El naturalista matancero Carlos de la Torre y Huerta, fallecido hace 75 años, también fue médico.
Carlos de la Torre y Huerta nació en Matanzas el 15 de mayo de 1858. Se destacó como pedagogo, naturalista y político. Fue profesor universitario y de la segunda enseñanza, autor de libros de texto y de orientaciones para los maestros, así como decano y rector en la Universidad de La Habana.
Vida de ciencia:
Carlos de la Torre y Huerta ha sido reconocido como el científico cubano más destacado en el campo de la malacología. Cursó estudios en los colegios La Empresa y Los Normales, de su ciudad natal, donde también recibió la influencia educativa del sabio coleccionista Francisco Jimeno. Alcanzó el grado de Licenciado en Ciencias en 1881, en La Universidad de La Habana. Después matriculó la carrera de Ciencias Naturales en Madrid, titulándose Doctor en 1883.
Fue catedrático de los Institutos de Segunda Enseñanza de San Juan, Puerto Rico, y de La Habana. En 1885 formó parte del claustro de la universidad habanera. Ingresó en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en 1889. Perteneció y obtuvo distinciones de más de 50 instituciones científicas cubanas y extranjeras. Participó en la dirección de una decena de medios científicos de prensa y publicó diferentes investigaciones en cientos de artículos y libros en Cuba y el extranjero.
Estuvo entre los más destacados representantes del evolucionismo en Cuba. En las investigaciones que realizó aplicó de forma creadora los postulados del darwinismo, sobre todo al estudio de la fauna malacológica cubana y de las Antillas, en particular su distribución geográfica. Desde la impartición de la asignatura Anatomía Comparada en la Universidad de La Habana, contribuyó a dar basamento científico a una concepción evolutiva del desarrollo de la naturaleza orgánica.
En esta faceta se inscriben los resultados que alcanzó como paleontólogo: descubrió los restos del Megalocnus rodens, con lo cual probó la existencia de la Isla en el período Pleistoceno. Al hallar fósiles de Ammonites en Pinar del Río, confirmó la presencia en Cuba del período Jurásico.
Fue acosado por el régimen colonial debido a su participación en la corriente independentista. Al estallar la Guerra del 95, se vio obligado a exiliarse en el exterior (Inglaterra, Francia y Estados Unidos) donde ayudó a la causa cubana. Por esta razón fue depuesto de su cargo de catedrático de la Universidad de La Habana y repuesto en 1898.
Como pedagogo la labor de Carlos de la Torre y Huerta fue amplia y significativa. Propuso en 1899 un nuevo plan de estudios para las escuelas de Cuba que nunca se implementó. Dirigió la publicación, entre 1901 y 1904, de los diferentes tomos del Manual o guía para los exámenes de maestros cubanos, que se utilizó por varios años y donde implementó una pedagogía genuinamente cubana.
También dio a conocer varios libros de texto para las escuelas públicas cubanas sobre lectura, de primer a quinto grados, y de geografía de Cuba. En estos priorizó la formación patriótica de la niñez cubana a partir del conocimiento de obras literarias nacionales, así como de los recursos naturales de la nación.

Instaurada la República, ocupó varios cargos políticos. En 1921 fue designado Rector del más alto centro de estudios cubanos. Al fallecer, el 19 de febrero de 1950, era reconocido como la figura cumbre de la Zoología cubana. Una placa conmemorativa recuerda el lugar de su nacimiento en la calle Río de la Ciudad de Matanzas.
El médico desconocido:
En la vida de Carlos de la Torre y Huerta, varios momentos destacan la labor que realizó como médico. Este aspecto, aunque no se compara con su quehacer como naturalista y maestro, también formó parte del legado del sabio matancero.
La primera carrera que matriculó Carlos de la Torre en la Universidad de La Habana fue medicina. Esto sucedió en 1874. Sin embargo, la influencia del sabio maestro Felipe Poey, influyó en que se decidiera por estudiar Ciencias Naturales.

La dedicación que demostró como médico en formación, fue reconocida en El Club de Matanzas. El 16 de julio de 1880 esta revista publicó la siguiente noticia:
“LES FELICITAMOS. Un deber de conciencia nos impone hoy la grata tarea de dedicar algunas líneas al que ha venido a llenarnos de satisfacción y promete a su patria muchas glorias: al que no dejará de perseverar en la noble carrera que ha emprendido, el que, tan joven ha demostrado su valía. Carlos de la Torre y Huerta, secretario de la Sección de Ciencias del Club, acaba de examinarse en trece asignaturas, diez de ellas de la Facultad de Ciencias y tres de la de Medicina, pertenecientes estas últimas, al tercer año. En todas obtuvo la nota honrosísima de sobresaliente. Opúsose, además, a ocho premios y vio coronados sus esfuerzos ganándolos todos. Aún hay empuje en la juventud estudiosa de Cuba. Mucho, y con razón, se ha hablado contra la apatía de algunos en buscarse noble puesto entre los hombres de ciencia que aquí hemos tenido, y cuyos nombres figuran dignamente al lado de los que más han sobresalido en otras partes; mucho, y con razón también, se extraña, que en una Isla, cuyos hijos se distinguen por la precocidad de su talento, no haya a menudo motivo para aplaudir los esfuerzos que esa juventud simpática y bien dotada por la Naturaleza, hiciera por conquistar el lugar que se merece. Sirva el ejemplo que acaba de dar a sus compatriotas el joven Carlos de la Torre, y para estímulo de todos, y reciba nuestro apreciable amigo, y sus cariñosos padres nuestro más entusiasta parabien”.
Varios años después, el 24 de junio de 1889 realizó con éxito las pruebas correspondientes al título de Doctor en Medicina. No fue hasta 1922 que alcanzó ese título. Un año antes, en 1921, obtuvo el grado de Doctor en Farmacia.
En 1885 estuvo entre los fundadores de la revista La Enciclopedia. En esta publicación dio a conocer trabajos sobre medicina. Estos fueron, ese mismo año, “Último triunfo de Mr. Pasteur. Curación de la rabia”, dedicado a ese célebre resultado de la ciencia médica, y “Un caso notable de catalepsia”, donde reflejó observaciones realizadas en el Hospital Militar de San Ambrosio.
Al año siguiente, 1886, dio a conocer: “Curación experimental de la tuberculosis” y “La curación de la rabia”, temas que eran debatidos en ese momento. Otros trabajos que publicó en La Enciclopedia se titularon: “El escarabajo antirrábico”, “El hipnono o acetofenona” y “La esparteína; nuevo tónico del corazón”. Además, dio a conocer “Los venenos y la temperatura”, “Microbiología” y “Ovariotomía. Por último, debe mencionarse: “La verruga peruana. Extracto de los artículos publicados con motivo de la muerte de Carrión”.

Durante la expedición que realizó a Baracoa en 1890, estudió las enfermedades de aquella remota región cubana. En relación con los daños causados por la “chinche”, publicó una comunicación en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de la Habana, ese propio año.
Otro momento que resalta el vínculo de Carlos de la Torre y Huerta con la medicina, fue que en 1896 recibió un curso de bacteriología en la Facultad de Medicina de París. Además, el 14 de febrero de 1902 fue homenajeado por el Instituto de Medicina de París con un diploma de honor. En 1908 formó parte de la comisión universitaria que dictaminó la incorporación de la Escuela Libre de Medicina Veterinaria de Cuba a la Universidad de La Habana e integró el primer tribunal para los exámenes de oposición destinados a cubrir las cátedras de esa Escuela.
Hay que destacar que el 16 de julio de 1938 la Sociedad Cubana de Biología y de Medicina Tropical “Carlos J. Finlay”, nombró a Carlos de la Torre y Huerta como su Presidente de Honor.
Aunque nunca ejerció de forma sistemática como médico, en varios momentos Carlos de la Torre y Huerta realizó consultas y curó enfermos. Esto lo hizo, sobre todo, en Madruga, lugar donde pasaba sus vacaciones. Allí aprovechaba y brindaba atención a las familias humildes de la zona.
Al respecto, su discípulo José Álvarez Conde narró la siguiente anécdota:
“(…)un vecino solicitó sus servicios profesionales como médico. Inmediatamente el doctor La Torre se trasladó a la casa del enfermo, que era un niño, y después de reconocerlo, fue a la farmacia y compró las medicinas que le había recetado. Pocos días después tuvo que trasladarse rápidamente a la capital y, al regreso, le regaló al enfermo unos juguetes, ropas y zapatos; lo cual fue comentado por los amigos de Madruga, sobre la suerte de no dedicarse a la Medicina, pues el ejercicio de la profesión no le daría para atender a los pacientes”.(…)

Tras una larga vida dedicada a la ciencia, Carlos de la Torre y Huerta legó a su pueblo el más alto ejemplo del hombre de ciencia. Al gran naturalista y preclaro maestro formador de hombres, hay que sumar al médico enamorado del arte de curar.(…)