¿No recuerdas gentil bayamesa,
Que tú fuiste mi sol refulgente,
Y risueño, en tu lánguida frente,
Blando beso imprimí con ardor?
Mayarí Arriba vuelve a conmoverme. Conocí la oriental localidad hace 47 años, durante las actividades por el XX aniversario de la constitución del II Frente Oriental “Frank País”. Por aquellos días Eduardo Sosa sería el niño campesino que tiraba piedras o recogía guayabas en el lomerío de su Tumba Siete natal.
Entonces el municipio santiaguero recibía los restos mortales de los combatientes pertenecientes al frente guerrillero comandado por Raúl Castro Ruz durante los días heroicos del enfrentamiento a la tiranía batistiana.
Fidel y Raúl acudieron a la inauguración de su mausoleo. La revista militar, el traslado de las urnas fúnebres y el encendido de la llama eterna conmovían a todos los presentes.
Vienen a mí las imágenes de un pueblo entusiasta que inauguraba junto a la heroína de la sierra Vilma Espín un bello círculo infantil, el Museo de la Comandancia Rebelde, donde se adoptaran tantas medidas decisivas al triunfo revolucionario y el estadio de rodeo de la localidad al que acudía festivamente una legión de mayariseros.
Hoy las fotos me devuelven la intrincada geografía y la masiva concurrencia de un pueblo que asiste a despedir uno de sus hijos.
Eduardo Sosa Laurencio, grande y sencillo, por su natural grandeza de entregarse y sus sencillas maneras de alcanzar la grandeza. Cantor del pueblo, lo sorprendió la muerte inoportuna, adelantada, impertinente.
Dueño de un estilo característico y una excelente voz, su timbre brillante penetraba en la sensibilidad de las audiencias. Eduardo Sosa defendió lo mejor de la música cubana y constituyó un alto referente de la trova. Apegado a las mejores causas del pueblo, sufrió un accidente cerebrovascular mientras participaba de la Cruzada Teatral en la hermana provincia de Guantánamo y debatían los temas del X Congreso de la Unión de Escritores de Cuba de la cual era vicepresidente.
Lo recordaré siempre entre la imagen tricolor de la bandera, el humo de la pólvora irredenta y el sublime canto de la Patria. Mayarí Arriba no acaba de conmoverme. (LLOLL)