Ver las imágenes de Hiroshima y Nagasaki, o las del Holocausto, Siria, Iraq, Afganistán, afectan el sueño. Están incluidas en las clases de historia, pero todos esperamos que no se repitan.
En estos días de incertidumbre, cuando las noticias ciertas y ficticias se entrelazan, informan y confunden, prima el pensamiento de que debe prevalecer la paz y alcanzarla por todas las vías al alcance.
Parece increíble que alguien pueda impulsar la guerra sin pensar en sus muertos y mutilados, y sus familias. Y entonces uno pregunta muchas cosas, de esas que no se hablan con nadie.
En el afán de adulterar la realidad presentan a los precursores de la guerra como víctimas, y algunos se desconciertan o aplauden, sin profundizar que es positivo defender la paz, pero no puede permitirse a los caudillos de siempre imponer una vez más su voluntad, hija de un descomunal deseo de riquezas.
Podemos abstraernos y pensar que la guerra está lejos, y continuar hablando de zapatos, la canción de moda o la actitud del vecino, pero su rango de acción nos incluye a todos los humanos y en realidad el terror a la guerra permanece escondido en la mente, bien atrás, o en las pesadillas.
Patria es humanidad, dijo Martí, y no es momento de ignorarlo.
Ese que se erige en gendarme mundial, que esconde sus verdaderos motivos y propósitos, debe ser acusado por los hombres y mujeres de bien de todo el mundo.
Estados Unidos no es un inocente cordero, sino un sanguinario engendro político y económico que por años se ha valido de pretextos de toda índole para imponer sus intereses.
A las puertas de una posible guerra, solo cabe defender la más hermosa de todas las palabras: paz.
Considera Papa Francisco que está en marcha Tercera Guerra Mundial