El 3 de septiembre de 1894 se inauguró el Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, primera institución de su tipo en Cuba.

La historia de la ciencia en Matanzas muestra numerosos acontecimientos relevantes. Entre ellos sobresale, por el impacto social que tuvo, el establecimiento del Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas en 1894.

Antecedentes

Los antecedentes de los Dispensarios para Niños Pobres hay que buscarlos en Francia, donde se creó el primero en 1875. Estas instituciones consistían en establecimientos médicos, atendidas por uno o varios facultativos, donde, además de brindar asistencia gratuita a los infantes, se les proporcionaban medicinas de forma gratis. Por lo general, aunque eran mantenidas por los gobiernos municipales o ayuntamientos, también recibían fondos por parte de benefactores y donaciones.

Uno de los dispensarios más famosos de España lo fundó el médico cardenense Francisco Vidal Solares en Barcelona. Esto sucedió en 1886, junto a la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Sobre esa base, estableció en 1888 un Consultorio de Enfermedades de los Niños, que más tarde, el 15 de mayo 1890, se convirtió en el Hospital de Niños Pobres de Barcelona, del cual fue director por varias décadas.

En 1891 el médico habanero Manuel Delfín inició en la revista La Higiene una campaña dirigida a la creación de dispensarios para niños pobres en La Habana. Para lograr ese fin realizó numerosas gestiones con benefactores, farmacias y médicos de la capital, pero no pudo obtener un local para establecerlo. Esta carencia hizo olvidar el proyecto por varios años.

La idea fue acogida entonces por el médico matancero Domingo L. Madan. La comunicó al Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, donde ya existía una Estación Sanitaria desde 1893 y se desempañaba como jefe de la Sección de Sanidad. La dirección de este Cuerpo acogió de forma inmediata la iniciativa. El 30 de junio de 1894, en Junta de Jefes y Oficiales, presidida por José F. Castelló, Primer Jefe del Cuerpo de Bomberos, fue expuesto el proyecto y aprobado por unanimidad. El acta de esa junta recogió lo siguiente:

«Seguidamente se dio lectura al proyecto de instalación de un Dispensario para niños pobres, presentado por la Junta de Facultativos, cuyas bases fueron aprobadas por unanimidad, acordándose un voto de gracias para la expresada junta. Se aprobó el nombramiento del doctor Domingo L. Madan para la plaza de Director del Dispensario, a propuesta de la Junta de Facultativos. Se autorizó a la Jefatura para que realizara el proyecto facultándola para todos los gastos que demandara».

Sobre el nombramiento del doctor Madan como director del Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, expresó el doctor Manuel Delfín años después, que

“…no podía recaer en persona más idónea, tanto por sus excepcionales cualidades de carácter, saber y amor a la niñez como por haber sido el verdadero e indiscutible iniciador de la idea, que tomó calor y forma entre los meritísimos Jefes de la Institución, teniendo a su vez la mayor y más entusiasta acogida en todas las clases sociales de esta Ciudad, lo que no podía menos de resultar dado tan simpático y humanitario proyecto”.

En la misma Justa se nombraron comisiones de bomberos que realizaron colectas públicas por la ciudad, dirigidas a reunir los fondos necesarios. También se dirigieron circulares a las principales familias de la ciudad, en solicitud de su aporte benéfico. El Ayuntamiento contribuyó con 300 pesos. Además, se comprometió aportar una pensión mensual de 75 pesos, así como abonar el importe de las recetas que despachaban todas las oficinas de farmacia de la ciudad. Se logró reunir la cifra de 710 pesos con 60 centavos, lo cual permitió adquirir los muebles y útiles esenciales para iniciar el trabajo del Dispensario de Niños Pobres.

El Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, primera institución de su tipo en Cuba, se inauguró el 2 de septiembre de 1894. Al acto asistieron las autoridades políticas y eclesiásticas de la provincia. También participaron comisiones médicas de La Habana, Cárdenas y otras localidades. Estuvo presente el Cuerpo de Bomberos en pleno y parte de la sociedad matancera. Funcionó en un local de la calle Río, números 75 y 77, donde radicaba el Cuerpo de Bomberos con su Estación Sanitaria.

Doctor Domingo L. Madan Bebeagua. Archivo del autor.

Además del doctor Domingo L. Madan, los primeros médicos que laboraron en el Dispensario fueron los mismos de la Estación Sanitaria: Roberto C. Madan, Andrés Ulmo, Félix de Vera y Luís A. Cuní. Ante el elevado número de consultas, operaciones y curaciones que se realizaban, otros médicos de la ciudad también colaboraron con la institución de forma gratuita. Estos fueron, en los inicios, Eduardo Díaz, Juan S. Michelena, Jacinto Carrera, Antonio J. Font, Armando Estorino, Vidal Junco y Pantaleón Venero.

Se creó, a propuesta de Domingo L. Madan, una Junta de Señoras que, con el título de Protectoras del Dispensario de Niños, recolectaban dinero, ropa, zapatos, entre otros medios. También se hicieron rifas de objetos de adorno para recaudar fondos. Otros gastos, como el propio servicio médico, alumbrado, agua y el salario de los auxiliares, eran sufragados por la Estación Sanitaria. Una vez establecida la República se le asignó un presupuesto de 80 pesos en monera americana.

En 1902, el doctor Antonio Font describió el funcionamiento del Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas:

“Para ser admitido un niño en el Dispensario, debe de ir pro visto de una boleta dada por el Alcalde de Barrio, Autoridad eclesiástica o un profesor médico o persona caracterizada que garantice que dicho niño es pobre y desvalido; inscribiéndosele desde luego en el libro Registro su nombre, número de orden, día de ingreso, sexo, edad, domicilio, raza y persona que lo recomienda, proveyéndole al mismo tiempo de un billete en que consta el número de orden de Registro, nombre y apellido, domicilio, persona que lo presenta, con cuyo billete deberá presentarse al Médico Consultor de turno el que después de hacer el interrogatorio a la madre o allegado que lo acompaña y tomar todos los antecedentes de su historial patológico pasado, si lo tuviere, o el del estado actual, lo hará anotar por el escribiente en su hoja clínica manifestando tanto en el billete como en aquélla, el diagnóstico establecido, así como la indicación farmacéutica o quirúrgica que se les haga, fórmula indicada a los enfermitos, quedando escrita en la matriz del talonario las mismas indicaciones”.

Comunicación enviada al alcalde de Matanzas por Antonio Font Cuesta en 1899. Se observa el membrete del Dispensario. Archivo del autor. Archivo del autor.

Además, añadió:

“Instituido el tratamiento de cualquier enfermo, se sigue anotando en los días sucesivos de consultas los cambios o modificaciones que se originan en su enfermedad escribiéndole en su hoja clínica así como también los distintos tratamientos que hayan sido necesarios emplear en el curso de su enfermedad; constando al final de dicha hoja el resultado obtenido y proveyéndosele de un nuevo billete, sin diagnóstico, con lo que queda inscripto en el Dispensario para lo sucesivo y le da opción a los beneficios del mismo, siempre que lo necesite”.

Otro aspecto a destacar en la historia del Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas fue el desarrollo de investigaciones vinculadas a las enfermedades que atendían. Con el inicio de la guerra del 95 el Centro Médico Farmacéutico de Matanzas, fundado en 1892, había languidecido hasta desaparecer. Ante esa situación y la necesidad de mantener vivo el espíritu investigativo que los caracterizó, Domingo L. Madan convirtió el Dispensario en un espacio para el debate científico entre la comunidad médica matancera.

Doctor Eduardo Díaz Martínez. Archivo del autor.

Ejemplo fueron los reportes “Consideraciones sobre las diarreas infantiles”, de Domingo L. Madan, y “Consideraciones sobre las diarreas en los niños de grueso vientre”, del propio Madan y Eduardo Díaz. Ambos trabajos fueron leídos en el propio Dispensario y publicados en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana durante 1895. Vinculado al trabajo del Dispensario, en 1896 el doctor Domingo L. Madan también publicó “Las estomatitis graves de la infancia”.

El trabajo más importante derivado de la labor asistencial del Dispensario fue “La hidrohemia en la diarrea infantil (entero-colitis de la miseria)”, escrito por Domingo L. Madan y Eduardo Díaz. Ambos lo leyeron en la Real Academia de Ciencias de La Habana el 13 de junio de 1897. Se trató, en este caso, de una enfermedad derivada de las condiciones de vida a que se había visto sumidas las familias campesinas matanceras con la Reconcentración.

Así lo destacaron los autores, aunque con el debido cuidado en el lenguaje:

“El desequilibrio funcional provocado por el cambio de la vida rural a la urbana, la depresión moral que a todos agobia, las estrecheces económicas de toda clase, la permanencia en viviendas improvisadas en las peores condiciones de higiene y salubridad, ha sido causa notoriamente confirmada para que el paludismo anterior, o su infección latente, haya sido motivo de nuevas fiebres que no han perdonado ni edad ni sexo”.

“La epidemia que estamos atravesando no sólo ha sido grave por su intensidad de propagación sino por la frecuencia de sus complicaciones inmediatas, precoces o tardías, entre las familias más necesitadas y en peores condiciones, por las estrecheces económicas a que se han visto reducidas”.

Inicio del trabajo de Domingo L. Madan y Eduardo Díaz publicado en 1897. Archivo del autor.

Sobre las acciones para enfrentar la enfermedad, destacaron:

“Recomendar la más exquisita vigilancia de la higiene de la piel y del régimen alimenticio; facilitar los recursos de una alimentación apropiada, en la medida que consiente la organización del Dispensario, ha sido nuestro primer cuidado. Con este fin hemos hecho preparar, a imitación del caldo de Springer, una decocción de granos, corteza de pan y masa de carne, en forma de puré, que se hace repartir a los niños que vienen a la consulta. Siempre ha sido bien digerido por estómagos delicados y sus efectos nos parece satisfactorio”.

La labor del Dispensario de Niños Pobres durante la reconcentración fue intensa. Suministró a numerosos niños reconcentrados alimentos básicos como leche, sopa y arroz, así como ropas, telas y frazadas. En esta etapa la labor de los médicos, en especial del propio Domingo L. Madan, fue sumamente sacrificada, en aras de atenuar el impacto de las enfermedades y la muerte que esa política genocida generó.

Las estadísticas demuestran la encomiable labor realizada por el Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas en esas condiciones. En 1897 y 1898 realizó 16 058 y 18 779 consultas, respectivamente. En cuanto a los ingresos, estos ascendieron, de 914 en 1896 a 2 608 en 1897 y 1 749 en 1898. Estos números, junto a los de las consultas, recetas, curaciones de cirugía, comida y medios entregados, resaltan el altruista desempeño de los médicos que laboraron en la institución.

Estadísticas de la labor realizada por el Dispensario entre 1894 y 1901. Archivo del autor.

Esta noble función continuó durante los primeros años del siglo XX. Así quedó recogido en el informe presentado por el doctor Alberto Schweyer en 1908, donde destacó que el Dispensario:

“…ha continuado dando sus consultas diarias y facilitando a esos niños medicinas, alimentos, vestidos, etc. En el año de 1907 han sido inscriptos 523 niños, disfrutando de 3,962 consultas, con 3,321 fórmulas gratuitas, y alcanzando 3,513 donativos diversos entre zapatos, vestidos, litros de leche, etc. Están encargados de los servicios médicos del Dispensario un Médico Director y los tres internos de la Estación Sanitaria”.

Tras el fallecimiento de Domingo L. Madan el 24 de julio de 1898, a los 41 años, muy sentido por la sociedad matancera y habanera, se nombró director del Dispensario al doctor Eduardo Díaz Martínez. Este ocupó ese cargo hasta 1902, cuando la asumió el doctor Antonio Font Cuesta, quien dirigió la institución hasta su muerte, el 30 de mayo de 1926. En 1900, al inaugurarse el bello edificio neoclásico donde se estableció el Cuerpo de Bomberos, el Dispensario fue ubicado en uno de sus locales. Allí funcionó hasta 1928, cuando se integró a la Estación Sanitaria, la cual se comenzó a llamar desde entonces Casa de Socorro.

Doctor Antonio Font Cuesta. Archivo del autor.

En justo homenaje al fundador del Dispensario de Niños Pobres de los Bomberos del Comercio de Matanzas, el doctor Antonio Font Cuesta propuso que esta institución llevara el nombre de Domingo L. Madan. Así lo acordó el Cuerpo de Bomberos el 2 de abril de 1902. Acerca del legado del Dispensario matancero, expresó el doctor Manuel Delfín:

“El Dispensario de Matanzas tiene una historia brillantísima: su fundador concibió con mayor perfección nuestra idea. No se trataba solamente de una Institución médica, como alguien pudiera pensar, sino más principalmente de una Institución benéfica; no estaban nuestros niños tan faltos de salud por motivos de enferme dad como por escasez de alimentos apropiados a su edad, y Madan desde luego estableció en el Dispensario que crearon su talento y su corazón, lo conducente a la alimentación de nuestros niños”.

Los ecos

Al cumplirse en 1895 el primer aniversario de la fundación del Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas, se acordó enviar al doctor Manuel Delfín un obsequio. Este consistió en una escribanía de plata. Fue un sincero homenaje de los médicos del Dispensario y los bomberos de Matanzas, al iniciador de la idea de crear esos establecimientos en Cuba. Así quedó recogido en las páginas del Diario de la Marina.

Noticia del Diario de la Marina sobre el obsequio realizado por al Dispensario al doctor Manuel Delfín en 1895. Archivo del autor.

Rápidamente la creación del Dispensario para Niños Pobres en Matanzas fue conocido en toda Cuba. En Santa Clara, bajo el auspicio de la benefactora Marta Abreu, se creó el Dispensario para Niños Pobres “El Amparo”, que se inauguró el 14 de mayo de 1895. Este lo fundó y dirigió la asociación Cuerpo Médico Farmacéutico y fue sostenido por el Ayuntamiento y la caridad pública.

En una visita que realizó a Matanzas Manuel Santander y Frutos, Obispo de la Habana, visitó el Dispensario yumurino. Al regresar a la capital comenzó las gestiones para crear uno similar. La institución habanera se inauguró el 29 de noviembre de 1896. Lo dirigió el doctor Manuel Delfín y llevó el nombre de Nuestra Señora de la Caridad. Un segundo dispensario habanero, Nuestra Señora del Pilar, se inauguró el 1 de enero de 1897, bajo la dirección del doctor Antonio de Gordon y de Acosta.

En Matanzas se establecieron dispensarios en cada barrio de la ciudad en 1899, debido al éxito del fundado en 1894. En 1918, el destacado odontólogo matancero Antonio Recasens, inspirado también en la obra de Domingo L. Madan y el Cuerpo de Bomberos de Matanzas, estableció un Dispensario Dental para Niños Pobres.

Foto del Dispensario Domingo L. Madan en 1918. Archivo del autor.

En la historia de la ciencia matancera el Dispensario de Niños Pobres del Cuerpo de Bomberos del Comercio de Matanzas ocupa un lugar de privilegio. Fue el primero que se estableció en Cuba y un orgullo de la Atenas de Cuba por varias décadas. Dejó para la posteridad un ejemplo de compromiso social y amor a la ciencia médica.

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