Habían transcurrido solo 10 días del Grito de Independencia protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, en La Demajagua, cuando el pueblo de Bayamo, liberado del yugo colonial, entonó por primera vez el canto de la Patria.
El cántico, compuesto por el patricio bayamés Perucho Figueredo, inspirado en La Marsellesa y los ideales de la Revolución Francesa, devino años más tarde el glorioso Himno Nacional de Cuba.
El 10 de octubre marca el inicio de la forja de la nación cubana. El 20 del propio mes se interpretó La Bayamesa, así llamada la emblemática pieza, creada hace 155 años.
Cuentan que en la memorable jornada, Perucho, sin desmontarse de su cabalgadura, escribió las seis estrofas con que contaba el himno al inicio.
La población bayamesa conocía la épica melodía desde junio de ese año, cuando fue interpretada durante la celebración del Corpus Christi. orquestada por Manuel Muñoz, correligionario de Céspedes y Figueredo; entonces se disimularía el carácter rebelde de la obra, ante la autoridad colonial presente en el lugar.
El 20 de octubre de 1868, el himno de Bayamo se cantó con el júbilo y el valor de hombres y mujeres comprometidos con la lucha por la independencia de Cuba. Era la misma pasión libertaria con la que Canducha Figueredo, hija de Perucho, cabalgó por la urbe bayamesa portando la bandera del Padre de la Patria.
Desde entonces el himno de Bayamo acompañó al pueblo cubano en todas sus realizaciones y más caras batallas.
Luego del 68 la marcha de combate se cantó por los revolucionarios en Cuba y en la emigración, tras la guerra frustrada sin la merecida independencia.
Perdidas las partituras originales del himno de Bayamo, es José Martí quien durante los preparativos de la Guerra Necesaria encarga al músico y patriota camagüeyano Emilio Agramonte, emigrado a los Estados Unidos, la recuperación de la histórica composición. La transcripción de la marcha de guerra es publicada por el Apóstol de la Independencia de Cuba en el periódico Patria del 25 de agosto de 1892.
Luego, será el compositor y director de banda José Antonio Rodríguez Ferrer el encargado de orquestar y ejecutar el Himno de Bayamo, en 1898, durante el recibimiento en Guanabacoa de las primeras tropas cubanas, concluida la guerra por la independencia de Cuba, con la intervención del ejército norteamericano.
Esta vez, Rodríguez Ferrer introdujo en la marcha la entrada instrumental que convoca como al combate con un toque de diana.
La marcha de combate, aprobada oficialmente en 1900 como Himno Nacional de Cuba, a partir de los sucesivos arreglos introducidos a La Bayamesa, fue ratificada por la Constitución de 1940 y las refrendadas por el pueblo cubano durante el período revolucionario. Conserva en sí los elementos musicales identificativos de la pieza fundacional y el texto viril que Pedro Figueredo Cisneros legó al pueblo cubano el 20 de octubre de 1868.
Cantarlo con el fervor y el compromiso patrio con que lo entonaron todas las generaciones de cubanos que hincharon sus pechos con la emoción de las históricas estrofas, es nuestro deber.
Este 20 de octubre, Día de la Cultura Nacional, entonemos las vibrantes notas de nuestro Himno Nacional. Mostremos al mundo el orgullo de sentirnos cubanos y que aún en las más difíciles de las circunstancias respetamos con el trovador que el canto de la Patria es nuestro canto. (ALH)
Esa letra, esos acordes, han sido teñidos con la sangre de nuestros mártires en más de un siglo de luchas. Siempre el oírlo, el entonarlo, se nutre de un respeto a esa historia peculiar que ha acompañado a nuestras luchas de liberación, y sigue siendo un Himno de guerra, de resistencia, de llamado al Combate ante el opresor, ante el invasor, o ante cualquier desafío que atente contra la libertad y la soberanía de nuestro pueblo.
Sin chovinismos. He escuchado himnos de otros países. Más largos, más cortos que el nuestro. Pero ninguno con la carga emocional, de patriotismo, en estrofas mínimas, en estilo marcial. Udaeta, el gobernador militar de Bayamo, al oírlo, visualizó e interpretó correctamente su música. No, no era un sencillo himno para ser interpretado en una festividad eclesiástica, ni mucho menos religioso. Era la clarinada de la lucha que se iniciaba contra el poder de España. Era, es, el himno de un pueblo que nunca ya renunciaría a la lucha por su libertad.