La noche cayó como un silencio inquietante en Alacranes, como si la naturaleza contuviera la respiración tras el paso del huracán Rafael por el occidente Cubano. Cuando el reloj marcó la medianoche, el cielo se abrió y empezaron las lluvias.
El pueblo estaba en alerta. Los pronósticos sobre la magnitud del fenómeno natural lo conocían los habitantes, aunque acostumbrados a los caprichos del clima, sabían que esta vez podría ser diferente.
El viento comenzó a soplar en la madrugada cada vez más fuerte, mientras las intensas lluvias cayeron como un aviso de lo que estaba por venir. Las primeras gotas fueron tímidas, aunque en poco tiempo convertidas en torrentes. El sonido del agua se transformó en un rugido ensordecedor.
Las familias con casas en peligros de inundaciones estaban evacuadas en centros de protección, mientras otras autoevacuadas en casas de familiares.
En comunidades como El Estante, Valladares y las Cañas, los vecinos se organizaron rápidamente. Las risas y las charlas que solían resonar se apagaron, reemplazadas por el sonido del viento.
El evento hidrometeorológico representaba mi primera experiencia como periodista. El actuar del Consejo de Defensa Municipal, el apoyo de los grupos y subgrupos de trabajo, las fuerzas del Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas Revolucionarias demostraron la valía de hombres y mujeres ante situaciones como estas.
Todo esto sin dejar atrás la comunicación a través de los medios oficiales como Radio Unión y las redes sociales, la disciplina del pueblo y la correcta organización del Consejo de Defensa del municipio.
Los equipos de emergencia, liderados por el Grupo Especializado de Operaciones y Socorro (GEOS) de Matanzas y otras organizaciones locales movilizaron sus fuerzas con rapidez.
La Cruz Roja no solo proporcionó asistencia material; también ofreció apoyo emocional. Los voluntarios llegaron hasta las zonas más afectadas, ofrecieron los primeros auxilios y asistencia a quienes lo necesitaban.
Las horas avanzaron y la lluvia no cesaba. Sin embargo, la solidaridad brillaba en medio del caos. La comunidad se unía no solo para enfrentar la adversidad, sino también para encontrar consuelo en la compañía mutua.
Al amanecer, cuando el sol asomó nítidamente sus rayos entre las nubes grises, Alacranes y comunidades aledañas se encontraba sumergidas en un mar de agua. Pero también emergía un espíritu renovado.
El paso del huracán Rafael dejó cicatrices visibles en el sureño municipio matancero de Unión de Reyes, pero también reveló la fuerza inquebrantable de su gente. La solidaridad entre rescatistas y autoridades no solo ayudó a salvar vidas durante la emergencia, sino que escuchó a los afectados y las historias vividas en las horas de lluvias.
En tiempos de adversidad, demostraron que la colaboración y el espíritu comunitario son las herramientas más poderosas para enfrentar eventos meteorológicos como el huracán Rafael.