abreu en 1868, con quien contrajo matrimonio y pasó a residir en Santa Clara. En esta ciudad, que le declaró hijo adoptivo en 1885, participó de forma activa en la intensa labor filantrópica desarrollada por su esposa. Al estallar la guerra en 1895 ambos se exiliaron en Francia, desde donde colaboraron sin reservas con la causa independentista.
Retornaron a Cuba en 1899 y Estévez fue elegido presidente del Partido Nacional Cubano. En las elecciones de 1901 fue candidato a la vicepresidencia. Ejerció ese cargo durante el gobierno de Tomás Estrada Palma, al que renunció el 31 de marzo de 1905. Regresó a Francia con su familia y allí se suicidó el 4 de febrero de 1909, un mes después de la muerte de su esposa.
Publicó en 1899 Desde el Zanjón hasta Baire, libro donde criticó las inconsecuencias del autonomismo. En 1906 dio a conocer Tiempos pasados. Ambos textos combatieron cualquier solución política que no tuviera como fin la libertad de la patria y la creación de una república independiente. En el segundo libro escribió: “La anexión no es una solución cubana porque Cuba ya tiene su solución con la independencia”.
De su juventud hay un dato curioso y casi desconocido: su primera afición fue por las ciencias naturales. Por ese motivo fue electo socio agregado de la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas el 27 de julio de 1865. Tenía sólo 15 años y cursaba el bachillerato. En diciembre del mismo año fue electo vicesecretario de esa sección, cargo que desempeñó hasta el cierre del Liceo en 1869.
En esta institución, primera de carácter científico en territorio yumurino, compartió saberes con varias figuras destacadas por su quehacer investigativo. Entre ellos los naturalistas Sebastián A. de Morales, Manuel J. Presas, Francisco Jimeno y Joaquín Barnet.
El joven Estévez colaboró en la revista El Liceo con varios artículos científicos. El primero fue una traducción del artículo “El castor”, en septiembre de 1865. Dos meses después, en noviembre, publicó “Valva de un pecten”. Además, también dio a conocer “Apuntes entomológicos”, en marzo de 1866.
El artículo “Valva de un pecten” es, hasta donde se conoce, su primer escrito original publicado. Aquí recogió el contenido de la nota que presentó en una sesión científica de la Sección en agosto de 1865. Con ella inició un debate acerca de la existencia de fósiles de este género de moluscos en Matanzas.
Contribuyó con varias donaciones al Museo de Historia Natural creado por la Sección de Ciencias en 1866. Aportó un mapa que representaba las costas de América e Inglaterra y el trayecto del cable telegráfico trasatlántico. Incluía, igualmente, la dirección seguida en los viajes entre ambos continentes y otros datos interesantes.
También donó una muestra de lava del Vesubio y seis de minerales y rocas cubanas y exóticas. Además, dos fósiles de Sagua la Grande y varios ejemplares de animales conservados. Por último, una medalla de plata dedicada a la inauguración náutica del gran vapor Leviatán en 1860.
Esta fue la breve e intensa labor científica de Luis Estévez y Romero. Hoy su figura es presencia permanente en Santa Clara, la ciudad de Marta Abreu. Digno homenaje al patriota matancero que una vez fue un jovencito que soñó con la ciencia. (ALH)