A Lucre Estévez Muñoz el arte le llegó desde la cuna, donde siempre la mecieron las musas de sus padres Rolando y Miriam, figuras infaltables cuando se hable de la cultura en estos lares de ríos y puentes.
Una fuerza dotada de histrionismo escénico visceral y la conjugación de ese amor heredable por las tablas, han emergido sobre el escenario durante 25 años de quehacer artístico. Disímiles obras dan fe de ello. Todavía replican los compases de la Señorita Julia, mientras Pinochio desanda la Nevada tras la Otra Orilla.

La actriz tomó las riendas del Taller de Actuación de Teatro Icarón. Allí echa a volar las alas de imberbes jóvenes en busca de esos sueños que siempre miran al sol y su luz inalcanzable.

En un pacto con la permanencia del grupo, Lucre Estévez continúa desbordando teatro a raudales. Cuando su carrera arriba a un cuarto de siglo, ella sintetiza tanto tiempo en tan corto parlamento: hacer teatro para burlar al tiempo de la desidia y la congoja. (ALH)