En 2025 se cumplen 160 años del inicio de la publicación de la revista científica Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba.

Una de las grandes realizaciones que la ciencia cubana debe al sabio naturalista Felipe Poey, es la publicación, a partir de abril 1865 y hasta 1868, de la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. En ella fue fundamental la presencia de científicos matanceros, que contribuyeron con varios artículos.

Un proyecto común

Existen múltiples evidencias que demuestran que la participación matancera fue decisiva para la publicación del Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Todo parece indicar que la idea fue propuesta a Felipe Poey por el joven yumurino Manuel Jacinto Presas, su discípulo predilecto en la Universidad de La Habana.

La gestación de la nueva revista científica coincidió con el surgimiento de la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo Artístico y Literario de Matanzas, primera institución científica del territorio. El día de su fundación, 2 de noviembre de 1864, se trató el tema de la próxima aparición del Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. En el acta de esa sesión inaugural se lee que

“El Sr. Jimeno manifestó a los Sres. miembros lo adelantada que se hallaba la idea de un periódico de ciencias naturales bajo el título de «Repertorio físico natural de la Isla de Cuba» dirigido por nuestro eminente naturalista D. Felipe Poey, con la colaboración de distinguidos escritores entre los que figuran en primera línea los Sres. Gundlach, Fernández de Castro y Morales. Como no todos los concurrentes estaban enterados del asunto, el Sr. Jimeno hizo la historia del proyecto concebido y llevado adelante por el Sr. Presas. El infrascrito Secretario dio las gracias al Sr. Jimeno por los términos lisonjeros en que de él se ocupaba, y prometió traer muy pronto a la mesa el prospecto, cuya publicación se deberá a la generosidad y amor a las ciencias del Sr. Jimeno”.

En el periódico matancero Aurora del Yumurí se publicó, el 15 de febrero de 1865, el prospecto del Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Entre las personalidades que lo firmaron estuvieron cuatro fundadores de la Sección de Ciencias: Richard J. Cay, Francisco Jimeno, Sebastián A. de Morales y Manuel J. Presas. Aparecieron, además, las firmas de seis corresponsales de la Sección de Ciencias: Joaquín F. de Aenlle, Rafael de Arango, Manuel Fernández de Castro, Juan C. Gundlach y Andrés Poey, además del propio director de la revista, Felipe Poey. En 1866 el Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba tenía como colaboradores, además de los citados, a otros miembros de la institución matancera: Félix García Chávez, Rafael Madrigal, Benito J. Riera, Fernando Valdés Aguirre, Juan Vilaró y Charles Wright, todos corresponsales de la Sección.

Condiciones de la suscripción a la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Archivo de autor.

Debe destacarse que Sebastián A. de Morales fue el encargado de recoger las suscripciones a la nueva revista en Matanzas. En el caso de Manuel J. Presas, cuya contribución financiera fue decisiva para la materialización de este proyecto de la comunidad científica habanero-matancera, hay que agregar que estuvo encargado de la correspondencia y fue secretario de la redacción. En 1874, Felipe Poey escribió que Presas

“…fue mi principal colaborador en la publicación del Repertorio Físico Natural de la isla de Cuba, que bajo mi dirección alcanzó dos tomos por los años de 1865 a 1868. Cuando vio que la suscripción decaía, entró conmigo en la sociedad, más bien para aliviarme en las pérdidas que para aprovechar las ganancias”.

En total, los científicos matanceros publicaron doce artículos en esta revista. De ellos, diez contenían resultados de investigaciones desarrolladas por sus autores. Por esta razón, el Repertorio Físico Natural de la isla de Cuba fue uno de los órganos de divulgación de la Sección de Ciencias. Así lo afirmó el químico y naturalista Joaquín Barnet, al expresar que había permitido “…dar publicidad a sus tareas científicas”.

El primer tomo

En el primer tomo del Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba, aparecieron seis trabajos escritos por científicos matanceros. Fue publicado por entregas entre abril de 1865 y agosto de 1866, a un costo de 30 centavos cada una. Se insertó un “Prólogo”, con parte del “Prospecto”, que quizás fue escrito por el matancero Manuel J. Presas. En el se expresó lo siguiente:

“Mucha falta ha hecho hasta ahora a la Isla de Cuba una publicación especial, destinada a revelar al mundo científico sus tesoros naturales. Privadas de este recurso, las personas que se han dedicado al cultivo de la ciencia, se han visto obligadas a remitir sus escritos a periódicos extranjeros, o a conservarlos manuscritos sin esperanzas de lograr el fruto de sus desvelos. El Repertorio físico-natural que damos a la prensa, será para ellos una grata nueva y un aliciente en medio de sus trabajos. Los artículos que salgan a luz, serán producciones originales de sus autores; sin perjuicio de reproducir algunos de los que interesen altamente a la Isla de Cuba, y se hallan esparcidos en compilaciones de costosa adquisición”.

“El Repertorio se presenta hoy como un núcleo alrededor del cual se agruparán los descubrimientos e ideas útiles; y no dudamos de que la constancia de los colaboradores, favorecida por el público ilustrado, llegue a levantar un monumento digno de ser consultado por todos los sabios que se ocupen de los fenómenos físicos de Cuba y de sus riquezas naturales”.

El primero de los trabajos científicos publicado en el Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba, fue “La Historia Natural en Cuba”, de Manuel J. Presas. Tuvo como objetivo caracterizar el desarrollo histórico de las ciencias naturales en Cuba, desde la llegada de los españoles hasta 1865. Está considerada la primera historia de la ciencia nacional escrita por un cubano.

En los dos primeros párrafos, Manuel J. Presas expresó con claridad la intención de este ensayo:

“El Repertorio necesitaba una «Introducción», y ninguna era más natural que un artículo dedicado a dar a conocer el desenvolvimiento, en otros términos, la historia de las ciencias naturales en la Isla de Cuba. Esta es la causa de que este trabajo venga a ocupar las primeras páginas del periódico; a esto, y no a otro motivo, se debe que mi firma aparezca antes de las distinguidas de Poey y de Gundlach, de Morales y de Fernández de Castro”.

“La Historia Natural de Cuba entra en una nueva era con la publicación de este periódico; y justo es manifestar a sus lectores cómo nacieron, cómo se desarrollaron y cómo llegaron a su virilidad las Ciencias naturales entre nosotros; o tributando al mismo tiempo a cada uno el honor que merece por haber llevado la Ciencia por sendas de rápido adelanto”.

Este trabajo del matancero Presas ha sido elogiado desde su publicación. Recogió para la historia numerosas referencias a los inicios en el país de las ciencias encargadas del estudio de la naturaleza. La significación que tuvo, fue señalada por Poey al morir Presas de forma inesperada en 1874:

“Las primeras cincuenta y seis páginas de este periódico están ocupadas por un trabajo notable de Presas, titulado «La Historia Natural en Cuba», abrazando los tiempos pasados y presentes, nombrando y apreciando en su justo valor las obras que se han escrito sobre la historia natural de esta isla, no sólo en ella sino también en el extranjero, por los sabios de todas las naciones. Esta brillante introducción de un joven de veinte años justifica todos mis elogios”.

Sobre botánica se publicaron dos artículos de Sebastián Alfredo de Morales, titulados “El corojo. Gastrococos armentalis” y “Monografía de las ampelídeas de Cuba”. El primero se dedicó a rectificar la nomenclatura científica de esta especie de palma cubana. Según Morales, la descripción de esta planta es era “…imperfecta, muy escasa, y de dudosa justificación”. Por tanto, la consideró “…defectuosa…”, lo cual le hizo acometer la publicación de este trabajo.

Portada del primer tomo de la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Archivo del autor.

La “Monografía de las ampelídeas de Cuba” formó parte de la Flora de Cuba, obra mayor de Sebastián A. de Morales. Una parte de esta misma monografía se publicó en el tercer tomo de los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (1866). Morales había sido nombrado corresponsal de la Real Academia en Matanzas, el 4 de abril de 1862. De acuerdo con el historiador José López Sánchez, este fue el “…aporte de mayor valor científico…”, del célebre botánico matancero.

Dedicado a la geología se incluyó “Análisis de un cuarzo jaspe de la mina Santa María de Begoña”, escrito por el químico y farmacéutico yumurino Joaquín Barnet. Este trabajo recogió las conclusiones finales de la primera investigación desarrollada en colectivo por la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas. Se trataba de un debate sobre la composición química de este mineral, hallado en la mina de Santa María de Begoña, en Rancho Veloz, Sagua la Grande. Para dilucidar la polémica se le encomendó a Joaquín Barnet estudiar la muestra, quien comprobó que no contenía cobre, avalando su criterio con las pruebas químicas realizadas. Este informe inicial se publicó, junto a consideraciones de Presas, en la revista El Liceo. Después, ante algunas dudas, Barnet hizo nuevos análisis y reconoció la presencia de sesquióxido de hierro hidratado.

Vinculados a la malacología fueron incluidos dos trabajos, ambos escritos por Manuel J. Presas. El primero, que llevó por título “Descripción de una especie nueva de molusco terrestre cubano”, contiene los detalles característicos del caracol Cylindrella garciana, descubierto por Charles Wright en el potrero Palmasola, cerca de Carbonera, en Matanzas. El segundo, “Moluscos terrestres y fluviales encontrados por Gundlach y Presas en una excursión de Ceiba Mocha al Pan y al Palenque”, presentó los resultados de esta expedición científica a un conocido lugar cerca de la ciudad yumurina.

El tomo segundo

Un segundo volumen del Repertorio Físico Natural de la Isla de Cuba comenzó a repartirse por entregas en septiembre de 1865. La última llevó como fecha junio de 1868. Fue el tomo final de esta revista, de gran importancia en la historia de la ciencia cubana.

Portada del segundo tomo de la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Archivo del autor.

Los aportes matanceros comenzaron en esta oportunidad con “Análisis cuantitativa de varios frutos y raíces amiláceas pertenecientes a la flora cubana”. En este trabajo Joaquín Barnet analizó la composición química de las raíces o frutas de 15 especies de plantas, muchas de ellas cultivadas por el hombre, como el sagú, la papa, ñame, yuca, calabaza y boniato. Declaró además que se proponía “…ir determinando paulatinamente otros frutos y raíces (…) hasta completar este interesante capítulo…”. Estas muestras fueron exhibidas en la Exposición Universal de París de 1867.

Otros tres trabajos de científicos matanceros también trataron sobre las posibilidades económicas de plantas cubanas. Los dos primeros tenían como autor al botánico Sebastián A. de Morales. Se titularon: “Flora cubana. Vegetales que producen resinas y gomo-resinas, útiles a la industria y a la medicina” y “Flora cubana. Vegetales que producen aceites útiles a la industria, a la medicina y a la economía doméstica”. En ambos casos se trata de ejemplos de la labor investigativa de Morales.

Acerca de la continuidad de estos trabajos, señaló:

“Al terminar este capítulo de nuestro trabajo, debemos de advertir que no le consideramos completo, pues aún faltan muchas especies productoras de la materia que lo motiva; empero no siendo otro nuestro ánimo que el de dar a conocer las más importante de nuestra Flora, nos hemos limitado a enumerar las conocidas, las productibles, las aplicables”.

El tercer trabajo sobre la flora cubana y sus aplicaciones, fue “Maderas de las islas de Cuba y Santo Domingo”, escrito por Manuel J. Presas. Se presentó en la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas el 20 de agosto de 1867. En esta memoria se rectificó la clasificación de las plantas estudiadas por el coronel de Ingenieros Nicolás Valdés Fernández en el libro Maderas de las Islas de Cuba y Santo Domingo. Espresiones esperimentales de sus resistencias en todos sentidos (1866), publicado en Madrid. Este trabajo de Presas fue analizado por el botánico Francisco A. Sauvalle en el tomo cuatro (1868) de los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en el artículo “Flora cubana” ,donde rectificó errores en el uso de varios nombres vulgares de árboles cubanos.

Portada del libro de Nicolás Valdés analizado por Manuel J. Presas. Archivo del autor.

Los últimos escritos relacionados con científicos matanceros en el segundo tomo del Repertorio Físico Natural de la Isla de Cuba, fueron “Noticias zoológicas. Insectos” y “Diptera cubensia”. En ambos casos el autor fue Manuel J. Presas. Estuvieron dedicados a ofrecer información acerca de las últimas obras, publicadas en Europa y los Estados Unidos, donde se describían especies de insectos cubanos.

También es este tomo hay que resaltar el escrito “Liceo de Matanzas”, de Felipe Poey. Es una nota del director de la revista, acerca de la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas, donde elogió sus esfuerzos en favor de la ciencia y conocimiento. Entre otras cuestiones, expresó el sabio cubano:

“Hay en Matanzas una corporación científica que hace honor al país por los interesantes trabajos que realiza, y por los excelentes resultados que ha conseguido en el corto tiempo que lleva de instalada. Nos referimos a la Sección de Ciencias físicas, naturales y matemáticas del Liceo de Matanzas; Sociedad bien conocida de todos los que cultivan las ciencias y las letras en nuestra Isla”.

“Hace unos dos años que varios amantes de la Naturaleza, se reunieron por primera vez; y de esa Junta surgió la Sección que más tarde ha ido aumentando el número de sus miembros, y ha ido amplificando y dando cima a su programa. No son lisonjeras esperanzas, ni halagadoras teorías las que nos presenta esta Sección; ella gira en el campo de la realidad, y lleva al terreno de los hechos, uno a uno y acertadamente, los asuntos de su programa”.

Después de destacar algunos de los logros de la institución, concluyó:

“Nos congratulamos de haber encontrado esta oportunidad para manifestar a la Sección de Ciencias de Matanzas nuestra humilde aprobación”.

Redactores y colaboradores de la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Archivo del autor.

Otros científicos cubanos muy vinculados a Matanzas como el alemán Juan Cristóbal Gundlach y el habanero Juan Vilaró, además de Felipe Poey, también publicaron trabajos en el Repertorio Físico Natural de la Isla de Cuba. Esta reseña ha querido destacar a los que estuvieron estrechamente relacionados, como socios numerarios, a la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas. Ellos prestigiaron con sus escritos las páginas de esta emblemática revista cubana.

Después de 1868 no volvió a publicarse el Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba. Diversas razones, sobre todo el inicio de la Guerra de los Diez Años, hicieron imposible que apareciera un tercer tomo. La revista no contó con apoyo financiero y se sostuvo gracias a las contribuciones de los redactores, en especial Felipe Poey y Manuel Presas. Lamentablemente no se cumplió parte de lo expresado por Presas en el ensayo «La Historia Natural», cuando señaló que la revista

«…por contener constantemente trabajos originales sobre los intereses científicos de la Isla de Cuba, alcanzará protección, no lo dudamos, no solamente de los que hacen de estas materias sus estudios favoritos, sino también de los que lanzados a otras especulaciones, den su óbolo en favor de una empresa que puede traer honra y provecho a la patria».

El joven naturalista y médico matancero sí acertó en la última idea: la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba fue de mucha «honra y provecho» para Cuba. (ALH)

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