Una tarde de principios de los años 70, en la librería de Alacranes, me regalaron los dos tomos de Retorno a la alborada de Raúl Roa. Para el relator el texto no constituía ciertamente un retorno. Era en cambio una revelación, un descubrimiento que nunca acabo de agradecer lo suficiente. Era asistir a otra inauguración de la alborada y al definitivo elogio de la locura.
Entonces trabajaba yo en la Empresa Cañera Puerto Rico Libre, cuyas oficinas radicaban en el municipio Alacranes. Muchas tardes visitaba la librería, donde Allende el librero y el vecino Bodes, debatían temas políticos, históricos o culturales.
De algún modo me vi involucrado en aquellos debates y más tarde premiado gracias al desprendimiento de Gades al regalarme el indiscutible tesoro literario.
El texto editado en dos tomos por la Universidad Central de Las Villas en 1964, se introduce con una nota del “infatigable, poliédrico y talentudo Samuel Feijóo” – según lo presenta Roa en el propio prólogo del libro – entonces Director de Publicaciones de la casa de altos estudios.
Los textos seleccionados se agrupan en expresivos titulares ”desde Alba frustrada hasta Violines en la lluvia. Desde simiente del pueblo hasta Tiempo de alborada”… En su nota Feijóo nos advierte de la “jocunda, certera, irónica, violenta, jovial, cubana prosa de Raúl Roa”…
A Roa, lo identificaba con el diplomático culto e intrépido, acérrimo defensor de la política revolucionaria, el Canciller de la Dignidad que representó a Cuba en las más encumbradas tribunas del mundo.
Con la lectura de “Retorno a la Alborada” sobrevino un acercamiento más prolijo al pensamiento y la obra del imprescindible intelectual cubano.
Escaramuza en las vísperas, publicado dos años más tarde por la misma editorial, Bufa subversiva, escrita durante las luchas revolucionarias de los años treinta o El fuego de la semilla en el surco, que honra la vida y la obra del poeta y líder revolucionario Rubén Martínez Villena, comprenden un itinerario obligado para todo aquel que pretenda acercarse a la peculiar cosmovisión de uno de sus relatores y más preclaros protagonistas de la historia cubana.
Cuando se cumplen 42 años de la desaparición física de Raúl Roa García, la evocación de su obra cabe honrarla desde el compromiso militante y la exultación criolla.
Su gracia y arrojo legendarios son recordados por nuestro pueblo con singular simpatía.
Por más de 15 años mantuvo a raya la diplomacia norteamericana. Aún después, siendo vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular mientras presidía una Conferencia Interparlamentaria requirió al representante estadounidense que insistía en intervenir: “Tiene la palabra el delegado de Estados Unidos, pero sin guapería”.
Pero su personalidad histórica no concluye allí. Como se ha dicho Roa no nació vestido de traje y corbata, ni viejo, ni escaso de pelo.
De sus años jóvenes Loló de la Torriente le recuerda como El Flaco. Así le llamaban sus compañeros de aula, “más hueso que carne… Era el más greñudo de todos los greñudos, el más malhablado de todos los insolentes y el más ingenioso de todos los hidalgos”.
Sus palabras encendidas estremecían las multitudes. El loco le llamaban. Pablo de la Torriente Brau, lo recuerda durante una asamblea universitaria realizada en 1934 para juzgar a los catedráticos que habían apoyado la prórroga de poderes de Machado. Roa es recibido con una enorme ovación. Los estudiantes gritaban “¡se soltó el Loco!” para nombrar al estudiante izquierdista
“Al terminar Raúl Roa su sólida estructuración del problema, recibió una gigantesca ovación, cuando terminó exigiendo por el honor de la Universidad la expulsión de unos profesores que la deshonraban”…
Así recordaron sus más cercanos compañeros al joven Roa, capaz de pasar de la tribuna y el discurso acusador a repartir trompones en las contiendas estudiantiles.
Pasados los años sorprende la singular carta que enviara a la poetisa matancera Carilda Oliver Labra en 1950 para anunciarle el premio de la Dirección de Cultura concedido a su poemario Al sur de mi garganta.
“Usted vino a la tierra con la gracia suprema del canto. Solo que en esta trágica coyuntura de la historia el poeta es como una alondra ciega en un bosque erizado de púas. No tiene otro destino que desangrase sin que el crepúsculo se entere”.
Crítico del marxismo dogmático propugnado por la URSS, cuestionó los errores del estalinismo. Al triunfo de la Revolución Cubana abrazó la causa liderada por Fidel. Con el ingresó al Partido Comunista de Cuba, como la vanguardia revolucionaria de un marxismo creador.
Centelleante en la polémica, inmenso por la profundidad conceptual Roa ocupó un puesto en la vanguardia política de su tiempo. Fiel al legado de Mella, Pablo, Villena, Trejo y Fidel, su estampa quijotesca suscitan un nuevo elogio de la locura.
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