Los 120 latidos de Lorien

El ser humano debe aprender que no siempre encontrará almas felices y plenas detrás de sonrisas amplias y pensamientos optimistas. A sus 22 años, Lorien Rodríguez Sánchez se ha convertido en el perfecto ejemplo de esta teoría.

Aunque el 5 de agosto del 2022 se abrió una cicatriz en el pecho de todo el pueblo cubano, Lorien figura entre los pocos matanceros que sintieron en carne propia la pesadilla de aquel día.

Bitácora del terror

Lorien ha participado en numerosas operaciones de rescate, algunas más complicadas que otras. Pero sin dudas la más memorable, y tal vez la más terrorífica, fue la del siniestro de la Base de Supertanqueros de Matanzas.

Tal vez por eso ella ha evitado dar testimonio durante tanto tiempo.

Ese doloroso primer día, Lorien asumió el liderazgo del equipo de evacuación en su brigada.

“Solo divisas a lo lejos un fuego que crece, tus nervios te traicionan, quieres cuidar de tu equipo, delegar, ser participativa”.

En esa noche en la que el humo imitaba a las nubes y las chispas simulaban estrellas, las 120 pulsaciones por minuto de la entonces estudiante de cuarto año de medicina se convirtieron en una tortuosa niebla que le arrebataban la calma y restaban claridad a sus ideas.

“Recuperé la calma, pero una nueva tarea esperaba. El equipo se dividió, y no sé si esto sonará a cliché, pero la despedida pareció tan triste , como si todos supieran que la calma en el rostro era falsa”.

-¡Cuídense, cuídense!

“Puede que esta no sea la historia que muchos esperan, pero yo recuerdo a esos muchachos felices, disfrutando un refrigerio y caminando con temple. Los miraba trabajar como si fuera un espectáculo de luces”.

Lorien trabajó durante toda la noche. Vencida por el cansancio, logró recostarse en una camilla, solo para despertar de la peor manera posible:

– ¡Corre, Lorien, corre!

“Andaba con una camilla y corrí sin descanso aunque había perdido los zapatos y no lograba discernir un camino o una salida.”

Cuando el aire caliente creaba pánico, una primera caída hizo que su vida pasara ante sus ojos como si se tratase de una despedida.

-“Los brazos, mis brazos, mi equipo“.

Tropezó por segunda vez y se sumergió en el pasto alto y fresco que también se había convertido en el refugio de muchos otros. Quería continuar su carrera, pero dos personas cayeron sobre su cuerpo ya herido y agotado.

Con la “fuerza sobrenatural” que adquirió esa noche, Lorien logró huir del epicentro de su pesadilla. La adrenalina había nublado sus acciones, y solo cuando volvió en sí, pudo percatarse de que le pedía mayor velocidad a un pipero que conducía lejos de la escena. La chica moderada y educada se había transformado en una desenfrenada y aterrada versión, sentada en el regazo de un extraño.

Llegó al hospital con quemaduras de segundo y tercer grados en sus brazos, pero lo único que le afligía era no conocer el paradero del resto de sus compañeros. 

Tal vez ese momento fue más duro para el padre que veía a una hija con medias sucias, brazos quemados y mirada aterrada.

Se creía la más cobarde, culpable por no hacer más. Con sus delgados brazos cubiertos de vendas y lágrimas en su rostro, se reincorporó en poco tiempo al puesto médico. Sabía que podía hacer más, y lo hizo.

“Ninguno de nosotros abandonó su puesto. Tenientes, sargentos y otros directivos pasaron por estas manos que aún dolían”. 

“No nos enseñan cómo reaccionar ante la muerte, ni qué decir cuando no tenemos respuestas, qué decir cuando el duelo será incompleto porque no hay cuerpo ni certeza. Callas y acompañas el dolor que también es tuyo y te quema, y mucho. 

“Ves desfilar a tus compañeros uno por uno, todos buscando el refugio en tus manos y ¿qué haces?”. 

A Lorien le quedó una cicatriz difícil de ignorar en uno de sus brazos, que la obligó a someterse a muchos procedimientos de cura.

Su mente sufre más que su cuerpo. Las consultas con sicólogos y siquiatras son testigos de ello.

“Todavía me quema la piel, y la marca es el recuerdo de lo que pasó. La marca no duele, lo que duele es saber que estuve ahí y no se pudo hacer nada. Quema ver humo salir de la Zona Industrial, quema pensar en las familias, quema el rostro de los muchachos aún en la mente y las múltiples noticias que recuerdan el hecho, quema la gente que aprovecha para criticar.”

En la actualidad Lorien cubre sus marcas para evitar el ojo indiscreto que hace preguntas tan hirientes como ¿para qué fuiste?. Es una chica que detesta la insensibilidad ajena.

Cuando la tragedia quedó en anécdota, la nueva heroína de la nación mereció reconocimientos como la Orden del Valor y la medalla 28 de Septiembre. Y por supuesto, el orgullo de sus compañeros de la Cruz Roja, los colegas de Radio 26, de sus amigos y de su familia.

Muchos son los que celebran el desempeño de su hazaña. Pero Lorien es la única que no se jacta de ello. Ella no necesita dárselas de heroína. (ALH)

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Un comentario

  1. Nicole Leyva Saro

    Leer esto realmente de toca el corazón. Mucho fue reportado de esa tragedia pero este artículo es mucho más personal y realmente pone mucho en perspectiva, haciéndote ver todo desde otro ángulo.

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