El presbítero católico Manuel Francisco García ocupa un lugar de privilegio en la historia de Matanzas por sus aportes a la educación y la ciencia.

En 2014 la bibliotecóloga e historiadora matancera Caridad Contreras Llorca publicó el libro Ilustración y fe. Padre Manuel Francisco García. Esta obra, dedicada a una personalidad célebre pero poco estudiada, puede considerarse una contribución relevante al conocimiento de la historia matancera. Rescató, sobre la base de una investigación minuciosa, los detalles de la vida de un hombre que se dedicó a hacer el bien y a trabajar por engrandecer una ciudad.

Portada del libro Ilustración y fe. Padre Manuel Francisco García (2014).

Huellas de un hombre de Dios

Es un dato poco conocido que Manuel Francisco García era nieto, por vía materna de José Antonio Gómez, el famoso Pepe Antonio que se enfrentó a los ingleses en 1762. De Guanabacoa eran sus padres, aunque fue nacido en Ceiba Mocha el 27 de septiembre de 1794. Díaz después se le bautizó en la Catedral de Matanzas, como Manuel Francisco Cosme de Jesús García Gómez.

Padre Manuel Francisco García. Archivo del autor.

Muy joven, en 1811, Manuel Francisco García ingresó en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Allí fue discípulo de eminentes figuras como José Agustín Caballero, Bernardo O’Gavan y Félix Varela. Pero, sobre todo, recibió la influencia renovadora de las reformas impulsadas por Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, Obispo de La Habana.

Con estos antecedentes, solicitó y obtuvo la primera tonsura en 1814. Se le ordenó como sacerdote el 20 de septiembre de 1817. Al mismo tiempo, cursó estudios en la Real y Pontificia Universidad de La Habana. Allí alcanzó los títulos de Bachiller en Filosofía (1815) y Bachiller en Teología (1816). Obtuvo en 1824, el grado de Doctor en Teología.

De regreso a Matanzas, a Manuel Francisco García se le nombró sacerdote de la iglesia de Corral Nuevo, donde ofició por cuatro años. En 1822 se le destinó, como sacristán mayor, a la Iglesia de San Carlos en la ciudad de Matanzas. Se le aprobó como cura párroco de la urbe en 1824, donde desempeñó, por varios años, las funciones inherentes a esa responsabilidad. Durante ese lapso, que se extendió hasta 1853, fue testigo y protagonista de múltiples acontecimientos de diferente carácter.

Vista de la Catedral de Matanzas. Archivo del autor.

De espíritu ilustrado, Manuel Francisco García acometió diferentes acciones para remodelar el viejo edificio de la Iglesia de San Carlos. Para ello contó con el auxilio del reconocido ingeniero francés Jules Sagebien, radicado en la ciudad. Logró, no sin varias vicisitudes y demoras, construir tres nuevas naves para el templo y las dos torres campanarios que hoy existen. Estas fueron las principales mejoras que realizó en el edificio, aunque no las únicas.

También ejecutó la construcción de la Iglesia de San Juan Bautista en el barrio de Pueblo Nuevo. Este nuevo templo se consagró el 23 de junio de 1832. Sobresalió al frente de la labor de la Archicofradía del Santísimo Sacramento, que tuvo gran influencia en la vida religiosa matancera. Lo mismo hizo con la Cofradía de la Virgen del Rosario, que agrupó a morenos y pardos libres de la ciudad.

Imagen actual de la Iglesia de San Juan Bautista, en Pueblo Nuevo. Archivo del autor.

La historia recogió su presencia en los tristes hechos de 1844, que desembocaron en la represión de los implicados en la llamada Conspiración de la Escalera. Entre las víctimas del ensañamiento colonial estuvo un amigo de Manuel Francisco García: el poeta Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido. Fue el padre García quien le consoló en sus últimos momentos. Todo parece indicar que fue el cura matancero la persona que guardó para la posteridad las últimas composiciones que este escribió antes de ser fusilado, entre ellas la célebre “Plegaria a Dios”.

El 28 de junio de 1853, tras una petición que hizo personalmente a la Reina Isabel II, a Manuel Francisco García se le otorgó la condición de maestrescuela. Esta responsabilidad abarcó la inspección de escuelas, así como la enseñanza y la instrucción de los maestros en doctrina cristiana y religión. Se le consideró un reconocimiento a los largos años de ministerio que desarrolló en Matanzas. Ubicado en la Catedral de La Habana, Manuel Francisco García desempeñó la nueva función por cerca de catorce años. En esta ciudad falleció el 3 de octubre de 1867.

Luces de ciencia y sabiduría

La labor del padre Manuel Francisco García para promover la educación y la ciencia en Matanzas fue muy destacada. Se le puede considerar, salvando las distancias, similar a la que realizó el Obispo Espada en Cuba. Esto incluyó el apoyo a la primera enseñanza, la creación de nuevas instituciones, el combate a viejas e insanas costumbres y la recopilación de datos históricos.

Miembro de la Diputación Patriótica de Matanzas, cuya Sección de Educación presidió, Manuel Francisco García protagonizó acciones dirigidas a elevar el número de escuelas en su jurisdicción. Participó de forma sistemática en los exámenes que realizaban distintos planteles. Revisó y redactó los reglamentos escolares y promovió el método lancasteriano en la enseñanza.

En las páginas del periódico La Aurora quedaron recogidas las ideas educativas que defendió. En 1834 señaló en este órgano de prensa:

“En todos tiempos, en todas las naciones y en todas las repúblicas bien ordenadas, se ha juzgado por uno de los asuntos más graves, y de la primera atención, la instrucción de los jóvenes desde los más tiernos años de su niñez”.

Manuel Francisco García tuvo, igualmente, un rol protagónico en la construcción del nuevo edificio del Hospital de Santa Isabel. Este se inauguró en 1838 y contó con las condiciones higiénicas necesarias para este tipo de inmueble. García formó parte de la justa inspectora del hospital y estuvo entre los redactores de su reglamento. Lo mismo sucedió con el Hospital de San Nicolás, destinado a mujeres, que comenzó a funcionar en 1846.

Casa de Beneficencia. Archivo del autor.

Participó, además, de manera activa, en el establecimiento de una Casa de Beneficencia y Colegio para Niñas Pobres. Esta institución se instaló, patrocinada por la Diputación Patriótica, en 1847. Integró, en 1833, la Junta de Sanidad creada para enfrentar la epidemia de cólera morbo que azotó Matanzas ese año. Logró, gracias al tesón que le caracterizó, la apertura en 1840, del Cementerio de San Juan de Dios, una nueva necrópolis para la ciudad. Este empeño persiguió elevar el nivel de la sanidad en la urbe, al alejar los enterramientos de la zona urbanizada.

Además de estas realizaciones materiales, Manuel Francisco García también hizo aportes al conocimiento de la historia. En la Colección Escoto, de la Universidad de Harvard, se conserva un documento donde recogió noticias históricas acerca de los antecedentes y el surgimiento de la ciudad. Fechado el 1 de mayo de 1832, se considera un valioso y temprano antecedente de la historiografía matancera.

La principal obra científica y educativa de Manuel Francisco García fue la creación de la Cátedra de Filosofía. La apertura de esta institución se realizó el 3 de noviembre de 1838. Se considera un hito en la historia de la ciencia en Matanzas, pues marcó el inicio de la educación secundaria superior en el territorio. En ella se impartió Lógica, Metafísica, Moral y Física.

En el caso de esa última ciencia, se instaló en 1841 un laboratorio con aparatos procedentes de Boston. Los escogió José de la Luz y Caballero, a petición de Manuel Francisco García. Estos medios, incluso, realizar demostraciones públicas de Física en determinadas ocasiones. También fueron impartidas materias vinculadas a las ciencias naturales. Es conocido que como libro de texto se utilizó Lecciones de filosofía, de Félix Varela.

El legado de un hombre

Manuel Francisco García fue un hombre que tuvo la satisfacción de ver realizadas muchas de las obras que se propuso realizar. Incansable y enérgico, no cejó nunca en el esfuerzo de dotar a Matanzas de mejoras que fueran dignas de su importancia como ciudad moderna. Gozó del respeto de las autoridades y de las familias pudientes, así como del cariño del pueblo. Estos aspectos le fueron reconocidos por sus contemporáneos de disímiles formas.

El poeta Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, le dedicó varios poemas:

-“A la muerte del redentor”, 28 de marzo de 1839 y 8 de abril de 1841.

-“A la bendición del nuevo cementerio general de San Carlos de Matanzas”, 1 de noviembre de 1840.

-“A la colocación de la primera piedra de la nave de la Iglesia parroquial de esta ciudad”, 1 de mayo de 1841.

-“A la bendición de la nueva nave construida en la Iglesia parroquial de esta ciudad”, 3 de noviembre de 1841.

-“Al Sr. Cura párroco Dr. D. Manuel Francisco García por su infatigable celo en llevar a cabo la proyectada obra de dar mayor expansión a la Iglesia parroquial de esta ciudad”, 1 de febrero de 1842.

En esta última poesía escribió el bardo mulato:

“Por la difícil y escarpada vía,

De la inmortalidad diva y sagrada,

Iban, las Casas, Fenelón y Espada,

Y otro varón egregio les seguía.

Un querub del Empíreo descendía,

Y al posarse en su frente inmaculada,

De laurel celestial dejó la ornada,

Exclamando al partir—«salud, García».

Disfruta el lauro que te da la historia.

De la casa de Dios, ministro santo;

Y cuando vueles a la eterna gloria,

De cada boca escucharás un canto,

Siendo de la virtud sublime ejemplo,

Y en cada corazón tendrás un templo”.

Antonio Bachiller y Morales, en el tercer tomo de Apuntes para la historia de las letras, y de la instrucción pública de la Isla de Cuba (1861), le hizo justicia:

“…el actual Sr. Maestre Escuela de la Sta. Iglesia Catedral Dr. D. Manuel F. García. Este entusiasta sacerdote siendo vicario juez eclesiástico de la ciudad de los dos ríos, ocurrió a la Corte, desde 1839, instando por el establecimiento de Cátedras de filosofía en ella: S. M. le concedió la gracia y luego aprobó la Dirección de Cátedras en el mismo Sr. García”.

En el Diccionario biográfico cubano (1878), de Francisco Calcagno, donde Manuel Francisco García apareció con el nombre de Andrés, se declaró:

“…cura de Matanzas que acompañó a Placido en su último trance, recitando por encargo del poeta el miserere: fue después canónigo, que en 1839 instó por la instalación de cátedras de Filosofía, de las que fue nombrado Director”.

Para Domingo Figarola Caneda, en Guía de la Exposición de Matanzas (1881):

“El Padre García, en otras muchas obras que le conquistaron el agradecimiento de los matanceros, contribuyó a la creación del nuevo cementerio en 1840, tanto con su inquebrantable voluntad, como con su peculio”.

Así quedó reflejada en la memoria histórica matancera el padre Manuel Francisco García. Con la labor que realizó dio un impulso significativo a la vida cultural de la ciudad de Matanzas, en especial a la educación y la ciencia. Como expresó el presbítero Jesús Fernando Marcoleta:

“La labor del padre García, en particular, fue muy activa a juzgar por los rastros indelebles que ha dejado en la historia de la instrucción pública, a través de sus obras de socorro y asistenciales y otras auténticas iniciativas para el bien público”. (…) “Creo que hay sacrificios que fundan, y la historia de la matanceridad tiene en la vida y obra del padre Manuel Francisco García a uno de ellos”.

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