Dentro de la obra escrita por la cubana Luisa Pérez de Zambrana, sobresalió un poema de tema social: “El sabio en su patria”.

Una de las más grandes poetisas cubanas fue Luisa Pérez Montes de Oca, quien nació en El Cobre, el 25 de agosto de 1835. Se educó en el seno familiar y antes de cumplir quince años escribió los primeros poemas. Colaboró en varias revistas y periódicos de Santiago de Cuba, La Habana y Trinidad. También se incorporó a la Sociedad Filarmónica y realizó veladas literarias. El primer libro que publicó Poesías de la Señorita Da. Luisa Pérez y Montes de Oca (1856), motivó una relación afectiva, por correspondencia, con el médico y profesor Ramón Zambrana, que terminó en matrimonio.

Radicada en La Habana, desarrolló una activa vida literaria y comenzó a ser conocida como Luisa Pérez de Zambrana. Escribió poemas y novelas, frecuentó las tertulias de Nicolás Azcárate y se destacó en actos sociales. La muerte inesperada de Zambrana en 1866 la sumió en la miseria, junto a sus cinco hijos. Vivió el dolor de que todos fallecieran, lo cual tornó su poesía aún más sentida y dolorosa. Poco antes de morir, el 25 de mayo de 1922, recibió un homenaje nacional, organizado por el Ateneo de La Habana.

Un poema social

Uno de los pocos poemas de temática social que escribió Luisa Pérez de Zambrana fue “El sabio en su patria”. Es probable que se haya inspirado en un proverbio árabe que tiene variantes: “El sabio en su patria es como el oro en su mina”, “El sabio en su patria es como el oro en el interior de la mina” y “El oro en el interior de la mina es como el sabio en su patria”. En él, Luisa Pérez de Zambrana reconoció, y criticó, la indiferencia social hacia los hombres dedicados al estudio y la investigación.

Portada del libro Poesías de la Señorita Da. Luisa Pérez y Montes de Oca (1856). Archivo del autor.

Apareció por vez primera en Poesías de la Señorita Da. Luisa Pérez y Montes de Oca (1856). Después, se incluyó en la compilación Cuba poética. Colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta nuestros días (ediciones de 1858 y 1861). Se publicó también, en una segunda versión, en el primer tomo de Noches literarias en casa de Nicolás Azcárate (1866).

Estuvo entre los poemas de Luisa Pérez de Zambrana incluidos en América poética: poesías selectas americanas con noticias biográficas de los autores (1875), coleccionadas por el chileno José Domingo Cortés y en el tomo segundo de América literaria: producciones selectas en prosa y verso (1890), coleccionadas y editadas por el argentino Francisco Lagomaggiore.

Portada del libro Noches literarias en casa de Nicolás Azcárate (1866). Archivo del autor.

La idea que se expresó en “El sabio en su patria”, había sido esbozada por Luisa Pérez de Zambrana en el poema “Al sol”, que escribió en octubre de 1855 y cuyos fragmentos aparecieron en el libro de 1856. Ante la posibilidad de subir a la “sublime cumbre” del sol y contemplar el mundo con “serena mirada”, destacó el espectáculo negativo que observaría. Además de guerras, dolores y maldades, vería

“…al fuerte despojando al débil,

Burlando el necio al respetable sabio

Y el libertino la virtud manchando

Que en vano busca generoso apoyo

¡Socorro! a gritos con dolor clamando.

Y allí los ricos persiguiendo indignos

A la honrada pobreza que debieran

Gustosos proteger…. ¿pero qué digo?

Acaso en ellos protección alguna

Halló nadie jamás?… Artes y letras,

Inteligencia, aplicación o genio

les movió alguna vez…? de hambre y miseria

Ven al sabio expirar sin que tiranos

Sientan estremecerse ni una fibra

Del corazón empedernido y fiero.

Venid; decidlo, desdichado Taso,

Cervantes infeliz, Dante sublime  

Y más que todos, desgraciado Homero!

El “El sabio en su patria” no pasó inadvertido para los contemporáneos de Luisa Pérez de Zambrana. En la revista madrileña La América, en el número correspondiente al 27 de noviembre de 1866, el crítico español E. de Villena, destacó que en ese poema,

“…Luisa Pérez de Zambrana exhala su justa indignación contra el mundo que paga con ingratitudes los beneficios debidos al genio…”.

En el Diccionario biográfico cubano (1878), Francisco Calcagno citó un fragmento, al tratar la vida del olvidado maestro José Cornelio Días. También planteó que Alejandro Mantici, italiano radicado en La Habana que dio a conocer varias composiciones de poetas cubanos, lo tradujo a su idioma natal. Fue mencionado por Manuel de la Cruz en “Estudio sobre el movimiento científico y literario de Cuba”, escrito para servir de introducción a la compilación América literaria (1890), como parte de la “…florida guirnalda…” de la poetisa. Para Aurelio Mitjans, autor del Estudio sobre el movimiento científico y literario de Cuba (1890), fue “un amargo lamento” de su autora.

Según expresó la filóloga Laura Mestre en 1923:

“La lira de Luisa Pérez de Zambrana no carece de acentos graves y solemnes, como se expresan en «El sabio en su patria», amarga queja de la indiferencia del vulgo por el valor moral de los hombres buenos y sabios…”.

El poema y sus dos versiones

La primera versión del poema “El sabio en su patria”, según lo publicado en 1856, 1858, 1861 y 1875, fue la siguiente:

“Le ves pasar, y con nativo orgullo

Su frente grave y majestuoso paso

Al extranjero envanecido enseñas

Y tú no le haces caso”.

“Le ves gemir en la indigencia amarga

Que intensa abruma su cabeza augusta,

Y con profunda indiferencia dices

Que la patria es injusta”.

“Que es digno, clamas, a la faz del mundo

De eterna gloria y de constante aprecio,

Mientras que tú con insolente orgullo

Solo le das desprecio”.

“Ves que el estudio y el insomnio ardiente

Su faz marchitan venerable y seria,

Ves que trabaja sin cesar y siempre

Vejeta en la miseria”.

“Ves de sus obras la grandeza, miras

De asombro ante ellas las naciones mudas

Y al apóstol sublime, al hombre grande

Ni aun siquiera saludas”.

¿Y es esa, acaso, la brillante gloria,

El estrellado y luminoso cielo

Que debiera esperar la frente ilustre

Que marchitó el desvelo?”.

“¿Es esa, acaso, la corona de oro

Con que debieran adornar sus sienes?

¿Son esos ¡ay! de su fatiga en premio

Las flores y los bienes?”.

“¿Es ese, pues, el patrimonio rico

Que el mundo ofrece con placer siniestro

De cien naciones y ciudades cultas

Al sublime maestro?”.

Y ese el tributo que la patria brinda

Al que gloria le diera, honor y lustre,

Y ese el respeto que los hombres deben

Al desgraciado ilustre?”.

“¿Mas no fue tal el pago que á los sabios

Dio siempre el mundo estúpido y severo?

No fue ese el premio que Colón obtuvo

Y ese el que obtuvo Homero?”.

¡¡Patria!! nombre querido cuanto hermoso;

Pero que trata con fatal dureza

Al ser augusto que gimiendo guarda

Un mundo en la cabeza”.

“Al hombre heroico que la hiel apura

Por dar páginas bellas a su historia,

Al noble mártir que sonriendo muere

Por inundarla en gloria”.

“Al que estudiando envejeció su frente,

Al que llorando consumió sus años,

Y al que bajara hasta la tumba misma

Probando desengaños”.

“¡Oh patria injusta! si en lugar de acíbar

Al que otros mundos en la frente encierra,

Le dieses noble protección, tendrías

Un Dios sobre la tierra”.

Primera estrofa de»El sabio en su patria» en la versión de 1856. Archivo del autor.

En el libro Noches literarias en casa de Nicolás Azcárate (1866) se publicó otra versión de este poema. También apareció en la revista madrileña La América, en el número correspondiente al 27 de noviembre de 1866. Esta fue la nueva versión de “El sabio en su patria”:

“Le ves pasar y en su semblante noble

escrita va su adversidad augusta,

y tú desdén, indiferencia amarga,

le das ¡oh patria injusta!”.

“Ves que el estudio y el insomnio ardiente

su faz marchitan venerable y seria,

ves que trabaja sin cesar,

y siempre vejeta en la miseria”.

“Ves de sus obras la grandeza, miras

de asombro ante ellas las naciones mudas

y al profeta sublime, al genio excelso,

¡ay! apenas saludas”.

“¿Y es esa acaso la brillante gloria,

el estrellado y luminoso cielo

que debiera esperar la frente ilustre

que marchitó el desvelo?”.

“¿Es esa acaso la corona de oro

con que debieran adornar sus sienes?

¿son esos ¡ay! de su fatiga en premio

las flores y los bienes?”.

“¿Es ese, pues, el patrimonio rico

que el mundo ofrece con placer siniestro

de cien y cien generaciones cultas

al sublime maestro?”.

“¿Y ese el tributo que la patria brinda

al que gloria le diera, honor y lustre?

¿Y ese el respeto que los hombres deben

al desgraciado ilustre?”.

“Mas ¿no fue tal en las naciones todas

del genio augusto el doloroso empleo?

¿No fue ese el premio que le dio la Italia

a Tasso y Galileo?”.

“¿No fue ese el pago que en terribles días

al gran apóstol que en Oriente asoma,

al espléndido sol de los gentiles

dio la sangrienta Roma?”.

“¡Patria! ¡sueño de amor! tu dardo siempre

con ingrato rigor abrasa y quema

la regia sien que coronó el Eterno

con celestial diadema”.

“El sabio heroico que la hiel apura

por dar páginas bellas a su historia,

el noble mártir que sonriendo muere

por inundarla en gloria”.

“El que estudiando envejeció su frente,

el que llorando consumió sus años

y el que bajara hasta la tumba misma

probando desengaños”.

“¡Oh patria injusta!—Si en lugar de acíbar

al que otros mundos en la frente encierra

le dieses noble protección, tendrías

un Dios sobre la tierra”.

Primera estrofa de «El sabio en su patria» en la versión de 1866. Archivo del autor.

Con respecto a la primera versión, esta nueva tenía 13 estrofas, una menos que en 1856. De ellas, sólo cinco eran idénticas en ambos poemas, el resto tenía algún cambio parcial o total. Cristóbal Colón y Homero, mencionados en la versión inicial, son sustituidos en 1866 por el astrónomo y físico Galileo Galilei y el poeta Torquato Tasso. La inclusión de Galileo, un científico, se debió, con seguridad, a la influencia de su esposo, el destacado médico y académico Ramón Zambrana, autor de un libro de lectura para las escuelas primarias, titulado La bóveda celeste (1859). También se incluyó una mención a Jesús de Nazaret.

“El sabio en su patria” fue uno de los pocos poemas de tema social escritos por Luisa Pérez de Zambrana. El lamento que contiene recogió una preocupación legítima. En él, destacó que los hombres de pensamiento no tenían el reconocimiento que merecían por parte de la sociedad de su tiempo. Con seguridad, sus recelos de 1856 se vieron corroboradas tras la muerte de Ramón Zambrana, su amado esposo. Precisamente, la segunda versión de esta composición vio la luz en el mismo año en que ocurrió el luctuoso hecho, que marcó su vida para siempre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *