En cada rincón de Cuba, donde los libros descansan y las estanterías murmuran historias en susurros de papel, existe una figura silenciosa y esencial: el bibliotecario.
Estos guardianes del conocimiento tejen un entramado vital entre el saber y la sociedad. El Día del Bibliotecario en Cuba, celebrado cada 7 de junio, no solo rinde homenaje a su labor, sino que también nos invita a reconocer la importancia insoslayable de su presencia en nuestra cotidianidad.

La conmemoración de esta fecha tiene sus raíces en el nacimiento de Antonio Bachiller y Morales, el 7 de junio de 1812, reconocido como el padre de la bibliografía cubana. Autor de obras fundamentales, que se convirtieron en guía y referente para otros estudiosos e investigadores, Bachiller y Morales dedicó su vida a recolectar y preservar el saber, estableciendo las bases para una práctica bibliotecaria comprometida con la difusión de la cultura.
En la actualidad, los bibliotecarios en Cuba no son solo custodios de libros; son facilitadores de acceso al conocimiento, promotores de la cultura e impulsores del pensamiento crítico. En un país donde la educación y la cultura son pilares fundamentales, la bibliotecología se erige como una profesión que trasciende las paredes de las bibliotecas.
Las bibliotecas cubanas, desde las más grandes e importantes, hasta las más humildes, en una escuelita rural entre las lomas, reflejan una realidad en la que el trabajo del bibliotecario es sinónimo de resistencia y de compromiso.
Con limitados recursos tecnológicos y materiales, estos profesionales logran mantener vivos los espacios de lectura y estudio, abriendo caminos a la información y ejerciendo un rol pedagógico y comunitario fundamental.
Cada libro catalogado, cada búsqueda facilitada y cada actividad cultural organizada, es un acto de reivindicación del derecho al conocimiento. Los bibliotecarios actúan como puentes entre el pasado y el presente, y entre el presente y el futuro. En tiempos donde la información se ha convertido en un bien preciado y también manipulado, sus funciones adquieren una importancia renovada y urgente.
En las aulas, los estudiantes aprenden sobre los héroes de nuestra independencia y sobre las grandes hazañas que dieron forma a la nación, pero en las bibliotecas, descubren el poder silencioso pero transformador de las palabras, las ideas y los conocimientos que, organizados y accesibles, tienen el potencial de cambiar vidas.
Un bibliotecario en Cuba es más que un profesional; es un activista cultural, un mediador del conocimiento.
En cada Día del Bibliotecario, reconocemos no solo a aquellos que administran los libros, sino a los que inspiran a nuevas generaciones a descubrir, pensar y crear. Recordamos, con gratitud y admiración, que sin ellos, el vasto océano del saber permanecería indómito e inaccesible para muchos. Así, el 7 de junio no es solo una fecha en el calendario; es un recordatorio del poder transformador del conocimiento y de aquellos que, con dedicación y esmero, lo hacen accesible para todos. (ALH)