Este 13 de marzo se cumplen 100 años de la ratificación del Tratado Hay-Quesada por el Senado de los Estados Unidos.  

La primera Constitución de la República de Cuba fue aprobada el 21 de febrero de 1901. Nació mutilada, como lo sería también la nueva República a partir del 20 de mayo de 1902. En el magno texto se incluía la Enmienda Platt, que limitaba seriamente la soberanía del país. Entre otros aspectos, no reconocía a la Isla de Pinos como parte del territorio nacional, lo cual debía ser objeto de un tratado posterior entre Cuba y los Estados Unidos.

El 2 de julio de 1903 se firmó en La Habana el primer tratado sobre la Isla de Pinos, entre el secretario de Estado y Justicia, José. M. García Montes, y el Ministro de los Estados Unidos en Cuba, Herbert. G. Squiers. Sin embargo, no fue ratificado por el Senado estadounidense en los siete meses siguientes, según estaba previsto, y el tratado caducó.

En 1904, gracias a las gestiones de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, embajador de Cuba en Estados Unidos, fue firmado el Tratado Hay-Quesada, que reconocía la soberanía cubana sobre esa isla. Esto sucedió el 2 de marzo y, de forma muy inteligente, no estableció fecha límite para su ratificación. Lo cual ocurrió, más de veinte años después, el 13 de marzo de 1925, durante el gobierno de Alfredo Zayas.

Lo hizo posible, además de las gestiones diplomáticas del gobierno, la fuerte movilización de la sociedad cubana en defensa de la soberanía nacional. En ese movimiento se destacaron tres matanceros. Tenían dos cosas en común: el amor por Cuba y la pasión por la historia.

El paladín en defensa de Isla de Pinos

En el proceso que desembocó en la ratificación del Tratado Hay-Quesada tuvo un papel trascendental el matancero Cosme de la Torriente y Peraza (1872-1956). Este destacado oficial mambí y relevante diplomático, llegó a los Estados Unidos en diciembre de 1923, como primer embajador cubano en ese país.

Caricatura elogiosa sobre la gestión diplomática de Cosme de la Torriente en Estados Unidos. Publicada en la revista Carteles, el 15 de marzo de 1925. Archivo del autor.

Según comentó años después, entre los objetivos de su gestión estaba mejorar las relaciones con los Estados Unidos, afectadas por el intervencionismo de Enoch Crowder ante el gobierno cubano. También que se reconociera por el gobierno estadounidense, que la Enmienda Platt constituía una violación de la Resolución Conjunta de 20 de abril de 1898. La otra meta que se planteó fue gestionar y obtener la aprobación por el Senado de los Estados Unidos y la ratificación por el presidente, del Tratado Hay-Quesada, reconociendo la soberanía de Cuba sobre la Isla de Pinos.

Página que la revista Carteles dedicó, el 22 de marzo de 1925, al triunfo diplomático cubano. Aparecen Cosme de la Torriente y el presidente Calvin Coolidge. Archivo del autor.

Poco después de su llegada a Washington, solicitó una entrevista con el presidente Calvin Coolidge. Al concluir, el mandatario estadounidense reconoció las razones de Cuba sobre la Isla de Pinos. Desde ese momento, la batalla diplomática se dirigió a convencer a los senadores de la justeza y necesidad del Tratado. Tan arduo fue su tesón, que finalmente logró el objetivo y el Tratado Hay-Quesada fue ratificado. Fue un brillante triunfo diplomático de Cuba, que tuvo a un matancero como protagonista. No por gusto, en el telegrama que envió a La Habana dando cuenta de este éxito, su primera felicitación fue para el “pueblo cubano”. Al regresar a Cuba en abril de 1925, Cosme de la Torriente fue recibido como un héroe nacional.

Primera página del periódico La Discusión, del 4 de abril de 1925, donde se destaca el apoteósico recibimiento tributado a Cosme de la Torriente el día anterior. Archivo del autor.

En 1952 Cosme de la Torriente publicó el libro Mi misión en Washington. [La soberanía de la Isla de Pinos] 1923-1925. Fue una idea nacida a partir de una conferencia sobre el tema que impartió ese año en la Universidad de La Habana. El volumen recogió documentos, mapas y fotografías relacionados con las gestiones realizadas por él y por otros dignos cubanos, para que fuera ratificado el Tratado Hay-Quesada. Anteriormente había publicado el folleto Los derechos de Cuba sobre Isla de Pinos (1925).

Portada del libro Mi misión en Washington. [La soberanía de la Isla de Pinos] 1923-1925 (1952). Archivo del autor.
Como afirmó el historiador cardenense Ernesto Aramis Álvarez Blanco, biógrafo de Cosme de la Torriente, ese momento brillante de la vida de este matancero ilustre, debe ser

“…conocido y examinado con atención por las nuevas generaciones de cubanos, y también, por aquellas que crecieron, dentro y fuera de nuestra Patria, sin siquiera leer su nombre en los libros de Historia ni escucharlo en las aulas de las diversas enseñanzas”.

Un discurso el 28 de enero de 1925

El 28 de enero de 1925, el cardenense Roque Eugenio Garrigó Salido (1876-1936) pronunció un discurso en Cruces, Cienfuegos. El motivo fue el natalicio de Martí, pero el tema esencial fue la defensa de la Isla de Pinos como parte indivisible del territorio cubano. Este discurso se publicó bajo el título de Pro-Isla de Pinos (1925), por acuerdo de la Junta de Educación y el Comité Pro-Isla de Pinos, de Cruces.

Foto de Roque Eugenio Garrigó Salido. Archivo del autor.

Comenzó Garrigó haciendo valedera su vocación martiana y destacó la intención de dedicar el discurso a la candente cuestión que marcaba el acontecer político nacional. Sostuvo entonces que el Senado de los Estados Unidos, por la demora en ratificar el tratado Hay-Quesada, se encontraba en una “(…) situación anormal e incomprensible(…)”, al “(…)desviarse en sus relaciones internacionales con Cuba”.

Se mostró, además, crítico con los anteriores gobiernos cubanos por haber consentido “(…)por incalificable dejadez(…)”, la demora en la ratificación de un tratado internacional firmado entre ambas partes. Señaló además Garrigó, el intervencionismo de que hacía gala en esos momentos el embajador yanki en La Habana, Enoch Crowder, debido a las “(…) desdichadas funciones (…)” que asumía.

Portada del libro Pro-Isla de Pinos (1925). Archivo del autor.

En vehemente exposición, lanzó entonces estas preguntas:

“¿qué ha hecho Cuba, desde que en Marzo de 1904, es decir, hace veinte y un años, en que quedó solemnemente firmado el Tratado Hay-Quesada, sobre la Isla de Pinos? ¿Qué ha hecho los Gobiernos Cubanos, desde que ese Tratado duerme en frío el eterno silencio de las gavetas?”.

Todo el discurso de Garrigó fue una ferviente defensa del derecho de Cuba sobre la Isla de Pinos. Aún no había sido ratificado el Tratado Hay-Quesada y sobre ese convenio se cernía la amenaza de algunos senadores, opuestos a su entrada en vigor. Semanas después se concretaba el triunfo de Cuba.

Las razones históricas a defender

En el número de la Revista Bimestre Cubana, correspondiente a septiembre-octubre de 1925, el matancero José Augusto Escoto Castelló (1864-1935) publicó el artículo “La Isla de Pinos a través de su historia como parte integrante del territorio de Cuba”. Aunque ya habían pasado meses de la ratificación del Tratado Hay-Quesada, esta fue otra contribución matancera a la sonada victoria del pueblo cubano.

Foto de José Augusto Escoto Castelló. Archivo del autor.

En este enjundioso texto, Escoto ofreció múltiples razones históricas que demostraban que la Isla de Pinos siempre perteneció al territorio cubano. Como acostumbraba hacer en sus escritos, hay una enorme variedad de datos que corroboran el vínculo de ese territorio insular a la jurisdicción cubana, incluso, desde los tiempos de los aborígenes.

Sobre la llegada de los españoles comentó que la Isla de Cuba “…formó parte de Cuba desde que Colón la descubrió…”. Expuso hechos concretos, documentos históricos, acontecimientos relevantes, para evidenciar que la vida política, económica y social de la Isla de Pinos, siempre estuvo ligada a la del resto de Cuba.

Parte inicial del artículo “La Isla de Pinos a través de su historia como parte integrante del territorio de Cuba” (1925), publicado por José A. Escoto en la Revista Bimestre Cubana. Archivo del autor.

Añadió Escoto la existencia de “…otros actos oficiales que ponen de manifiesto la intervención administrativa del Gobierno en aquella parte del territorio de Cuba”. Esta fue la esencia de su artículo: demostrar que los gobiernos coloniales siempre habían considerado, en sus decisiones, a la Isla de Pinos.

Al finalizar, destacó Escoto un hecho que no podía pasarse por alto: jamás ninguna potencia extranjera había ocupado parte del territorio pinero. A pesar de todas las guerras en las que España estuvo involucrada. La conclusión no podía ser otra:

“Los hechos relatados y que para darle la mayor autenticidad transcribimos de los autores que los facilitan, son prueba evidente de que la isla de Pinos ha sido en todos tiempos parte integrante de Cuba (…)”.

La pasión por la historia

Dos razones unieron a estos tres matanceros en defensa de la Isla de Pinos. En primer lugar, el amor por Cuba, pero también la pasión por la historia.

José A. Escoto, bibliógrafo e historiador, desarrolló una intensa labor como investigador, de lo cual da fe un amplio número de artículos en revistas y periódicos. Escribió Gertrudis Gómez de Avellaneda. Cartas inéditas y documentos relativos a su vida en Cuba de 1859 a 1864 (1911), Contribución a la historia de la primera Orden Franciscana en la Isla de Cuba (1918) y Los indios macuriges en Haití y Cuba (1924).

Roque E. Garrigó fue académico de número de la Academia de la Historia de Cuba. Entre las obras históricas que dio a conocer estuvo Historia documentada de la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar (1929). Admirador de la obra martiana, publicó América. José Martí (1911). Otros textos suyos fueron La convulsión cubana (1906) y América para los americanos (1910).

Cosme de la Torriente también formó parte de la Academia de la Historia de Cuba, de la cual fue vicepresidente. Además de su brillante carrera diplomática, fue autor de numerosos textos históricos, varios de ellos discursos y conferencias. Fue el caso de Fin de la dominación de España en Cuba (12 de agosto de 1898) (1948), La Constituyente de La Yaya (1953) y Martí y su guerra, 24 de febrero de 1895 (1953). Sobre personalidades destacadas de la historia nacional publicó Máximo Gómez (1935) y Juan Gualberto Gómez (1954), entre otros.

Estos fueron los matanceros que defendieron, cada uno desde su posición, la causa de Cuba y de la Isla de Pinos en 1925. Estuvieron los tres, en aquel momento sublime de nuestra historia republicana, del lado de la verdad y la justicia.(LLOLL)

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