Tan solo diez meses de nacido tenía este cronista cuando el huracán Michelle desató toda su furia natural contra el occidente cubano. En la memoria de los matanceros ha quedado el azote de uno de los ciclones más devastadores del que se tengan registros en la provincia.

Por un punto al sur de la Ciénaga de Zapata, tocó tierra el Michelle. Cienfuegos y Villa Clara, en su trayecto al noreste, también sufrieron los embates endemoniados aquel noviembre de 2001.

Vientos de hasta 240 kilómetros por hora y lluvias torrenciales dejó el fenómeno meteorológico en Matanzas. A su paso, una estela de destrucción y desamparo arropó todo atisbo de ánimo.

Cuantiosos daños dejó en su trayecto el huracán Michelle.

Mas, la ayuda para los damnificados llegaría. Las planchas de fibrocemento que cubren aún mi casa dan fe de ello, como otras veinte mil viviendas que se levantaron en señal de recuperación. Manos amigas y solidarias arribaron para cubrir la desolación. El liderazgo del Comandante en Jefe Fidel Castro latió en el acompañamiento a cada familia destruida, a cada persona que lo perdió todo por la ira implacable de la naturaleza.

Veintitrés noviembres después, los que vivieron y recuerdan esas fechas tristes, confirman el peligro de fenómenos como estos. A su vez, comparten el regalo más preciado que el Michelle quiso llevarse un día: nuestras vidas.

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