Por Carlos Manuel Bernal López 
Fátima es un personaje tan real como controversial, tan genuino como heterodoxo. Fátima es la versión carnal y agónica de un ser encerrado en otro cuerpo que busca la verdadera reivindicación en sí mismo.
A las tablas del Teatro Sauto Monumento Nacional acudió Fátima, encarnada en un monólogo del actor Rayssel Cruz, quien también asumió la codirección artística junto a Claudia Zaldívar. En una relación admirable con el público, Ray aprovecha tal intimidad para desentrañar matices expresivos de su interpretación.
«Esta es una obra a la que acude mucho público desde la primera función, y a la vez que pasa eso el actor crea una responsabilidad total con las personas que pagan por verme. Lo menos que puedo hacer es regalarle una función bonita pase lo que pase, y que la gente sienta que hay realidad en las lágrimas y el llanto», añadió Rayssel Cruz.
Fátima llegó al Sauto
Conjugado en una narrativa de alta carga dramática, la obra original de Miguel Barnet, quien presenció la puesta en el coloso yumurino, se entrelaza con códigos nada costumbristas ni regodeos ante la puesta escenificada en el habanero Parque de la Fraternidad.
«Ray y yo nos convertimos en equipo de trabajo. En esos momentos no somos Ray y Claudia como esposo y esposa, sino compañeros de trabajo», afirmó la directora Zaldívar.
«Antes le tocábamos un poco el corazón a las personas por el hecho de que yo le tenía lástima al personaje de Fátima en la puesta anterior. Ahora le tengo un respeto inmenso, pues es un ser humano maravilloso y va por la vida enarbolando una gran verdad. El texto final cree que lo encierra todo cuando dice que Fátima no se rinde, porque es inmortal», dijo Ray.
Un relato estremecedor de dolor, remembranza e historias verosímiles narra la obra, mientras Fátima perdura en la memoria colectiva desde la inmortalidad de un personaje icónico.