María Villar Buceta fue una ilustre matancera que debe ser recordada como una mujer de ciencia.

Corral Falso de Macurijes fue el pueblo donde nació María del Carmen Villar Buceta, el 25 de abril de 1899, apenas dos años antes de que fuera denominado oficialmente Pedro Betancourt. Debido a problemas familiares sólo hizo estudios primarios, en el Centro Escolar Varela,  pues quedó huérfana a los 11 años. Debió entonces dedicarse a cuidar a sus hermanos y solo en las noches se entregaba a lo que sería su pasión: escribir.

Poemas de una combatiente

En 1915 un matancero, el poeta Agustín Acosta, la dio a conocer en un suplemento de la Pictorial Review. El 3 de abril de ese mismo año publicó, en el Diario de la Marina, el soneto “Desilusión”. A partir de entonces conquistó un espacio en la crítica por las características íntimas de su producción poética. Entre 1917 y 1920 dio a conocer otros poemas en las revistas Castalia, El Fígaro, Bohemia y Social. Entre sus composiciones destacadas estuvo “Autorretrato”. Se radicó en La Habana a partir de 1921.

Debido a que no era conocida, por estos años iniciales algunos pensaron que se trataba de un pseudónimo. Incluso, fue incluida, sin fotografía de su persona, en el tercer tomo del Florilegio de escritoras cubanas (1919), compilado por Antonio González Curquejo. Ante las dudas, el escritor italiano Adolfo Dollero visitó su casa y publicó una foto de María Villar Buceta en el libro Cultura cubana. (La provincia de Matanzas y su evolución) (1919). Allí afirmó:

«Los que no creen en la existencia real de María Villar Buceta andan muy equivocados. Para cerciorarme que no se tratara de bigotes conquistadores, yo he ido a Pedro Betancourt y pudo convencerme de su personalidad femenina y talentosa, enteramente diferente de la que podrían soñar o figurarse poetas y admiradores».

Foto de María Villar Buceta en el libro Cultura cubana. (La provincia de Matanzas y su evolución) (1919). Archivo del autor.

Trabajó en la capital como secretaria de redacción y redactora del Diario de la Noche. En esta publicación apareció, en 1923, su escrito “El 24 de febrero y yo”, gracias al cual conoció a Rubén Martínez Villena. Tiempo después pasó a El Heraldo de Cuba, dirigido por Manuel Márquez Sterling, donde publicó el trabajo titulado “El hombre nuevo”, expresión de sus ideas sociales.

Fue miembro del Grupo Minorista, que agrupó a intelectuales cubanos. Junto a Mariblanca Sabas Alomá, fue la otra mujer que firmó el manifiesto de esa agrupación el 6 de mayo de 1927. Ese año publicó el único libro de poesías que dio a conocer: Unanimismo, gracias al apoyo que recibió de su amiga Sarah Méndez Capote. Este fue un suceso cultural relevante para Cuba. María Villar Buceta recibió entonces una carta de Enrique José Varona, en la que el gran patriota le expresó:

Por primera vez me encuentro ante la poesía que surge de un corazón, como borbota el agua de un manantial.

Tuvo una relevante participación en el combate contra la dictadura de Gerardo Machado. En 1930 se incorporó al Partido Comunista de Cuba y estuvo entre las fundadoras de células comunistas en Calabazar y Wajay. Por sus actividades revolucionarias fue constantemente vigilada y perseguida. Su ideario en aquellos años quedó recogido en un libro inédito, “Colillas”, dirigido al sector obrero. Este fue secuestrado por la policía y nunca se publicó, aunque algunas de sus partes aparecieron en la revista Social. Se ha planteado que escondió, en la reserva de la Biblioteca Nacional, los materiales de la organización clandestina Defensa Obrera Internacional.

Primera página de la conferencia de María Villar Buceta sobre Rosa Luxemburgo, en la revista Claridad. Archivo del autor.

También se destacó como parte del movimiento feminista cubano. En el anuario de El Mundo, correspondiente a 1932, se publicó una extensa entrevista donde hizo consideraciones acerca de los derechos de la mujer. En 1934 publicó “Vida y muerte de Rosa Luxemburgo” en el periódico Ahora. Colaboró con la revista Masas, editada por la Liga Antimperialista de Cuba, donde dio a conocer el artículo “La derogación de la Enmienda Platt: un error de cálculo diplomático. Formó parte del Grupo Gorki, primera filial cubana de la Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios. En Mediodía, revista de filiación comunista, publicó “Estampa en negro de Gorki(1936), mientras que en Adelante se pronunció en contra de los prejuicios raciales.

En 1944, en el décimo aniversario de la muerte de Rubén Martínez Villena, la FEU la invitó a participar en un acto de homenaje al líder comunista en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Impartió entonces la conferencia “Evocación a Rubén Martínez Villena”. En ella afirmó con pasión:

“Sí, he ahí mi cédula de identidad: la reconozco y no escatimo su precio. He sido, y podría seguir siéndolo sin claudicaciones ni sonrojos, compañera de luchas de Rubén Martínez Villena en las filas del proletariado revolucionario internacional: una lucha sin posibles compensaciones gubernamentales, en que todos renunciamos, lo primero, al nombre propio (…) para compartir santamente los trabajos, los peligros, persecuciones, cárceles, hambres, insultos, calumnias y negaciones”.

En los años siguientes María Villar Buceta siguió cultivando la poesía. Varios poemas suyos fueron publicados en la revista Orígenes. Entre ellos “El Faro, “Mar muerto, “Muerte nueva” y “Dureza, duración. El 13 de marzo de 1957 la Escuela Profesional de Periodismo le ofreció un homenaje en la Asociación de Reporteros de Cuba.

Mujer de ciencia

La entrada de María Villar Buceta al mundo de las bibliotecas y su gestión científica ocurrió en 1924. Ese año comenzó a trabajar en la Biblioteca Nacional. En esa época la situación de esta institución cultural no era la más halagüeña. Desprovista de fondos financieros y falta de atención oficial, vivió por varias décadas una existencia precaria. En medio de esos avatares la matancera debió desarrollar su labor científica. Así lo expresó en una ocasión:

 “… quedó centrada mi vida laboral en menesteres de bibliotecas de diversas índoles, quehacer que duró más de cuatro décadas entre pericias increíbles”.

Enamorada de los libros y del trabajo bibliotecario, María Villar Buceta se superó, de forma autodidacta, en los conocimientos más modernos sobre la organización y desarrollo de estas instituciones. Y no solo eso, también desarrolló acciones prácticas dirigidas a colocar a Cuba en el grupo de países de avanzada en cuanto a la bibliotecología. En la Biblioteca Nacional catalogó y clasificó los libros de las diferentes colecciones, sin descuidar la atención a los lectores ni dejar de escribir poemas y ensayos.

En 1935, tras la huelga de marzo, fue despedida de la Biblioteca Nacional. Pasó en 1937 a la Biblioteca Municipal de La Habana, donde trabajó junto a su amigo, el destacado bibliógrafo Fermín Peraza. Entre 1936 y 1938 organizó los fondos de la biblioteca de la Sociedad Lyceum. Hizo lo mismo con las del Havana Yatch Club y el Casino Español de La Habana. En 1938 fue bibliotecaria de la Escuela Nocturna Popular del Cerro.

María Villar Buceta dejó una huella imperecedera en la historia de la ciencia cubana a partir de 1936. Ese año impartió, entre junio y agosto, en la Sociedad Lyceum del Vedado, un Curso de Iniciación Biblioteconómica, con 24 lecciones, primero de su tipo en Cuba. Por tanto, cabe a esta matancera el mérito de ser quien inició en Cuba la ciencia de la biblioteconomía.

Esta abarca un campo interdisciplinario y multidisciplinario sobre las prácticas, perspectivas y herramientas de gestión de las bibliotecas. Incluye la tecnología, educación, recopilación, organización, preservación y difusión de los recursos de información y su economía. Por tanto, la biblioteconomía se encarga de la conservación, organización y administración de las bibliotecas. Acerca del tema publicó “La enseñanza biblioteconómica en Cuba” (1949), en el Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios.

En 1938, en el marco de la Asamblea Nacional Pro Bibliotecas, celebrada en La Habana, se fundó la Asociación de Bibliotecarios Cubanos. Auspiciado por esta se creó la Escuela de Servicios de Bibliotecas. Esta impartió un primer curso en 1940, donde María Villar Buceta fue una de las profesoras. Regresó a la Biblioteca Nacional en 1943. Ese mismo año preparó un ambicioso pretencioso programa de 96 lecciones para un curso teórico-práctico de biblioteconomía. Este se impartió en la Academia Bravo. De esta experiencia ha trascendido la definición que ofreció del sentido social de las bibliotecas:

Ni cementerios ni presidios de libros, sino conservatorios del saber y viveros de la cultura.

Participó en el Primer Congreso Internacional de Archiveros, Bibliotecarios y Conservadores de Museos del Caribe. Este evento se celebró en el Palacio Provincial de La Habana del 14 al 16 de octubre de 1942, como parte de los actos conmemorativos por el IX Cincuentenario del Descubrimiento de América. El trabajo que presentó fue “Bibliotecas públicas y servicios de guerra.

Tras la fundación de la Escuela Profesional de Periodismo Márquez Sterling, en 1943, se trasladó a ese centro, donde creó y dirigió su biblioteca. Sus esfuerzos los dirigió a la formación de una biblioteca especializada para periodistas. Fue autora del proyecto “Bibliotecas y escuelas talleres”, que redactó como miembro de la “Asociación Protectora del Presos”, dirigido a barrios de La Habana.

Desde los años 30 María Villar Buceta fue pionera en la introducción de la “Clasificación Decimal Dewey en Cuba. Lo hizo a partir de aplicación creativa de este método a las condiciones de las bibliotecas cubanas. Sobresalió en lo relativo a la adopción de los métodos más avanzados para la indización y recuperación de información. Defendió la creación de salas de exposiciones y conferencias en las bibliotecas. Reclamó del estado la necesidad de instituir cámaras del libro, centros de artes gráficas, círculos de lectores, mesas redondas, sociedades de amigos de las bibliotecas, entre otras instituciones protectoras del libro. Hizo todo lo que estuvo a su alcance por valorizar la importancia de los bibliotecarios. Defendió con criterios avanzados la necesidad de la extensión bibliotecaria.

Después de 1959 María Villar Buceta comenzó a trabajar en la biblioteca del Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores. Allí realizó comentarios sobre nuevos libros en la revista Política Internacional. Tradujo el prólogo de la obra Ideología del colonialismo de Nelson Werneck Sodré. En estos años colaboró con el periódico El Mundo. Llegó a ser subdirectora de esa biblioteca y se jubiló en 1968. También elaboró, para el Instituto Nacional de las Artes Gráficas, lo que denominó “Proyecto de creación, que consistió en cursos dirigidos a preparar al trabajador gráfico de los recursos técnicos necesarios para desempeñar su labor. Trabajó en la superación de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores y en la organización de bibliotecas en el Ejército Rebelde.

El 7 de julio de 1960 dictó una conferencia en el Capitolio Nacional acerca de los problemas de las bibliotecas. En el Centro de Documentación del Consejo Nacional de Cultura, disertó, el 3 de febrero de 1976, sobre “Emilio Roig de Leuchsenring como documentalista, conferencia que se publicó en la revista Unión. Uno de sus trabajos más conocidos es “Rubén un muerto inmortal” (1976). Lo publicó en Bohemia y en el narró cómo conoció al líder comunista.

Compiló y publicó Contribución a la bibliografía de Rafael María de Labra (1944). Fue autora de Contribución a la bibliografía del periodismo (1952). Con motivo de la victoria de Playa Girón, editó Cronología de las agresiones del imperialismo norteamericano a la América Latina (1963). Dejó un poemario inédito titulado Ultimo tiempo.

Legado

María Villar Buceta murió en La Habana el 29 de junio de 1977. La despedida de duelo estuvo a cargo del poeta y escritor Ángel Augier, quien resaltó:

“Una mujer excepcional, escritora insigne y revolucionaria ejemplar es a la que despedimos hoy aquí con tristeza. Pero su ejemplo y su recuerdo luminoso se nos queda para compensarnos de su pérdida. Y la certidumbre de que jamás será olvidada por su pueblo, a cuya cultura y redención dedicó vida y obra”.

De acuerdo con Asunción Díaz, María Villar Buceta fue

“…una maestra nata, habilísima en toda clase de trabajos manuales, generosa hasta lo imposible, y deseosa de transmitir a todos los valiosos conocimientos que había adquirido por esfuerzo propio, pues era autodidacta.

En su honor, la Asociación Cubana de Bibliotecarios entrega el Premio “María Villar Buceta” de enseñanza bibliotecológica. En la Biblioteca Nacional José Martí existe una cátedra que se honra con su nombre y rinde permanente tributo a su legado.

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