Close-up studio photo portrait of pretty charming lady with toothy, beaming smile holding two small paper cards in hands isolated bright background

Enamorada

Lo que se hereda no se roba
De niña recuerdo a mi madre advertir” Usted va a ser más enamorada que sus tías”. Papi sentenciaba “las niñas no se enamoran, hasta que papá lo autorice”.
Yo confieso que sí he sido un poco enamorá. Me he  enamorado muchísimas veces. Las mariposas han revoloteando en mi estómago como abanico en apagón.
Creo que la primera vez que me enamoré fue de un muchacho de pelo negrísimo. Él era unos cuantos años mayor, pero yo era tan feliz en su abrazo que eso no me representaba un impedimento. Él me enseñó a montar a caballo, atarme los cordones de los zapatos, a ser valiente y a pedir perdón. Difícil pasar de largo ante tanto.
Otro de mis grandes amores tiene los ojos verdes, la descubrí mientras calmaba impaciente mi llanto, secaba mis lágrimas tras una caída en una bicicleta en la que literalmente me raspé hasta el blanco de los ojos. Ella me besaba en la frente cada noche y con un gesto sobre mi mejilla me decía te amo. Imposible no corresponder a aquel cariño calentito y puro.
También me enamoré del niño que me llevaba la jabita de la merienda para colgarla en el merendero cuando empecé el preescolar. Él compartía conmigo unas galletas y me prestaba sus colores y los carros plásticos de juguete, que yo manejaba como toda una chófer profesional.
Hubo su historia también con la maestra aquella que hablaba pausado y sonreía mucho. La que me obsequió libros que yo devoraba de un tirón y me hizo amar los estantes repletos de la pequeña biblioteca escolar.
Algo debí sentir además por aquel señor mayor, de pelo canoso que me sentaba sobre sus piernas en las tardes de lluvia y me enseñaba a cortar los rabos de nubes colocando los dedos en cruz. El mismo que aplaudía mis continuos brincos con la suiza cuando no levantaba ni dos cuartas del suelo. Aquel que los días de mi cumpleaños sacaba de un pomo de cristal de boca ancha el dinero que apretaba a mi mano para que comprara muchos chupa chupas.
Me enamoré también de una bebé pequeñísima, de pelo muy lacio y nariz respingada. Una niñita que cabía en mi abrazo y con quién creció, a un ritmo vertiginoso, mi amor.
Yo me confieso sí, muy enamoradiza y una apasionada de los regalos caros, de los que valen mucho pero no cuestan tanto. De los pequeños detalles que te sorprenden en una tarde lluviosa. De la sonrisa del niño al que le haces un barco de papel con la última hoja de tu agenda de periodista. De las fotografías que retrato en mi mente en la ciudad que me acogió y que hice parte de mi. Enamorada del hogar en el que habitan y crecen a diario mis sueños y de la persona que me impulsa a conseguirlos. Enamorada de cada sorbo de aire que inhalo, de la mujer que veo en el espejo.
Sí me he enamorado mucho y pienso seguir haciéndolo porque ya papá me autorizó y mami dice que lo que se hereda, no se roba. (LLOLL)

Acerca Liannys Díaz Fundora

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