Parque Watkins: Lo que sí y lo que no

Hace muchos años, cuando en el silencio de la noche rugían, el reclamo de los leones se escuchaba hasta en los alrededores del parque René Fraga. No hay exageración: los pequeños aguzaban sus oídos para trasladarse en un sueño repetido hasta los misterios de la jungla africana.

De día era la visita al Parque Watkins, la foto junto a los chivos en lo alto y lanzar pan viejo a los patos, gansos, peces y flamencos.

Y ahora ha abierto de nuevo sus puertas, con mucho que sí y algo que no.  Con sus áreas recién pintadas, combina rejas y cubículos con el favorecedor entorno natural, presidido por el inmenso árbol de la gran sombra.

Junto al diezmado estanque, los pequeños miman el apetito insaciable de aves y peces, hoy no con pan, sino con blancas rositas de maíz. Se sienten responsables, y disfrutan el momento.

Más allá, los granos de maní vuelan de las manos infantiles hacia los monos que juegan a atraparlos en el aire. Y se oye, incesante, la palabra repetida por los adultos: Mira… Mira.

Los leones descansan, y si alguno ocasionalmente se yergue, despierta la admiración y el pavor, y la imaginación retorna a la selva donde son reyes.

Muy humildemente un bovino y ejemplares avícolas se incluyen también en el corto recorrido, al que se suma además la exposición y venta de peces tropicales y una mínima oferta de confituras en manos de cuentapropistas.

Como colofón resta a los pequeños saltar y saltar y saltar en el modesto castillito inflable con tobogán y en las camas elásticas bordeadas de protección.

Se une a todo constatar que los animales cuentan con agua y comida suficiente, al menos hoy, y que los trabajadores, uniformados, atienden con cortesía mientras evacuan preguntas de los visitantes y acarician los animales.

El saldo, al final, es que sí, que en su tradicional modestia el Parque Watkins sirve al propósito de entretener la mañana dominical, en un ambiente apacible en el que no desentonan bocinas estridentes y en el que los suficientes bancos permiten reposar a los adultos mientras los hijos y nietos sanamente regalan energías.

La limpieza es dueña y contribuye decisivamente al bienestar.

Pero si algo mueve al mundo es la inconformidad, y tal vez algunos razonamientos pudieran llevar a que, sin desembolsos considerables, el área recreativa matancera se perfeccione.

En otras provincias estos microzoológicos pertenecen a la entidad de Flora y Fauna, y surge entonces la pregunta de por qué en Matanzas son atendidos por Servicios Comunales, con toda la carga y prioridad, responsabilidad y agobio que representan actividades como la limpieza de calles, la recogida de desechos sólidos, las áreas verdes, el resto de los parques, los servicios fúnebres…

Y con esta primera interrogante llegan otras: por qué no hay tan siquiera un cocodrilito, por qué no se incluyen una jutía, un majá de Santamaría, una cotorra….

Tampoco se cuenta, al menos visible, con un buzón, más que de quejas, de sugerencias que la población pueda expresar.

Calificación de Bien este domingo para el Parque Watkins, por el que han transitado tantas generaciones de matanceros. Se agradece. El reto es mantenerlo y diversificarlo.

Acerca Aurora López Herrera

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