Ser bondadosos no es más que comportarnos siempre con el deseo de hacer el bien. Si bien el concepto es sencillo, y su práctica pudiera incluirse en cada una de nuestras acciones, no por ello resulta cotidiano apreciar gestos de bondad en el mundo convulso de hoy.

Un nefasto encuentro entre seres humanos acapara actualmente la atención global: la masacre que se cierne sobre el pueblo palestino.

Muchas de las personas que se involucran en estas acciones, presenciales o no, cuando niños recibieron con agrado el conocimiento sobre los elementos constitutivos de la bondad, y se comprometieron internamente a cumplir el precepto

Sin embargo, la vida los llevó por un abrupto camino y olvidaron este valor, arraigado en su infancia.

Entonces se pierde la ilusión de mantener buenas intenciones con el resto de las personas, ser amable y ayudar, y el valor de la vida se trueca por el de la muerte.

Como sociedad, independientemente del régimen político; como humanidad, se impone reverdecer la bondad, y entenderlo como una urgencia para evitar ya el dolor, la angustia, la mezquindad, el sufrimiento, la desesperanza.

A veces son los animales, también seres vivos, quienes nos dan el ejemplo al proteger a sus iguales y ser capaces incluso de ceder su propia comida.

Por ello cuesta entender cómo hombres, se supone que seres racionales, confunden el patriotismo con la aniquilación de otro pueblo, cuando existen posibilidades de entendimiento, obstaculizadas por la avaricia de un grupo dominante.

La humanidad debe fomentar los actos de bondad en la contemporaneidad, para ayudar a nuestros semejantes y a nosotros mismos. Tender la mano hoy a Palestina, luchar también por ella en cualquier ámbito, es tanto un acto de justicia como de bondad.

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