En 1868 la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo de Matanzas realizó varias sesiones científicas públicas. En ellas, puso la medicina al alcance de todos.

La Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo de Matanzas, fundada el 2 de noviembre de 1864, tuvo un comienzo caracterizado por el estudio de las disciplinas que le daban nombre. La química, la mineralogía, la meteorología, la botánica y la zoología, fueron sus primeras preocupaciones. Sin embargo, desde sus inicios agrupó a varios médicos como Sebastián A. de Morales, José López Benavides y Juan F. Prieto.

La posterior incorporación de otros facultativos de la ciudad influyó en el aumento del interés por esta ciencia desde 1866 e incluso, determinó la creación de una Subsección de Medicina y Cirugía. Entre los médicos que formaron parte de la Sección, estuvieron Domingo y Pedro Cartaya, Manuel M. Carrerá, Diego Jiménez, Agustín Pinto y Esteban Llorach. También lo hicieron Evaristo C. Cálvez, Benito Solano y Manuel Zambrana.

En octubre de 1866 comenzó en Matanzas una epidemia de viruelas, de las más terribles que azotaron a Cuba en el pasado siglo. La Sección habilitó un Dispensario Vaccinal en el Liceo y nombró una Comisión de Vacunas formada por varios médicos, para suministrar de forma pública y gratuita ese medio preventivo. Este hecho influyó de forma significativa en la atención que la institución prestó a los temas de medicina.

Así se reflejó en los Juegos Florales celebrados por el Liceo en 1867 y 1868. En el primero de estos años, presente todavía la lucha contra la epidemia, se puso en competencia el tema: “Influencia de la vacuna sobre la economía humana considerada como profiláctica de la viruela, y medios más seguros de obtenerla, conservarla y propagarla”. Un año después se propuso: “Memoria sobre traqueotomía en casos de croup”. Al parecer no se recibieron trabajos sobre estos temas científicos.

La medicina al alcance de todos

Debido a la importancia de la salud para la sociedad matancera y del auge de las ciencias médicas, en 1868 la Sección de Ciencias comenzó a celebrar sesiones científicas públicas semanales. Se realizaron del 19 de abril al 19 de julio y en ellas la medicina ocupó un lugar priorizado, aunque no fue el único aspecto puesto en discusión. Se celebraron los domingos cerca del mediodía, en el local que la Sección poseía en la sede del Liceo o en el salón de actos de la institución. En algunas ocasiones las antecedían sesiones secretas sobre cuestiones de la vida interna de la Sección.

Los temas tratados pueden ser conocidos gracias a las reseñas publicadas en la Aurora del Yumurí, diario matancero que divulgó ampliamente las actividades de la Sección de Ciencias. Los resúmenes de las sesiones fueron redactados por Bernabé Maydagán, director de este periódico. Por los detalles recogidos pueden considerarse las actas de cada actividad. También se publicaron en el mismo periódico las citaciones para cada sesión, firmadas por Manuel J. Presas, secretario de la Sección de Ciencias.

En la primera de ellas, Manuel Zambrana presentó una memoria sobre el ‘Mal de Addison’, enfermedad endocrina cuyas causas eran desconocidas en aquellos años. Este trabajo siguió discutiéndose en las sesiones del 26 de abril, 3 y 10 de mayo. Todas las opiniones emitidas fueron resumidas por Domingo Cartaya, director de la Subsección de Medicina y Cirugía. Hay que resaltar que esta fue la primera vez que en Cuba se debatió sobre esta enfermedad.

Thomas Addison (1793-1860), médico inglés que describió la enfermedad que lleva su nombre.

Sobre estas primeras discusiones, la Aurora del Yumurí resaltó que se había demostrado

“…notable entusiasmo, pues a pesar de no ofrecer el tema interés palpitante y de referirse por otra parte a una enfermedad rara se ha extendido el debate y, agotado el campo de la medicina, se ha buscado fuera de él un arsenal de razones nuevas, y la botánica, la anatomía comparada, la embriogenia y la antropología concurrieron en auxilio de su hermana la hija de Hipócrates. Es de esperarse que cuando se discutan otros temas como los referentes al cólera, a la fiebre amarilla, a la disentería, etc., temas que tienen el interés de la ciencia y sobre todo el de la localidad, se promueva un debate más animado y de resultados más inmediatos”.

También el 10 de mayo, Manuel M. Carrerá presentó una propuesta de “…nueva clasificación de los metaloides, superior en su concepto a las conocidas con los nombres de inglesa, francesa y alemana”. Sostuvo que estaba basada en “…las propiedades electropolares de los metaloides…” y en la “…comburencia (sic) o en la combustibilidad de dichos cuerpos”.  Se discutió el día 17 y Joaquín Barnet la resumió el 31 del propio mes. Sobre metalurgia se anunció el 24 de mayo de 1868 que Ramón M. Estévez presentaría un trabajo, pero esto no sucedió.

La epidemia de cólera que afectó a varios ingenios matanceros, motivó que Esteban Llorach presentara unas estadísticas sobre la enfermedad el 26 de mayo. Estas fueron debatidas y se valoró la marcha de esa dolencia y el modo de enfrentarla. Teniendo en cuenta la animación y vivacidad que caracterizaban estos debates y discusiones realizados bajo los auspicios de la Sección, la sociedad matancera se mostraba cada vez más interesada por los temas de medicina. Por esto, en la Aurora del Yumurí se propuso

“…que los facultativos que discuten en el Liceo sobre medicina digan si las fiebres palúdeas que hace más de tres meses nos vienen afligiendo, se convertirán al fin en endémicas”.

La discusión sobre el cólera continuó el 31 de mayo. Evaristo C. Cálvez presentó una memoria sobre varios casos de la enfermedad tratados por él. En el debate participó el doctor Rafael A. Cowley, catedrático de la Universidad de La Habana, miembro de la Real Academia y corresponsal de la entidad matancera, quien elogió a sus colegas

“…por su conducta médica en la epidemia [de cólera] y por su entusiasmo en las discusiones que habían iniciado”.

Sobre el tema del cólera y el paludismo, los doctores Agustín Pinto y Esteban Llorach hicieron valiosas reflexiones que provocaron nuevos debates. A propósito de lo cual se planteó en la Aurora del Yumurí:

“Creemos que la cuestión pendiente es una de las más importantes que pudieran discutirse y que de su estudio por parte de los Sres. miembros de la Sección puede brotar algo bueno y útil para la humanidad doliente. Estas y otras consideraciones nos mueven a consignar una vez más nuestra enhorabuena al modesto cuerpo que ha sabido despertar el adormido (sic) entusiasmo, llamar a su seno profesores distinguidos y excitar el interés del público ilustrado y de los profesores de La Habana, que ya han comenzado a concurrir a estas reuniones”.

Los criterios sobre el cólera y el paludismo vertidos en las sesiones del 24 y el 31 de mayo, provocaron una polémica sobre el basurero de la ciudad en la Aurora del Yumurí. Esta se extendió desde el 8 al 23 de julio de 1868. Los defensores del basurero escribieron bajo los seudónimos de ‘Otro Imparcial’ y ‘El Empresario de la Basura’. Por otra parte, lo criticaron y abogaron por su eliminación y traslado ‘Un Imparcial’ y ‘Sres. XX’, quienes quizás eran miembros de la Sección de Ciencias. Esta polémica, que evidenció las condiciones higiénicas de la ciudad, fue un tanto a favor de la Sección de Ciencias y de sus esfuerzos en pro de la salud pública.

Citación publicada en Aurora del Yumurí, el 15 de mayo de 1868. Archivo del autor.

Los días 7 y 14 de junio continuaron las discusiones sobre el cólera y el paludismo. Participaron varios médicos, entre ellos Diego Jiménez, quien defendió que “…el verdadero fin de la medicina es la curación del mal”. Por su parte, Manuel Presas opinó

“…que nunca podría esperarse un gran resultado de un tratamiento exclusivo y siempre igual, por cuanto el médico es llamado a curar individuos enfermos y no a combatir enfermedades”.

El 21 de junio Benito Solano presentó un caso de fractura doble de pierna y señaló el procedimiento a seguir. A su vez, el también médico Vicente del Junco mostró varios dientes fósiles de un tiburón, encontrados en una cantera de Bemba (actual Jovellanos).

Al final de esta sesión, Manuel J. Presas presentó su “Memoria sobre cementerios”. Discutida en la Universidad de La Habana, fue aceptada por la Sección de Ciencias como su opinión oficial en la polémica sobre el nuevo camposanto matancero. Esta memoria se publicó en el diario habanero El Siglo en 1867 y no apareció en Aurora del Yumurí, a pesar de un anuncio incluido en la breve reseña sobre su discusión.

Las últimas sesiones científicas se celebraron los días 12 y 19 de julio. En la primera de ellas José López Benavides disertó sobre la cirrosis hepática, lo cual se discutió en la sesión siguiente. Se proyectó una sesión para el 2 de agosto, pero no existe constancia de que se haya efectuado.

La revista El Liceo también dio cobertura a las sesiones científicas de 1868. En mayo de publicó un resumen de las discusiones sobre el mal de Addison, elaborado por Domingo Cartaya. En el número 3, de inicios de junio, apareció la primera parte del resumen de química elaborado por el Joaquín Barnet A  finales de ese propio mes, en el número 4, se publicó la segunda parte de ese resumen y una reseña de las discusiones sobre el cólera. Estos datos se conocen gracias a los resúmenes publicados en Aurora del Yumurí, pues no se han localizado los números citados en ninguna biblioteca del país.

Balance de un esfuerzo

Las sesiones científicas públicas de 1868 reflejaron el estado de la ciencia en la ciudad hasta esa fecha, sobre todo de la medicina. Fueron importantes los criterios de Sebastián A. de Morales sobre la función de las glándulas suprarrenales. También los de Manuel J. Presas sobre la relación de la medicina con otras ciencias, vertidos en la sesión del 3 de mayo al discutirse sobre el mal de Addison. Lo mismo puede decirse de las razones del Manuel M. Carrerá, para establecer su propuesta de clasificación química.  Se destacó la definición por Presas, el 7 de junio, del deber de los médicos, que demostró con su vida, pues murió a los 29 años después de contagiarse atendiendo enfermos de difteria.

Portada del libro donde Thomas Addison dio a conocer en 1855 la enfermedad que lleva su nombre. Archivo del autor.

Estas sesiones científicas han permanecido olvidadas, aunque no fueron desconocidas para la historiografía médica cubana. Carlos M. Trelles mencionó la memoria del Dr. Manuel Zambrana sobre el mal de Addison, que debatieron los socios de la Sección en sus primeras sesiones. El Dr. Manuel Villaverde destacó en 1945 que pocos años después de descrita la enfermedad por el médico inglés era conocida en Cuba.

Fueron otra evidencia significativa de la labor que desarrolló la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo Artístico y Literario de Matanzas. Aunque con el paso de los años el valor científico de los trabajos y criterios expuestos se ha modificado, la sinceridad y el espíritu que los alentó es un ejemplo de profesionalidad y amor a la ciencia. Es un capítulo de la historia de la medicina en Matanzas que merecer ser conocido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *