Las sesiones del XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba deparan un momento ineludible para evaluar el camino desandado. Con ello habrá de encauzarse el desempeño periodístico en el rumbo necesario y favorecer los cambios revolucionarios que demandan los tiempos actuales.
Los últimos cinco años significaron una etapa de duro bregar para el periodismo cubano, enfrentado a las exigencias de los tiempos que corren en medio de innombrables dificultades.
El recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a nuestro pueblo, el mismo que hoy se condena en la Asamblea General de las Naciones Unidas coincidentemente con el inicio del Congreso de los periodistas cubanos, señala uno de los principales retos de la etapa. Aunque la criminal agresión imperialista persiste por más de 60 años, sus rigores tienen hoy consecuencias incalculables.
En ese escenario, como un acto natural de madurez y compromiso, una nueva generación de revolucionarios cubanos asumió la dirección del país; se aprobó por el pueblo cubano una Constitución consustanciada con sus mejores empeños y las familias cubanas se regalaron un código más humano y solidario.
En este período se produjo la mayor crisis epidemiológica enfrentada por la humanidad en numerosas décadas, consecuencia de la trasmisión devastadora de la Covid-19, de la que nuestro pueblo emergió vencedor por el coraje y la inteligencia de sus hijos. Durante la etapa se sucedieron trágicos desastres, como los siniestros del Saratoga y de Supertanqueros, el paso de huracanes y otros eventos dolorosos. Numerosas pruebas de heroísmo fueron protagonizadas por valiosos periodistas cubanos.
En el orden económico, la puesta en marcha de la Tarea Ordenamiento y la subsiguiente espiral inflacionaria lastra hasta nuestros días el bienestar de la familia cubana, en tanto la política económica del país procura desentumecer la gestión de la Empresa Estatal Socialista y de los nuevos actores económicos. La prensa cubana, atenta a su desarrollo, ha pulsado el curso de los procesos.
La escalada subversiva del enemigo adquiere su manifestación más agresiva, potenciada política y financieramente por las últimas administraciones norteamericanas. La prensa cubana, enfrenta con serenidad y valentía el bombardeo de calumnias, fake news y posverdades que se construyen desaforadamente por el enemigo imperialista.
En fin, concluye un lustro donde la prensa cubana cumplió singulares roles con renovado esfuerzo, dio innumerables ejemplos del buen hacer periodístico y acompañó creadoramente cada tarea requerida por la Patria y la Revolución.
Pero lejos de organizar un congreso necesitada de reconocimientos, se sabe urgida de mayores esfuerzos para satisfacer las exigencias de una renovada agenda política, así como de la crecida demanda de la agenda pública.
Los señalamientos dirigidos a la prensa cubana en el informe central del 8vo. Congreso del Partido, cuatro años después constituyen importante acicate para definir críticamente las prioridades del desempeño de nuestros medios.
Sin dejar de debatir las prácticas indeseadas y las dificultades subjetivas que aún entorpecen el cumplimiento exitoso de su política informativa, la prensa cubana arriba a su X Congreso recién aprobada la Ley de Comunicación Social, tras un largo proceso de consultas y debates.
Pensando en los desafíos, cabe reconocer la frecuencia con que la comunidad suele exigir a la prensa respecto a diversos temas de interés público. Requieren entonces al periodista por cualquier comentario de la población, de esos que se hacen virales y no precisamente en las redes sociales o sobre aquellas indicaciones o normativas recién anunciadas y que todavía no son del pleno dominio de la comunidad.
Y la pregunta va dirigida en el supuesto de que por pertenecer a un medio de prensa un periodista debe disponer de la última información. Ya sabemos que muchas veces no ocurre así.
Si el desconocimiento proviene de la falta de gestión, investigación o perspicacia periodística, algo falla en el medio y hay que ponerle cura. Pero en verdad, para cualquier profesional, directivo o simple trabajador de un medio de comunicación masiva, resulta bastante molesta la circunstancia en que una información solicitada por su marcado interés para la población, es negada o postergada por la fuente o en el mejor de los casos publicada en cualquiera de las redes sociales dando por sentado que ya se cumplió con el simple deber de informar.
A un funcionario público, cualquiera que sea su responsabilidad, nadie le negará el derecho ciudadano de sumarse a las plataformas digitales, más bien se le exigirá que participe de las mismas, siempre que no incurra en el desatino de no informar oportunamente a los medios. Y no por simple oficialismo o por creerse los únicos dueños de todas las verdades: es solo porque cuenta con los recursos, el oficio y la responsabilidad para brindar la necesaria información.
Cabe a la prensa abordar los más acuciantes temas de la sociedad con la necesaria y acostumbrada investigación, el debido contraste de las fuentes y la eliminación de cualquier tendencia sensacionalista. Con tales preceptos y la actuación ética y honesta que caracterizan al periodista revolucionario es dado multiplicar los trabajos apegados a la dinámica social.
Particular atención debería prestarse a las manifestaciones de colonización cultural. Un periodismo asentado en las mejores tradiciones culturales de nuestro pueblo contribuirá a crear un lector crítico ante la amenaza colonizadora. Para ello el papel de la permanente superación cultural y profesional cobra caracteres de relevante importancia.
Por otra parte las crecientes necesidades financieras, tecnológicas y materiales exigen respuestas para enfrentar el deterioro manifiesto de muchos medios. Las prácticas de publicidad y patrocinio que contempla la ley podrán sufragar una parte de los gastos necesarios. La aplicación de las experiencias en marcha y la generalización de los mejores resultados constituyen prioridades para la actuación eficaz de nuestros medios. La usual utilización de recursos de los organismos para la realización del trabajo periodístico compromete la calidad del trabajo más allá del compromiso de las partes.
Ahora, cuando se instrumentan las regulaciones de la Ley de Comunicación Social, imbuidos del compromiso social que siempre generan los encuentros de la prensa cubana, revisemos cada cual lo que nos toca, y libres de secretismos, intrusismo profesional o desdén por la información, construyamos juntos la cultura de la comunicación a la que debemos sumar también, una adecuada cultura del debate, esa que la propia ley instrumenta para su necesario cumplimiento.
La prensa cubana crece y tal como ayer se aferró al timón de los que luchan por un mundo mejor se apresta para acompañar los cambios que demanda todo proceso revolucionario. (ALH)