Reza el refrán popular que «quien no tiene de congo, tiene de carabalí». Mucho se comenta sobre esta singular mezcla que existe en Cuba y hasta los humoristas le sacan provecho para crear algún que otro chiste que haga reír a su público. Lo cierto es que los protagonistas de esos chistes y comentarios, sin proponérselo, cuentan la historia de una Cuba del siglo quince, que tras ser colonizada por españoles, sufrió los abusos cometidos contra los indígenas y negros africanos.
Con la colonización española, llegaron al archipiélago negros del continente africano forzados a la esclavitud y asiáticos provenientes en su mayoría de China, que arribaron a la isla con la intención de trabajar hasta reunir el dinero necesario para vivir en su país de origen. Estas circunstancias resultaron en la amplia mezcla de culturas que convergen en Cuba.
Solo una situación beneficiosa resultó de la barbarie y los crímenes cometidos por los españoles en nuestra isla: la exquisita cultura cubana que hoy disfrutamos. El hecho de que en escuelas, centros de trabajo, plazas y otros lugares públicos, coincidamos blancos, negros, chinos e indios, se debe a un proceso de transculturación producto de la unión de costumbres, culturas y religiones diversas.
Es debido a esta interesante mezcla, devenido en «ajiaco» cultural, que hoy encontramos religiones tan distintas como la yoruba y la católica y barrios y restaurantes chinos en cualquier rincón. Una fuerte raíz aborigen distingue, histórica y culturalmente, a los países de la región caribeña del resto del mundo.
Cuba no es la excepción; conservamos nombres de origen indígena como Bacunayagua, Yumurí, Cuyaguateje, y preferimos alimentos como la yuca, el maíz y el casabe. No caben dudas de que en cada cubano hay un poco del negro rebelde, del blanco español, del chino ingenioso y del indio noble y gentil.