Fue al banco a cobrar su jubilación. Recibió el dinero en billetes de cinco y diez pesos.Comenzó así una terrible odisea.En la mayoría de los establecimientos no estatales que expenden productos no aceptan estos billetes.
Recordé, entonces, que en cierta mymipe no contaban con un billete de cinco que debían dar de vuelto.Obvio, si no lo reciben, no lo podían tener.Se desprende el resultado: el cliente se fue sin su vuelto.
Aunque mucho ha alertado el Mincin sobre la obligatoriedad de aceptar dichas denominaciones, lo cierto es que corre la misma suerte del pago por transferencia.
Se hace caso omiso a lo establecido.
Y de esta manera, sobre todo los billetes de cinco pesos, han quedado solo para pagar los productos de la bodega.
Si el Banco los emite y tienen curso legal ha de existir un aseguramiento de que podrá ser usado en cualquier lugar.
Los consumidores tienen la libertad de elegir cómo pagar acorde con su presupuesto y la exigencia de que sean billetes de alta denominación atenta contra esa libertad.
No obstante, también debemos abogar porque se respeten nuestros derechos y no quedarnos conformes ante el miedo de parecer «miserables».
Miserable es la actitud de quienes niegan a un jubilado, como en este caso, la posibilidad de satisfacer algunas de sus necesidades.
No podemos permitir que siga imperando la ley del más fuerte.
El tema, creo, reviste mayor ocupación de quienes deben velar porque procesos como este no se conviertan en un obstáculo más en nuestro país.