Pedro Ramos Báez defendió una concepción humanista de la medicina, en estrecha unión con la naturaleza. Sobre esta figura de nuestra historia científica trata esta reseña.

Hijo de una familia campesina, Pedro Ramos Báez nació en Ceiba Mocha el 24 de marzo de 1895. Desde su infancia más temprana debió trabajar para ayudar a su familia. Sin abandonar estas labores realizó los estudios hasta el bachillerato. Gracias a una beca estudió y se graduó de médico en la Universidad de La Habana. Después pasó, por recomendación del médico Juan Guiteras, a trabajar en el Hospital Las Ánimas, en La Habana.

Ejerció su carrera en Limonar como médico municipal y médico del central Limones y jefe de Sanidad. Sin embargo, su principal desempeño fue como médico director del Balneario de San Miguel de los Baños. Desde este bello rincón matancero realizó una amplia y fructífera actividad científica de alcance internacional, propia de un genio.

Una labor científica ejemplar

Las primeras investigaciones que desarrolló fueron acerca de la electro-química de la sangre. Sobre este tema propuso un nuevo método para la medición del equilibrio iónico del suero sanguíneo. También estudió las aguas medicinales y su aplicación, con un enfoque novedoso a las enfermedades de la vesícula biliar.

Trabajó de forma estrecha con el médico alemán radicado en Cuba, Wilhelm H. Hoffmann (1875-1950), con quien compartió además la autoría de varias publicaciones científicas. Entre ambos se desarrolló una gran amistad, ejemplo de colaboración médica. Fueron autores del libro La coroiditis leprosa precoz (1930) y de numerosos artículos científicos.

Ramos representó a Cuba como delegado ante la International Society of Medical Hydrology. Fue miembro corresponsal de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y de la Societé Termale et Climatique, de Francia. Recibió la Orden Nacional de Mérito de la Cruz Roja y la Orden Nacional de Mérito Carlos J. Finlay. Fue designado presidente del Comité Cubano del VI Congreso de Patología Comparada, celebrado en Madrid.

Colaboró en numerosas revistas nacionales, como Revista Médica Cubana y los Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. En la primera de ellas publicó “Algunas consideraciones sobre el Neo-Hipocratismo o la Medicina Neuro-Humoral-Tisular” (1940) y “Las proyecciones perniciosas de la profesión médica” (1940). A su vez, en la segunda dio a conocer el ensayo “La clave de una nueva medicina basada en la biología” (1951).

En la habanera Revista de Medicina y Cirugía vieron la luz sus trabajos “Algunas consideraciones sobre la anquilostomiasis” (1925) y “Un caso de quiste hidatídico del hígado. Su diagnóstico clínico” (1931). Otro de sus artículos en esa publicación fue “Algunas sugerencias sobre la amebiasis en la fisiopatología del segmento ileo-tiflo-colónico” (1936).

Entre las revistas extranjeras en las que colaboró estuvieron Excerpta Medica, de Holanda y Revista Clínica y Laboratorio, de España. También lo hizo en International Journal of Leprosy and other Mycobacterial Diseases y The Journal of Clinical Investigation, de Estados Unidos. Otras fueron la brasileña Jornal dos Clínicos y Medicina, de Argentina.

Sin embargo, lo principal de su obra fueron las ideas, que defendió con fuertes argumentos, acerca de una nueva concepción de la medicina. Sostuvo que el arte de curar debía estar integrado al ser humano como parte integrante del cosmos natural. Buena parte de los conceptos que defendió acerca de la medicina moderna, quedaron recogidos en los libros Nuevas orientaciones sobre la fisiopatología de la vesícula biliar (1938), Medicina dinámica (1944) y Patología humoral. Medicina dinámica (1949).

El adiós de un genio

El 11 de diciembre de 1951 el Club Rotario de Jovellanos realizó una velada en honor al Día del Médico. La figura central era el médico Pedro Ramos Báez, quien había recibido días antes la Orden Finlay. Mientras disertaba acerca de la obra de Finlay, Guiteras y Hoffmann contra la fiebre amarilla, Ramos se sintió indispuesto, pidió a un colega que continuara la lectura y se desmayó. Minutos después falleció.

La conmoción del triste suceso fue nacional. El Ateneo de La Habana le rindió una jornada de homenaje. Meses después la revista matancera Médica publicó el ensayo al que daba lectura Ramos momentos antes de morir, titulado: “Los tres genuinos pioneros del descubrimiento de la transmisión y de la erradicación de la fiebre amarilla. Finlay, Guiteras, Hoffmann”.

Tras su muerte, se expresó lo siguiente acerca del legado de Pedro Ramos Báez: “…considero su mejor obra «Los primeros pasos en Fisio-Patología de la Medicina dinámica». Enfoca en ella un nuevo y profundo concepto de la medicina y el arte de curar en la vida y en el cosmos, donde encaja el hombre como un ente a quien hay que adaptar debidamente hasta obtener un equilibrio entre los tres. Está documentada en una amplia bibliografía y si no viviéramos tan de prisa, esa obra de unas doscientas páginas sería de un gran valor que el médico práctico la estudiara y meditara sobre ella para adquirir un más amplio horizonte del que rutinariamente empleamos en nuestra práctica diaria”.

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