El cardenense Roque E. Garrigó fue el autor de la primera biografía cubana de José Martí.

De acuerdo con el investigador Ottmar Ette, el libro América. José Martí, escrito por el cardenense Roque E. Garrigó, fue la “…primera biografía de Martí propiamente dicha…”. Este dato merece un acercamiento a la figura de su autor y a las obras que publicó durante su vida.

La vida

Nacido en Cárdenas el 26 de diciembre de 1876, Roque Eugenio Garrigó Salido fue alumno del Colegio San Luis Gonzaga, en su ciudad natal. Gracias a la posición económica de su familia pudo cursar estudios. Al mismo tiempo, conoció la vida campesina, pues su padre estuvo entre los dueños del ingenio Mercedes, en Jovellanos, lugar donde pasó varias temporadas durante la niñez. Alcanzó el título de Bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, donde efectuó el último ejercicio el 28 de junio de 1893 y se le expidió el título con la fecha del 21 de mayo de 1894. Ingresó después en la Universidad de La Habana y allí se graduó como Licenciado en Derecho Civil y Canónico el 3 de junio de 1898.

Durante su etapa estudiantil trabajó en el bufete de Pedro G. Medina. La tesis que defendió fue “Medios de que se vale la Administración para realizar el fin permanente del Estado”. El tribunal que lo examinó estuvo integrado por tres destacadas figuras de la jurisprudencia cubana: Leopoldo Berriel, José Antolín del Cueto y Octavio Averhoff. También obtuvo el título de Notario el 16 de junio de 1899.

Anuncio del bufete de Roque E. Garrigó, en Cuba y América, 1911. Archivo del autor.

Tras graduarse, Roque E. Garrigó comenzó a trabajar en el bufete de Francisco Figueras, también cardenense y relevante escritor, que ejerció decisiva influencia sobre su pensamiento. La biblioteca de Figueras fue un lugar donde, a partir de lecturas sistemáticas, moldeó buena parte de sus criterios sobre la historia y la realidad cubanas. Laboró después en el Juzgado Municipal de Jovellanos, como Juez de Primera Instancia en Cárdenas y tuvo un bufete particular en La Habana. Fue Abogado Consultor del Ayuntamiento de Cienfuegos.

Roque E. Garrigó Archivo del autor.

Los sucesos de la Revolución de agosto de 1906, la renuncia del presidente Tomás Estrada Palma y el inicio de la segunda ocupación yanqui, ejercieron notable influjo sobre la obra de Roque E. Garrigó. Ejemplo de ello fue su libro La convulsión cubana (1906), donde expresó criterios, bastante pesimistas, sobre la política cubana y el futuro de la República. Tras esta obra se afilió al Partido Liberal y dirigió el periódico El Impulso. Afiliado a los partidarios de Alfredo Zayas, logró ser electo representante a la Cámara para el período 1908-1911.

En su desempeño como legislador, Roque E. Garrigó sobresalió en la presentación y defensa de proyectos de ley beneficiosos para la cultura cubana. Entre los que presentó estuvo uno, de 1911, dirigido a la construcción de un edificio adecuado que albergara al Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional y la Academia de la Historia de Cuba. También en ese año fue autor, junto a otros cuatro legisladores, de una proposición de ley para publicar las obras del presbítero Félix Varela. Se destacó en la propuesta que esta edición

“…se titulará «Edición Congresional», constará de cinco volúmenes en octavo francés, formarán parte de la Biblioteca del Maestro Cubano, y se enviarán ejemplares a las principales bibliotecas del mundo”.

Involucrado en el alzamiento liberal de 1917, se estableció en Cienfuegos, donde continuó la carrera judicial. También estuvo vinculado al Movimiento de Veteranos y Patriotas contra el gobierno de su antiguo ex jefe Alfredo Zayas y fue participante en la protesta armada que lideró Federico Laredo Brú en esa región. Opuesto a las maquinaciones políticas, se destacó en el grupo Unión Cívica, que pretendió combatir la corrupción dentro del Partido Liberal en esa ciudad.

Roque E. Garrigó se opuso a la reforma de la Constitución y la prórroga de poderes impuestas por el gobierno de Gerardo Machado. Militante activo dentro de la oposición burguesa, participó en el alzamiento de 1931, por lo cual estuvo preso en el Castillo del Príncipe y después en La Cabaña. Apoyó el golpe del 4 de septiembre de 1933 y fue un cercano colaborador del presidente Ramón Grau San Martín durante el Gobierno de los Cien Días.

Participante en la política de la época, Roque E. Garrigó tuvo fama de abogado justo y honesto. Nunca aprovechó sus cargos para el enriquecimiento personal ni para favorecer a sus partidarios. Se destacó por el apoyo a iniciativas culturales y por la oposición a las botellas y el robo de los fondos públicos. Por estas cualidades se le conoció y respetó. Así lo demostró una encuesta que realizó la revista Cuba y América en 1915, en la que su nombre fue el que más votos obtuvo como posible candidato por el Partido Liberal en Matanzas a los cargos de gobernador y senador.

Las obras

Cubierta de La convulsión cubana. Archivo del autor.

Roque E. Garrigó perteneció, cronológicamente, a la primera generación republicana, nacida alrededor del año 1880. Formó parte de un grupo de intelectuales marcado por la frustración republicana, a la que se ha dado en llamar “generación agonizante”, “generación de la virtud doméstica” o los “cautivos de la reciprocidad”. Aunque en los estudios existentes sobre el tema no se le menciona, Roque E. Garrigó fue uno de sus más destacados representantes. Así lo demuestran varias de las obras que publicó.

La convulsión cubana (1906) fue el primer libro de Roque E. Garrigó. Escrito tras los hechos que dieron al traste con la República y favorecieron la segunda intervención yanqui. Es un texto pesimista, en el que se reflejan los criterios del autor acerca de la imposibilidad de que Cuba pudiera tener un gobierno propio. Contiene, igualmente, profundas críticas a la política del país y a las costumbres heredadas del colonialismo español:

“En la Nación, en las provincias y en las municipalidades cubanas, no hay, no puede haber, más que dos sentimientos: el de los favorecidos, viles aduladores del sistema que llena a maravilla sus ambiciones bastardas, sus torpezas y sus fraudes; y el de los que sufren con plácida quietud, faltos de civismo, por incalificable temor a los atropellos”.

El libro de Roque E. Garrigó América para los americanos (1910), recogió con claridad buena parte de su pensamiento y también de los ideales de su generación. Fue una defensa apasionada del panamericanismo, de una respetuosa, aunque estrecha relación con los Estados Unidos y de crítica al legado español, causante, en buena medida, según consideró, de los males que padecían las repúblicas hispanoamericanas. Acerca del propósito que lo animaba, escribió:

“Somos fanáticos creyentes en una no muy lejana civilización continental americana, tan grande en sí, como diferenciada de todo el resto del mundo. De una civilización exclusivamente propia, tanto en su estructura como en sus ideas, en su intensidad como en su cantidad; hija directa de las fuentes espirituales europeas, pero profundamente modificada y dirigida en un ambiente nuevo, porque nueva es así mismo, la naturaleza física de este continente al que aquellas vienen adaptándose”.

Portada del discurso en defensa de la Isla de Pinos. Archivo del autor.

El 28 de enero de 1925 Roque E. Garrigó, pronunció un discurso en Cruces, Cienfuegos. El motivo fue el natalicio de José Martí, pero el tema esencial fue la defensa de la Isla de Pinos como parte indivisible del territorio cubano. Este discurso fue publicado bajo el título de Pro-Isla de Pinos (1925), por acuerdo de la Junta de Educación y el Comité Pro-Isla de Pinos, de Cruces.

Roque E. Garrigó comenzó el discurso haciendo valedera su vocación martiana y destacó la intención de dedicar el discurso a la candente cuestión que marcaba el acontecer político nacional. Sostuvo entonces que el Senado de los Estados Unidos, por la demora en ratificar el tratado Hay-Quesada, se encontraba en una “…situación anormal e incomprensible…”, al “…desviarse en sus relaciones internacionales con Cuba”. Se mostró, además, crítico con los anteriores gobiernos cubanos por haber consentido “…por incalificable dejadez…”, la demora en la ratificación de un tratado internacional firmado entre ambas partes. Señaló además Garrigó, el intervencionismo de que hacía gala en esos momentos el embajador yanki en La Habana, Enoch Crowder, debido a las “…desdichadas funciones…” que asumía. En vehemente exposición, lanzó entonces estas preguntas:

“¿qué ha hecho Cuba, desde que en Marzo de 1904, es decir, hace veinte y un años, en que quedó solemnemente firmado el Tratado Hay-Quesada, sobre la Isla de Pinos? ¿Qué han hecho los Gobiernos Cubanos, desde que ese Tratado duerme en frío el eterno silencio de las gavetas?”.

Todo el discurso de Garrigó fue una ferviente defensa del derecho de Cuba sobre la Isla de Pinos. Al momento de ser pronunciado, aún no había sido ratificado el Tratado Hay-Quesada y sobre ese convenio se cernía la amenaza de algunos senadores, opuestos a su entrada en vigor. Semanas después se concretó el triunfo de Cuba.

Portada del primer tomo del libro Historia documentada de la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar. Archivo del autor.

En 1925 Roque E. Garrigó fue electo miembro corresponsal de la Academia de la Historia de Cuba en Cienfuegos. Para hacer efectivo el ingreso a la institución escribió el ensayo “Génesis y evolución de la doctrina Monroe”, que se publicó en 1925 en los Anales de la Academia de la Historia de Cuba. Ingresó como académico de número diez años después, con el ensayo Reflexiones sobre la derogación de la Enmienda Platt (1935), al que dio contestación Tomas de Jústiz y del Valle. Su paso por la Academia de la Historia de Cuba fue breve, pues murió al año siguiente. El 17 de diciembre de 1938 se celebró una sesión solemne en su honor, donde Joaquín Llaverías se encargó de dar lectura a un elogio dedicado a su vida y obra.

Portada del libro Misoneísmo político-ornamental. Archivo del autor.

En el libro Misoneísmo político-or­namental (1926), Roque E. Garrigó expuso una cruda crítica de los procederes corruptos de la política cubana del momento. Esta obra había sido premiada en 1923, con medalla de bronce, por el Colegio de Abogados de La Habana en el concurso José A. González Lanuza. Fue autor de Historia documentada de la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar (1929), obra publicada en dos tomos que la Academia de la Historia de Cuba premió en 1927. Antes había publicado la obra histórica América. Don José de la Pezuela y Ceballos. Su mando político y mi­litar en Cienfuegos, Cuba (1922).

La conferencia “Juan Clemente Zenea”, que pronunció en el Ateneo de Cienfuegos el 25 de agosto de 1926, se publicó en la revista Cuba Contemporánea, ese mismo año. El último libro de Roque E. Garrigó fue Revolución falseada. Confidencias del exfiscal del Tribunal Supremo (1934), expresó sus vivencias y criterios en relación con la revolución del 30. Dejó inéditos un estudio sobre Félix Lope de Vega y Carpio, el ensayo “El imperio y la paz”, sobre las relaciones inter­nacionales América, así como “Guamutraya, evocaciones históricas referentes a un viaje a la Sierra de Trinidad” y “Evolución de las ideas y prácticas constitucionales en la isla de Cuba”.

Tuvo una amplia colaboración en revistas y periódicos de la época. Entre ellos La Unión, El Popular y El Recreo de Matanzas. También en El Triunfo, La Correspondencia y El Avance de Cienfuegos. Otras publicaciones en las que salieron sus escritos fueron Revista Municipal y de Intereses Económicos, Noticiero del Lunes, Diario de la Marina, La Lucha y Heraldo de Cuba. Utilizó el seudónimo de «Leoncio».

Roque E. Garrigó. Archivo del autor.

Presentó en 1912 al público cubano, desde las páginas de El Tiempo, el libro El hispanismo y el americanismo, de Adolfo Posada. En 1925 escribió, en la revista Cuba Contemporánea, la crítica bibliográfica de la novela Las primeras espigas, de José M. del Hogar, y de los libros Juan Bruno Zayas, por Gerardo Castellanos, y Ensayos de divulgación histórica, por René Lufriu. Comentó en El Fígaro, en 1927, la célebre novela Coaybay, de José Antonio Ramos.

Fue redactor varios años de la revista Cuba y América, donde escribió acerca de cuestiones relativas a la política y la economía cubanas. Fueron varios los artículos que publicó sobre esos temas en 1907. Fue el caso de “Un síntoma lisonjero”, “La propaganda”, “Consultiva y convulsiva”, “A la Cámara de Comercio”, “El discurso del doctor Cancio”, “La situación política”, “Una duda y un consejo”, entre otros. En la misma publicación comentó en 1907 sobre el libro Instituciones locales de Cuba, de Francisco Carrera Jústiz y en 1913 sobre la novela Pax, del colombiano Lorenzo Marroquín.

Roque E. Garrigó murió el 17 de diciembre de 1936 en la ciudad de Cienfuegos.

El Martí de Garrigó

América. José Martí (1911), fue la obra premiada con medalla de oro y regalo del honorable presidente de la República por el Colegio de Abogados de La Habana en 1911. Para el bibliógrafo matancero Carlos M. Trelles estaba entre los 150 mejores libros que los cubanos habían escrito hasta 1913. Se le considera la primera biografía de José Martí publicada en Cuba.

Fue un libro muy bien recibido por la crítica. En la revista Letras se comentó lo siguiente:

“Un cubano activo y talentoso, Roque E. Garrigó, acaba de publicar un libro titulado «José Martí «, libro en el cual, con calor de enamorado, se narra la vida meritísima del divino apóstol de nuestras libertades y se hace resaltar el espíritu de su gran obra compleja y gigantesca”.

“Nosotros, que amamos con pasión de hijos el recuerdo del mártir de Dos Ríos, y que sorbemos con el más vivo interés cuanto a él se refiera, hemos leído ávidamente, la obra del señor Garrigó, y hemos quedado en verdad complacidos de la labor noble y generosa del notable escritor que en estos tiempos de extravío, en estos tiempos de odios y conveniencias, ha sabido escribir sobre un hombre sin odios”.

“Satisfecho debe sentirse el querido compañero Garrigó de su buena obra. Buena, desde el punto de vista histórico y literario, y buena desde el punto de vista patriótico, porque recordar a Martí es alzar un templo a la patria, y en estos momentos de pedestales y mercaderías, nos hacen mucha falta los templos”.

“Tarde, pero no por eso menos caluroso que el que más, llegue nuestro sincero aplauso a Roque E. Garrigó, junto con nuestras gracias más expresivas por su libro «José Martí»”.

En el “Prólogo” de América. José Martí, Roque E. Garrigó expresó:

“…estoy satisfechísimo de poder poner en manos de mis compatriotas este defectuoso trabajo sobre la vida de Martí, porque, a pesar de tanto patriota, y sabios y literatos como hay en mi patria, ninguno supo, o quiso o pudo, disputarme el honor de haber dedicado horas de afán y de laboriosidad a la tarea de presentar los rasgos más sobresalientes de la vida de Martí a través del doloroso y triste cuadro de historia cubana”.

Destacó, además, el momento que se vivía en Cuba, a punto de celebrar otras elecciones presidenciales, en las que se temía se viviera la repetición de los hechos de 1906, que dieron al traste con la primera República. Sobre la palabra “América” en el título del libro, resaltó que “…Martí hizo obra continental, eminentemente americana; por lo que, su figura a toda la América interesa”. En relación con la obra añadió:

“La concebí serenamente, y con amor la redacté. No he dado entrada en sus páginas a otros sentimientos. He querido que la leyeran todos los cubanos: los gobernantes, los políticos, los maestros, los soldados he querido que a todos por igual interesara. Puede que él sirva para contener males que hoy parecen inevitables en la República que preside el honorable general José Miguel Gómez, si ellos lo leen con la misma sinceridad y amor con que fue escrito”.

Uno de los mayores aciertos de América. José Martí, fue la inclusión de una “Bibliografía de José Martí”. Además de obras como Ismaelillo (1882), Versos sencillos (1891) y Cartas a Juan Bonilla (1903), aparecen los tomos de las obras completas que, hasta la fecha, había publicado Gonzalo de Quesada y Aróstegui.

Portada del libro América. José Martí. Archivo del autor.

La biografía de José Martí escrita por Roque E. Garrigó está dividida en ocho capítulos. En el primero dejó estableció los presupuestos para el estudio de la vida del Apóstol, cuya trayectoria vital equiparó con la de Camilo Benso, el célebre Conde de Cavour, infatigable defensor de la unidad italiana. El segundo capítulo lo dedicó a describir, desde el punto de vista político y económico, cuál era la situación de Cuba, como colonia sometida al desafuero de los gobernantes coloniales, al momento de nacer José Martí y los primeros años de su vida. También valoró el estado de la instrucción pública en aquellos tiempos. Acudió, como forma de reforzar sus argumentos, a la transcripción de documentos históricos, algunos de ellos extensos.

En el capítulo tercero “La guerra del 68”, Roque E. Garrigó expuso los inicios de José Martí como revolucionario. Enfatizó en el papel que jugó la estancia en el presidio político, con sólo 16 años, donde, según expresó: “Con el grillete al pie, se dio cuenta exacta de lo que era la esclavitud”. Esta experiencia, junto al fusilamiento de los estudiantes de medicina en 1871 y la decepción que sufrió con la República Española, ratificaron en él, según el biógrafo, la decisión inquebrantable de que Cuba tenía que ser libre.

“1878 a 79. El Zanjón a la Guerra Chiquita”, es el cuarto capítulo. En uno de sus primeros párrafos Roque E. Garrigó condensó, muy brevemente, el tránsito de José Martí por México y Guatemala. En esto influyó quizás la falta de datos, pero se perdió una magnífica oportunidad para valorar el inicio de sus ideales latinoamericanistas. La participación de Martí en la Guerra Chiquita fue expuesta, con énfasis en sus cualidades como conspirador junto a Juan Gualberto Gómez.

Lo relativo a la obra de organización revolucionaria que realizó José Martí se presentó en el capítulo V, “La propaganda de Martí”. En relación con la estancia del Apóstol en Venezuela durante 1881, escribió Roque E. Garrigó:

“La obra de Martí, en Venezuela principalmente, obra que tuvo singular éxito, fue la de fomentar en el corazón de la juventud que lo admiraba y lo quería sentimientos de amor y de compasión para su Cuba esclava, y alientos de vindicación para hacerla libre”.

Destacó el biógrafo la presencia de José Martí en Tampa y Cayo Hueso, como el lugar más idóneo para realizar su labor revolucionaria. Con relación a la influencia que ejerció sobre los humildes obreros de la Florida, escribió Roque E. Garrigó:

“Con el rostro resplandeciente de sinceridad, el ademán denunciador de su condición humil de y el fluido magnético de su palabra conmovedora, se operó en Martí la transformación sublime que iba a caracterizar en lo futuro el fondo de su alma, la condición preferente de su carácter. Se convirtió en apóstol”.

“Desde entonces, su predicación en los talleres, plazas, calles y en el hogar, hicieron de aquella multitud, y en poco tiempo, algo unísono, compacto, entero, formidable. Estaba en su elemento, y fue comprendido”.

“No faltaba nunca a nada; se le veía en todas partes; con todos hablaba; a todos convencía. Al poco tiempo perdió su nombre propio y se le llamo el Maestro. La transformación en él experimentada había cundido, y se operó en cuanto estaba a su alcance”.

“De la hostilidad al triunfo”, es el título del capítulo sexto. Para Roque E. Garrigó, la obra de José Martí para la unidad de los revolucionarios, sobre todo los más humildes, le hizo ganar una enorme influencia en sus compatriotas:

“El trabajo de unificación y aliento que se ha descrito en las páginas anteriores duró muy cerca de dos años, durante los cuales, necesario es declarar que Martí sólo se puso en contacto con el pueblo; escasa o ninguna era su comunicación con los que hasta entonces habían dirigido la opinión cubana en este su aspecto revolucionario. Él no se presentó a los emigrados con títulos de ninguna clase; no era nadie; sufría como ellos el mismo dolor, y como ellos, alentaba la esperanza feliz de la consecución de días mejores; fue a comunicárselo; encontró dividida la opinión, y la unificó; y, en medio de su sencillez y su humildad, se hizo tan grande, que su nombre, sobre todo su nombre de maestro, eclipsó el título de todos los generales. La propaganda en favor de Cuba no se unía ni se asociaba con otro nombre que el de Martí”.

Valoró de forma justa el biógrafo la significación que tuvo la fundación del Partido Revolucionario Cubano. Lo hizo, es cierto, cómo podía hacerse en 1911, pero destacar la obra de unidad que desarrolló José Martí, los postulados de su programa y la trascendencia de ese acto, era la mejor manera que encontró de contribuir a superar los males de la República. Buen espacio dedicó a la polémica entre Martí y Enrique Collazo a propósito de la crítica que el primero realizó al libro A pie y descalzo (1890), de Ramón Roa. Hay que destacar que el análisis que hizo Garrigó de este hecho fue muy acertado:

“Martí, lejos de Cuba y sin otro contacto con ella que el que le proporcionaba la correspondencia sigilosa y por clave, como correspondía a un revolucionario de su talla, y sobre todo, hondamente preocupado por cuanto se ha dicho, no podía dar al trabajo de Roa otra significación y alcance que la que el impresionante libro producía. Para él no hubo duda de que su in tención era la de sembrar la cobardía en el ánimo de los cubanos. Y tembloroso se lanzó a la primera tribuna para arrancar a su garganta un vigoroso discurso de combate contra lo que, para él, tenía sabores de traición. Aquel discurso fue titulado por él «Los pinos nuevos y los pinos viejos», y su estructura encerraba una dura acusación para los que, combatientes en el 68, parecían impasibles ante una sospecha de deslealtad. Su acusación fue dura, mucho más porque era inmerecida, pero en Martí era necesaria, y para los momentos imprescindible”.

Para Roque E. Garrigó este discurso, el cual insertó de forma integra en el capítulo, era de indispensable lectura para todos los cubanos:

“Yo conocí ese discurso de Martí después del hundimiento del imperio colonial español en nuestra América; mucho después, cuando vi, con ojos espantados, cómo la República maltrataba a los cubanos, y por hacerlo, caía estrepitosamente al golpe de rebelión de sus propios hijos, y de cuya época arranca mi seria dedicación al estudio de las cosas de mi patria; entonces me parecieron palabras que convenían al momento, que se adaptaban a nuestra realidad nacional. Lo reproduzco en estas páginas, después de instaurada la segunda República cubana, y sigo pensando firmemente en la frescura de sus conceptos, en lo impecable de sus pronósticos, en la videncia de sus vaticinios…”.

Después de transcribir las cartas cruzadas entre José Martí y Enrique Collazo a propósito de este incidente, Roque E. Garrigó expuso los preparativos de la Guerra del 95 y todo el desempeño de José Martí en la unión de los grandes guerreros del 68. En especial, se refirió a Máximo Gómez y Antonio Maceo. Sin embargo, los preparativos del 24 de febrero apenas fueron mencionados.

El capítulo que le da continuación al libro América. José Martí, el número siete, fue “La caída en Boca de Dos Ríos”. Se inició con el desembarco en Playitas y culminó con unas valoraciones de Roque E. Garrigó acerca de la necesidad que tenía la República de seguir las ideas y el ejemplo del Apóstol. Sobre el culto a José Martí añadió:

“Todos los años, cuando se aproxima el momento de evocar estos recuerdos, la imaginación tropical desborda su fantasía, que a raudales derrama lo más galano de su imaginación en trozos fúlgidos de un épico sentimentalismo; desde entonces hasta hoy, se tejen en su memoria guirnaldas ricas en espejismos dolo rosos, en largas odas o en prolongados discursos de una resonancia que electriza. Es el corazón quien se conmueve; el pensamiento queda arrollado por la vertiginosa exaltación sanguínea”.

“Todo eso es muy bueno, muy recomendable, muy natural, y entre nosotros puede decirse que es muy humano, ya que responde al fondo y a la idiosincrasia de nuestro pueblo. Pero Martí merece algo más que todo eso. Ni aun si quiera con estatuas se honra su memoria. Martí merece que se le evoque en cada una de las conquistas alcanzadas por el pueblo cubano; que se le tenga en cuenta en cada uno de los actos que se realicen para afianzar esas conquistas, para que su recuerdo nos contenga en cada uno de los desaciertos o retrocesos en que por atavismos caiga la nación; esta nación, cuya bandera él simboliza”.

El libro cerró con el capítulo ocho, “Labor literaria de Martí”. Ya en el prólogo, Roque E. Garrigó había señalado que Jesús Castellanos, miembro del jurado que premió su obra, le sugirió ampliar esta parte del libro. Sin embargo, Garrigó no lo hizo, pues prefirió profundizar en la parte “política”, con la inclusión de algunos documentos de forma íntegra. Acerca de la prosa martiana, valoró que la

“…producía con notas tomadas al paso de los libros o de la Naturaleza, era en él el fuego vivificador de su pluma artista; raro es el pasaje que no esté tocado de su acento doloroso”.

Sobre la oratoria del Apóstol destacó que

“Donde Martí se presentó siempre original hasta el genio, fue en la tribuna. La tribuna fue el favorito pedestal de su gloria. Pero sus discursos no son para leerlos, sino para escucharlos”.

Para Roque E. Garrigó, los versos escritos por José Martí “…son como la corriente de un río en la parte más nivelada de su curso: afluyen suaves, tersas, rumorosas”. Del libro Ismaelillo (1882), señaló que era “…un tesoro de humildad y de sentimientos elevados, en que a la par rivalizan el generoso estímulo y la piedad sincera…”. Reconoció, además, que

“A Martí se le podía dar un problema a estudiar; lo hacía con éxito, transmitiendo con severidad continuada luminosos aspectos, no de efectismos, sino producto de su analítica penetración me dida y pesada con el auxilio de sus vastos conocimientos del fenómeno social, e iluminándolos con la blanca luz que surge de los hechos que se comparan. Tenía todas las condiciones del observador paciente y sabía levantar su espíritu a las serenas regiones de la filosofía”.

Como ejemplo de esto último, Roque E. Garrigó mención el informe que José Martí presentó en la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América:

“No obstante haber puesto Martí puntos de vista que no están conformes, mejor dicho, que están desmentidos por la Historia, y sus tentar doctrinas que no encajan ni encajaron nunca en la vida política externa, el documento revela toda la vigorosidad psíquica de Martí…”.

Cubierta del libro América para los americanos. Archivo del autor.

Este párrafo de Roque E. Garrigó demostró que, a pesar de reconocer desde el inicio que José Martí hizo una labor que abarcó a todo el continente, no entendió sus alertas sobre el vecino del Norte. Los Estados Unidos y las ideas martianas acerca de la sociedad, la política y la economía de ese país, estuvieron ausentes de esta biografía. En ello influyó, sobre todo, la experiencia generacional de su autor, además del desconocimiento existente en su tiempo sobre el alcance real de la prédica martiana.

Esto se reflejó, sobre todo, en el final de América. José Martí. Para la generación de Roque E. Garrigó la ausencia de José Martí había fue una de las causas de que el ideal de la independencia no se hubiese logrado a plenitud. Consideraron que el Apóstol, cual un verdadero oráculo, había alertado de todos los males que asecharían a la naciente República. El olvido de su palabra, junto a su muerte, que muchas veces consideraron injustificada, habían configurado el panorama desalentador que vivían. Por esto escribió Garrigó:

“¡Desgracia, desgracia asoladora e irreparable para la patria, es que, en la inerte y espantosa soledad de la tierra helada, bajo la sombría losa sepulcral, se encuentre, convertido en míseros despojos, el cráneo que en sublime inspiración concibiera una república «cordial, con todos y para todos»!”. (ALH)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *