De rebote también vale. Así se arman los grandes, con lujos de repente, pero efectividad siempre. Si bien su talento lo llevó al Madrid, está siendo su mística goleadora e influyente lo que le está abriendo las puertas de la hinchada blanca a Jude Bellingham.
Esa hinchada impaciente, que consagra y condena en cosa de partidos, y que el único lenguaje que conoce es el de la victoria. En general esperan la goleada, pero si hay que morder el cuchillo, también gritan con el puño en alto, porque, aunque los románticos debatan, siempre importa más ganar que la forma de conseguirlo.
Hoy fue llevando el cántaro al agua una y otra y otra vez. Todos remataron al arco y la pelota salió rechazada por pericia del arquero, solidaridad de los palos o rebotes azarosos. Pero la historia quiso jugar la carta de la crueldad con el humilde y aguerrido Unión Berlín, y en el último rebote del partido, que nació después de un cañonazo de Valverde, la pelota picó mansita en área chica y con arco descubierto.
Ahí apareció Bellingham, la joya inglesa, quien de media vuelta la empujó al arco, destrabó las gargantas y le ganó el partido al Real Madrid. Detrás del gol quedó el talento, el despliegue y el buen juego de Jude Bellingham, pues en ese instante solo importó el grito. Con el resultado consumado, la hinchada le agradeció el regalo de último minuto y al unísono cantó un himno para empezar a elevar al olimpo a su naciente estrella británica: “Na na na na na na na na na na na…. Hey, Jude”. (ALH)
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