Figura destacada de la cirugía cubana, Benigno Souza Rodríguez dejó, además, una hermosa y apasionada obra como historiador.

Al evocar la tierra donde nació, Benigno Souza Rodríguez mencionó con fervor “…ese venturoso hoyo de tierra, Macurijes, tan colorado como el bermellón que hermoseaba la tez de las damas romanas, ese fecundo valle…”. En ese lugar vio la luz, específicamente en el Ingenio Arratia, Corral Falso de Macuriges, el 21 de mayo de 1872. Algunas fuentes mencionan que nació en Güira de Macurijes, error que, quizás motivado por la similitud de los nombres, inició Carlos M. Trelles en el segundo tomo de Bibliografía cubana (1920).

Benigno Souza Rodríguez a los 13 años. Archivo del autor.

Después de una educación elemental, realizada sobre todo en el entorno familiar, comenzó a estudiar en el Colegio El Progreso, de Bernabé de la Torre, en La Habana. En aquel momento, cerca de 1885, su familia vivía en el Ingenio San Joaquín de Ibáñez. La hija del dueño, el Conde de Ibáñez, convenció a éste de que lo apoyara económicamente, debido a la impresión que le causó su innata inteligencia. A esa edad, el niño Benigno Souza Rodríguez, recitaba de memoria el «Canto a Teresa», de José de Espronceda.  A los 80 años, aún recordaba íntegro el extenso poema.

Cursó el bachillerato y se graduó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Durante estos años alcanzó premios que avizoraban su aventajada inteligencia. Comenzó a estudiar medicina en la Universidad de La Habana, donde obtuvo una plaza de ayudante de la Cátedra de Anatomía. En el curso 1891-1892 fue premiado en las asignaturas Mineralogía y Botánica. Sin embargo, debió abandonar la carrera tras el inicio de la Guerra de Independencia en 1895, pues su padre, Benigno Souza, administrador de ingenios y colaborador de los mambises, fue desterrado a Chafarinas.

Terminada la contienda, reanudó sus estudios y los concluyó en 1900. Algunas fuentes plantean que también se graduó de Doctor en Ciencias Naturales. Comenzó entonces a trabajar como interno en el Hospital No. 1, después Hospital Calixto García. Ascendió más tarde a jefe de Internos y luego a subdirector. Tuvo como profesor al doctor Francisco Domínguez Roldán, relevante figura de la medicina cubana, único académico que participó combatiendo en la Guerra del 95, donde alcanzó el grado de coronel. Sobre la relación entre ambos se conserva esta anécdota:

“Durante algún tiempo Panchón es Jefe de Servicios de Cirugía en el Hospital No. 1. Aquí también necesita un interno para ayudarlo; es bajito, pero de aspecto decidido: «Dr. Domínguez, soy Benigno Souza, su nuevo ayudante». «He oído hablar de usted; estuvo en la guerra, de lo que me alegro. Bueno, a trabajar; ya sabe lo que espero de usted». «Sí, doctor»”.

“Panchón llega a su sala B-4 por la mañana, elegante. Se pone la bata blanca —una limpia cada día—Benigno Souza le da cuenta de los operados, de los ingresos (…). La sala que hasta entonces era medianamente cuidada cambia por completo; todo está en orden, limpio hasta brillar. Panchón da un curso de cirugía ósea, en la cual hace operaciones y trepanaciones. Hasta en medio de la noche lo vienen a buscar. «Doctor, ¿puede venir para una operación de urgencia?». «¿Qué hace el interno de guardia?». «Le toca operar». «Es una trepanación, doctor, y el enfermo presenta síntomas de borrachera». «Vamos»”.

“El americano herido presenta múltiples fracturas; a media noche Panchón lo opera con éxito. Un grupo de alumnos se ha levantado a ver esta intervención. El mismo Benigno Souza, quien pensaba dedicarse a enfermedades nerviosas y mentales, escoge la cirugía”.

El cirujano eminente

En 1909 Benigno Souza Rodríguez ingresó como cirujano en el Hospital de Municipal de Emergencias. Fue en este hospital, más tarde denominado General Freyre de Andrade, donde comenzó a cimentar su fama como cirujano eminente. Un hecho derivado de política de la época fue el detonante. El 9 de diciembre de 1910, los representantes Silverio Sánchez Figueras, general del Ejército Libertador, y Salvador Moleón, tuvieron un duelo a tiros en una calle habanera. Moleón murió, pero Sánchez Figueras fue llevado a Emergencias gravemente herido en el vientre. Fue operado por Benigno Souza quien, contra todo pronóstico, salvó milagrosamente su vida.

Este hecho hizo muy popular y conocido al médico matancero. También influyó en que fuese nombrado director del Hospital Municipal de Emergencias en 1913, donde trabajó por largos años. Incluso, al jubilarse en 1946 pasó a cirujano asesor. No obstante, ya Benigno Souza Rodríguez era un médico con valiosos aportes en la medicina cubana. La primera operación de cirugía mayor practicada por la técnica de Reclus, anestesia local por infiltración, fue ejecutada por él en 1901, en una cura radical de hernia. Fue el primer cirujano cubano que practicó una laparotomía.

Benigno Souza Rodríguez en 1927. Archivo del autor.

Antes de asumir el cargo de director del nuevo hospital, Benigno Souza Rodríguez visitó Tampa, con el objetivo de actualizar sus conocimientos médicos. Así lo reflejó una revista de esa ciudad:

“La ciudad de Tampa ha tenido esta semana el honor de ser visitada por un ilustre hombre de ciencia; un ilustre huésped pudiéramos decir, quien es el notable facultativo médico gloria de la cirugía habanera, doctor Benigno Souza”.

“Anualmente, el doctor Sousa visita los Estados Unido en viaje de estudio por las diferentes clínicas de este país y principalmente a la famosa que los hermanos Mayo tienen establecida en Rochester, estado de Minesota. Es este un establecimiento quirúrgico de los de más fama y prestigio mundiales, al cual afluyen los consagrados de muchos países a presenciar las operaciones de estos maestros de cuchilla, consagrados a un esmero y estudio constante en los progresos de la gran ciencia. Los hermanos Mayo tienen una amistad y predilección sentidísima por el cirujano cubano, a quien reciben siempre como su prestigio y valer requieren, en la propia casa particular”.

“Sabemos que una de las causas principales de este último viaje del doctor Souza, ha sido motivado por el nombramiento reciente que le ha hecho el gobierno de Cuba, para que desempeñe la dirección del Hospital de Emergencias de la Habana, recientemente construido y del cual se puede asegurar que por sus exigencias y condiciones modernas es uno de los más espléndidos hoy existentes”.

“El ilustre visitante, antes de tomar posesión de su elevado cargo, ha querido hacer su última visita a los hermanos Mayo, para en su estudio tomar notas de cuanto bueno y útil pudiera faltar en el flamante establecimiento científico que va a dirigir”.

“Plausible ha sido la buena acogida que el Sanatorio del Centro Asturiano de Tampa le ha dispensado, pidiéndole que practicara una operación a presencia de todos los facultativos locales, entre ellos muchos médicos americanos e italianos”.

Benigno Souza en el acto de ingreso en la Academia de Ciencias. Foto de la revista Carteles, 6 de abril de 1930. Archivo del autor.

En marzo de 1930, Benigno Souza Rodríguez ingresó como miembro de número de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de La Habana. El discurso que presentó se tituló “Algunos casos clínicos de accesos cerebrales” y fue contestado por otro matancero ilustre, el eminente naturalista Carlos de la Torre y Huerta. En los Anales de esta institución se publicaron tres discursos que pronunció en ella, sobre la vida y obra de los médicos Francisco Domínguez Roldán, Armando de Córdova y Fernando Méndez Capote.

Otros aportes que realizó a la historia de la ciencia fue el estudio biográfico “Manuel González Echeverría”. Este formó parte del ciclo de conferencias “Figuras cubanas de la investigación científica”, celebrado en el Ateneo de La Habana, del 6 de noviembre al 30 de diciembre de 1940. En esta propia institución impartió, en 1945, la conferencia “La medicina primitiva”, incluida en un cursillo de historia de la medicina. Además, fue autor de Elogio del Dr. Enrique Fortún (1949).

Estableció, junto el doctor Enrique Fortún, el Instituto Clínico de La Habana, conocido como Clínica Fortún-Souza, que alcanzó sólido prestigio. Presidió la Comisión de Higiene Especial de La Habana, formó parte de la Sociedad de Estudios Clínicos y fue médico de la Sociedad de Repórters. Fue vocal de la Junta Nacional de Sanidad y Beneficencia y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Sociedad Económica de Amigos del País. En los años treinta fue médico de la Comisión Nacional de Boxeo, deporte al que fue un gran aficionado, al igual que al béisbol. También sobresalió como culinario, en especial por su admiración por la cocina oriental.

En la bibliografía médica que publicó se cuentan la conferencia “Esclerodermia” (1903), el artículo “Ausencia del recto. Ano iliaco previo. Sigmoidectomía y perineotomía” (1913), que apareció en la Revista de Medicina y Cirugía y el folleto Tres casos de cirugía gastro-intestinal (1916). Por su obra como médico, se le confirió, el 18 de abril de 1926, la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, en su grado de Comendador.

En el libro La ciencia en Cuba (1928), escribió José Manuel Carbonell sobre Benigno Souza Rodríguez:

“Con la misma fervorosa consagración con que había hecho sus estudios empezó su labor profesional. De repente se presenta en el mundo de la cirugía, y es la suya aparición de estrella nueva, con toda la magnitud y toda la irradiación desde el primer día. Los que le oyen, los que le siguen en sus teorías y le observan en la ejecución, se sorprenden de sus conocimientos profundos de anatomía topográfica, de su habilidad, de su cuidado, de su celo, de su cultura, de su genialidad.

Es maestro por intuición. Al operar no es un simple disector ni un sajador afortunado: es un demostrador; y hasta los hombres eruditos notables en el arte científico operatorio admiran en él a un verdadero virtuoso que no sólo posee la colección de reglas para hacer bien una cosa, sino también la colección de cosas para hacer buena una regla, y la visión mental del conjunto y la parte”.

El historiador apasionado

Muy joven, Benigno Souza Rodríguez conoció a Máximo Gómez y otros jefes mambises en el Ingenio Mi Rosa, cerca de Güira de Melena, donde trabajaba su padre. Sucedió durante la invasión a Occidente. Las impresiones que le causaron por los mambises guerreros y las llamas de la guerra, jamás las olvidó. Sobre este momento de su vida, escribió en 1930:

“A mí que lo percibí, que asistí a él como testigo en el centro de esta provincia de La Habana, aún me parece un canto de la Ilíada”.

Estas fueron razones poderosas que hicieron que desde los anos 30, Benigno Souza Rodríguez, dedicara un importante espacio de su vida a la investigación histórica. El tema principal de sus indagaciones fue la vida de Máximo Gómez, en especial su desempeño como estratega militar. A la figura del gran dominicano dedicó los libros Máximo Gómez y las invasiones del 75 y del 95. Conferencias (1932) y Centenario de Máximo Gómez. Presentación de las banderas, armas y otros objetos que usara Máximo Gómez durante nuestras dos guerras de Independencia, la del 68 y la del 95, expuestos en el Salón Rojo del Ayuntamiento de la Habana el día 18 de noviembre de 1936 (1936).

Portada de la primera edición del libro Máximo Gómez, el Generalísimo. Archivo del autor.

La obra más perdurable que aportó fue la biografía Máximo Gómez, el generalísimo (1936). Escrita a propósito del centenario del General en Jefe del Ejército Libertador, fue un libro que buscó reivindicar el genio militar del ilustre dominicano. Desde este momento Benigno Souza Rodríguez fue considerado una autoridad en el conocimiento de la vida y obra de esta figura imprescindible de la historia de Cuba. Además de las obras citadas, también dio a conocer Máximo Gómez y las mujeres. Conferencia pronunciada por su autor en la sociedad Lyceum (1944) y Ensayo histórico sobre la invasión (1948). Muy celebrado fue el libro Weyler, de Julio Romano (1938), donde realizó una seria labor de esclarecimiento histórico.

Una de las secciones Iconografía de la Guerra del 95, publicadas por Benigno Souza en el Diario de la Marina. Archivo del autor.

Por su desempeño historiográfico, en 1939 se le escogió como miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba. El trabajo de ingreso que presentó fue Biografía de un regimiento mambí. El regimiento de Calixto García (1939). En esta misma institución leyó el discurso El 24 de febrero, flagrante desobediencia a Martí (1949). Lo hizo en la sesión solemne celebrado el día 10 de octubre de 1949.

En el discurso de recepción como académico, el presidente de la Academia de la Historia de Cuba, Emeterio Santovenia, señaló sobre Benigno Souza Rodríguez:

“El hábito de la indagación sobre las flaquezas físicas del hombre, lo preparó para adentrarse con destreza en este producto del afán humano que es la Historia. Ha dado excelentes demostraciones de ello antes de ahora y en este mismo acto. Es un historiógrafo porque pone tanta ciencia como arte en la realización de su empeño”.

Benigno Souza Rodríguez en 1943. Archivo del autor.

El 20 de diciembre de 1948, Benigno Souza Rodríguez recibió un homenaje nacional, organizado por la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales. Este se desarrolló bajo los auspicios la alcaldía de La Habana y con la cooperación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. En este acto se le entregó el título de Ciudadano Eminente y la Medalla de Oro de la provincia de La Habana. La Asociación Nacional de Emigrados Revolucionarios Cubanos le otorgó un Diploma de Honor. Recibió, además, de manos del Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, presidente de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, el Premio Francisco González del Valle 1948, por la obra Ensayo histórico sobre la invasión.

Acerca de este libro, destacó el historiador Emilio Roig de Leuchsenring:

“…no se limita a presentar, respaldada con preciosa prueba documental, en buena parte inédita basta ahora, esa portentosa operación político-militar que planearon, dirigieron y ejecutaron, al frente del glorioso Ejército Libertador, sus dos más altos jefes de entonces, Máximo Gómez y Antonio Maceo, sino que, además, descubre, analiza y enjuicia las trascendentales proyecciones que para el desarrollo posterior de la guerra tuvo aquella hazaña tan felizmente culminada, al lograrse la finalidad perseguida de levantar en armas toda la Isla y hacer inútiles los empeños españoles de abatir la Revolución; y demuestra cumplidamente, cómo La Invasión aseguró el final de la dominación española en Cuba…”.

Una de las secciones Efemérides de la revolución cubana, publicadas por Benigno Souza en el Diario de la Marina. Archivo del autor.

Benigno Souza Rodríguez desarrolló una amplia labor de divulgación histórica en la prensa. Publicó en el Diario de la Marina, por varios años, las secciones “Iconografía de la revolución del 95” y “Efemérides de la Revolución Cubana”. Colaboró también con temas históricos en Avance, Bohemia, El País y otras publicaciones. Al respecto, destacó que así contribuía a

“…revivir nuestro honroso pasado, a recordar sus episodios gloriosos, y aunque sea débilmente, recoger el resplandor que dejaron a su paso por nuestra tierra, aquellos hombres excelsos, los mambises…”.

Esquela publicada por el Hospital de Emergencias, Diario de la Marina, 20 de junio de 1954. Archivo del autor.

Hay que añadir que en 1940 publicó en el Diario de la Marina, por partes, una traducción, hecha por él mismo, del libro La Havane, de la Condesa de Merlin.

Un legado brillante

Tras su muerte, acaecida en La Habana el 19 de junio de 1954, a los 82 años de edad, la prensa cubana hizo numerosos elogios del ilustre médico e historiador matancero. Se le consideró “gran historiador y maestro de cirujanos”, “gloria legítima de la medicina cubana” y “ciudadano ejemplar”. El más justo de todos fue considerar que estaba “animado siempre por la llama de una tarea creadora”.

Noticia de la muerte de Benigno Souza Rodríguez. Primera plana del Diario de la Marina, 20 de junio de 1954. Archivo del autor.

Durante su vida, Benigno Souza Rodríguez recibió numerosos homenajes. El 3 de diciembre de 1950 se develó un busto con su figura en los jardines del Hospital de Emergencias, obra del escultor matancero Juan José Sicre. Fue Miembro de Honor de la Asociación Nacional de Veteranos de la Independencia de Cuba y se le declaró Hijo Eminente del Municipio de Pedro Betancourt. Un retrato suyo se colocó en el salón José Martí, del Archivo Nacional de Cuba. Hoy, en el Colegio Universitario San Gerónimo, de la Universidad de La Habana, existe un salón que lleva su nombre.

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