En 1866 la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas aprobó su reglamento. Este tuvo, por varias razones, un contenido de avanzada para la Cuba del siglo XIX.
El 2 de noviembre de 1864 se fundó la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas, primera institución científica del territorio yumurino. Antes de ese evento, tres de los fundadores: Sebastián Alfredo de Morales, Manuel J. Presas y Richard J. Cay, solicitaron su creación a la directiva del Liceo Artístico y Literario de Matanzas. La solicitud llevó como adjunto un proyecto inicial de reglamento.
Desde la sesión de fundación de la Sección de Ciencias se dieron pasos iniciales que destacaron el sentido novedoso del futuro reglamento. Por ejemplo, Sebastián Alfredo de Morales, electo director de la nueva sección, propuso que no existiera el cargo de presidente. En su lugar debía crearse el de director, pues, añadió, “debemos desechar los puestos de honor y crear puestos de acción”. Esta propuesta se aceptó por unanimidad y se acordó tenerla presente para el día en que se discutiera el reglamento definitivo.

En otro momento del acto, Richard J. Cay manifestó haber recibido la Constitución y el Reglamento del Liceo de Historia Natural de Nueva York. Morales le encargó traducirlo para que pudiera ser aprovechado por los miembros de la asociación. Por último, insistió en que el proyecto de reglamento de la Sección debía ser discutido y estudiado detenidamente por todos los miembros fundadores.
Al año siguiente, 1865, todavía no se había redactado el Reglamento de forma definitiva. Por este motivo, el director de la Sección de Ciencias, Sebastián A. de Morales señaló que se proponían concluirlo en 1866, para que fuera aceptado de forma definitiva. La redacción se le encomendó a Manuel J. Presas, quien se basó en la Constitución del Liceo de Historia Natural de Nueva York, ya traducida por Richard J. Cay. La Sección lo aprobó el 26 de mayo de 1866 y la Junta Directiva del Liceo lo hizo el 13 de junio del propio año.
El Reglamento de la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo Artístico y Literario de Matanzas se publicó en julio de 1866. Al respecto se informó en el periódico Aurora del Yumurí, que estaban
“…impresos y entregados a los socios facultativos de las secciones de Literatura [y] Ciencias, los reglamentos de las mismas. Es de esperar que las ilustradas personas que pertenecen a una y otra que sigan prestando su eficaz apoyo en pro del instituto”.
El contenido
Este reglamento se dividió en varios capítulos con 49 artículos. Estos fueron: Capítulo I. Organización, con los artículos 1 al 3; Capítulo II. Mesa facultativa, 4 al 10; Capítulo III. Socios, 11 al 27; Capítulo IV. Juntas, 28 al 29; Capítulo V. Departamentos, 30 al 39; Capítulo VI. Cursos y conferencias, 40 al 44; Capítulo VII. Anuario, 45 al 46; Capítulo VIII. Periódico, 47 al 48 y Capítulo IX. Reglamento, artículo 49.

Aunque ningún artículo determinaba el nombre oficial de la institución, en su título aparecía como Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas. Sin embargo, esta denominación tuvo cierta evolución a lo largo del tiempo. Al momento de su fundación se le había llamado Sección de Ciencias Naturales. Más adelante, en el Anuario de 1866 se le denominó como Sección de Ciencias Físicas y Naturales, pero el tiempo y la imprescindible síntesis idiomática, popularizaron su nombre como Sección de Ciencias.
Se definió como objeto de la institución, “…el estudio y propagación de las ciencias físicas, naturales y matemáticas”. Por esta razón, para ingresar como socio se requería “…cultivar cualquiera de los ramos científicos a cuyo estudio se dedica la Sección, como profesor o como aficionado distinguido”.
La dirección o mesa facultativa estaría compuesta por un Director, encargado de representarla, presidir y autorizar las juntas, firmar los diplomas, revisar los artículos para la parte científica del periódico y para el Anuario, y entender en todo lo concerniente al orden y buena marcha de la Sección. Tendría, además, tres Vocales, que podían suplir al director y al secretario en sus ausencias y ayudarle en sus trabajos.
El Secretario tenía entre sus funciones citar a juntas por orden del director, redactar las actas, conservar el archivo, cuidar de la correspondencia, expedir las certificaciones y documentos que se le pidieran, dirigir los oficios, firmar los diplomas. También debía leer, en la última junta de cada diciembre, un informe de los trabajos verificados durante el año. Todos los cargos serían electos o reelectos en diciembre de cada año. Posteriormente, se incluyó como parte de la mesa facultativa la categoría de Auxiliar del Secretario y es probable que durante 1867 se crearan los cargos de Tesorero y Vicesecretario, pues ambos aparecieron dentro de funcionarios electos el 14 de febrero de 1868.
Los socios tendrían la categoría de numerarios, que serían aquellos que se hubieran distinguido por trabajos científicos importantes y contribuido con su talento y esfuerzos al engrandecimiento de la Sección. Nunca debían pasar de diez y se elegirían por votación secreta entre los supernumerarios más dignos de ocupar el puesto. Estos últimos, para ingresar en ella, debían solicitarlo oficialmente y presentar un trabajo científico escrito, que sería analizado por una comisión y de ser aprobado, el candidato debía demostrar verbalmente sus conocimientos en, al menos, tres juntas. El 20 de enero de 1867 se aprobó que el trabajo presentado por el aspirante a supernumerario debía ser inédito, lo cual hizo muy riguroso el acto de admisión de socios.
La categoría de socios agregados se estableció para estimular a jóvenes destacados por su dedicación al estudio o por su constancia en los aportes al museo, quienes debían ser propuestos por algún socio o lo solicitarlo directamente. Uno de ellos sería nombrado auxiliar del secretario para ayudarlo y suplirlo en las ausencias no mayores de dos meses. Los corresponsales serían aquellos cuyo domicilio estaba fuera de la ciudad o de Cuba y podían ser propuestos por algún socio o pretenderlo previa solicitud.
La incorporación al Reglamento de la condición de socio agregado fue una propuesta por Manuel J. Presas y Joaquín Barnet. Acerca de su significación, el primero de ellos valoró que
“…abría las puertas a los jóvenes estudiosos, les ofrecía un premio a sus esfuerzos y un estímulo en sus trabajos, y traía en nuestro auxilio aquellos que por sus conocimientos y su amor a las ciencias se distinguen desde los primeros pasos de su carrera, aquellos que más adelante figurarán como socios facultativos y serán el firme apoyo de una Sección que se ha desarrollado junto con ellos. Además, la Sección llamada a esparcir el amor a la ciencia, veía en el planteamiento de la moción un camino para atraer a la juventud a su seno y no podía desdeñarlo…”.
La última categoría de socios de la Sección era la de honorarias, destinada a señoras o señoritas que se destacasen en cualquier rama de las ciencias. Podían ser residentes o corresponsales. Así apareció en el artículo 26:
“Se crea una quinta categoría de honorarias, destinada a las señoras y señoritas que se dediquen a cualesquiera de los ramos que cultiva la Sección, ya sea en calidad de profesoras, de aficionadas o de recolectoras y contribuyan con sus esfuerzos al engrandecimiento de esta Sección. Las señoras y señoritas que obtengan este nombramiento, están exentas de todas las cargas sociales fijadas en el presente Reglamento. Se distinguirán las honorarias en residentes, si habitan en esta población, y en corresponsales, si fuera de ella o de la Isla”.

Los artículos referidos a los socios agregados y las honorarias demuestran lo avanzado del pensamiento social de los miembros de la Sección de Ciencias. Fueron una singularidad entre las instituciones científicas cubanas del siglo XIX y buena parte del XX. Concebir como miembros a jóvenes estudiantes de bachillerato y mujeres, rompía los esquemas exclusivistas de la época. A pesar de que respondían a un criterio clasista y racial, demuestra una concepción mucho más democrática acerca de la producción del saber científico y su divulgación.
Las juntas o sesiones se celebrarían cuando fuera necesario a criterio del Director o cuando fuera solicitado por algún socio. Para ser válidas debían estar presentes siete miembros como mínimo, tomarían acuerdo según mayoría simple y las votaciones serían secretas. Aunque el reglamento no hacía referencia a los tipos de sesiones, las mismas debieron desarrollarse al igual que en el resto de las instituciones de la época: ordinarias y/o extraordinarias, con carácter de públicas, secretas y de gobierno.
Otras disposiciones importantes, relativas a la divulgación y enseñanza de los conocimientos científicos, fueron las referidas a la impartición de cursos y conferencias, la publicación de un anuario con los trabajos realizados el año anterior a su edición, así como la intención de sacar a la luz un periódico que divulgara con sistematicidad la labor de sus miembros, o tomar una parte de la revista del Liceo con igual propósito. También se incluyó en el reglamento, que este podía ser modificado por mayoría absoluta, siempre que se contara con las dos terceras partes de los socios con derecho al voto.

Se determinó que la Sección tendría varios departamentos para el estudio de las ciencias, los cuales estarían abiertos al público todos los días. Serían un Museo de Historia Natural, un Gabinete de Física, un Laboratorio de Química y un Observatorio Meteorológico. Estos estarían a cargo de un “…director o jefe científico…”, escogido entre sus miembros. Después del año 1867 existieron, además, subsecciones de Historia Natural, Física y Química, Matemáticas y Medicina y Cirugía.
Un tesoro
El Reglamento de la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo Artístico y Literario de Matanzas, publicado en 1866, debió constar de muy pocos ejemplares. No existen menciones a este folleto de once páginas en ninguna de las obras bibliográficas de Carlos M. Trelles, ni se han encontrado referencias en la prensa de la época, salvo la citada de Aurora del Yumurí.
En la actualidad se conserva un solo ejemplar. Se considera muy raro y está resguardado en el Centro de Documentación del Museo Provincial Palacio de Junco en Matanzas. Formó parte de la biblioteca personal del historiador Raúl Ruiz, quien a su vez lo recibió como un obsequio del escritor William Gattorno Rangel. Perteneció, según nota manuscrita que aparece entre sus páginas, al destacado erudito e historiador cubano José María Chacón y Calvo.