El urólogo Joaquín Albarrán fue una gran personalidad de la medicina cubana y mundial que puso en alto el nombre de su patria.

Nacido en Sagua la Grande el 9 de mayo de 1860, Joaquín María Albarrán Domínguez se trasladó con su familia a España en 1869. Estudió medicina en Barcelona, donde se graduó de licenciado en 1877, y en Madrid, ciudad en la que se hizo doctor en Medicina en 1878. Al año siguiente se radicó en París, donde realizó toda su labor científica y asistencial. En los inicios se dedicó a la microbiología y la anatomía patológica, pero fue en la urología donde realizó importantes contribuciones.

Fue el primer español que impartió clases de cirugía en Francia y que asumió una cátedra, la de enfermedades de las vías urinarias, en la Universidad de París. Tuvo grandes méritos como urólogo. Realizó en Francia, por vez primera, una prostactecmía radical perineal y una nefrostomia planificada. Inventó un instrumento para el ajuste del cistoscopio durante la caterización del uréter, conocido como “uña de Albarrán”. Presidió en 1908 el primer congreso internacional que se dedicó a la urología.

Noticia sobre Joaquín Albarrán, Diario de la Marina, 25 de julio de 1890. Archivo del autor.

Su apellido tiene amplia presencia en la urología actual. Una enfermedad es conocida como síndrome “Albarrán-Ormond”. Se denominó “túbulos de Albarrán” a unas estructuras de la próstata y “signo de Albarrán” a una evidencia de cáncer en la pelvis del riñón. Existe la “prueba de Albarrán”, que relaciona el volumen y la concentración de la orina eliminada con la pérdida de tejido renal. También la “enfermedad de Albarrán” o colibaciluria, así como la “operación de Albarrán”, en la que se realiza una resección de la pelvis renal dilatada. Existe el “uretrótomo de Albarrán”, utilizado para realizar cortes a ciegas en las intervenciones quirúrgicas.

Entre sus publicaciones estuvieron Les reins des urinaires (1889). Con Felix Guyon publicó Anatomie et physiologie pathologique de la rétention de l’urine (1890), quien prologó su libro Les Tumeurs de la vessie (1892). Fue autor, junto a L. Imbert, de Les Tumeurs du rein (1903). También dio a conocer Exploration des fonctions rénales (1905) y Médecine opératoire des voies urinaires (1909), su obra mayor.

Fue galardonado con el Premio Goddard y el Premio Tremblay. Recibió en 1907 la Orden de la Legión de Honor de Francia. Se le nominó, en 1912, año en que murió de forma prematura el 17 de junio, para el Premio Nobel de Medicina.

Un viaje a Cuba

Desde finales de julio de 1890 comenzó la divulgación de noticias referidas al próximo viaje de Joaquín Albarrán a Cuba. Así lo informó un periódico de Sagua la Grande, en primicia que replicó el Diario de la Marina el 25 de julio. Semanas después, el 24 de agosto, el mismo periódico, dio a conocer que se esperaba su llegada del 5 al 10 de septiembre.

Noticia sobre Joaquín Albarrán, Diario de la Marina, 24 de agosto de 1890. Archivo del autor.

Ya en Cuba, el día 9 la prensa médica de La Habana realizó un banquete en honor de Joaquín Albarrán, en el Salón Chaix, del Vedado. Entre los discursos pronunciados esa noche estuvieron los de dos matanceros allí presentes: el doctor Juan Santos Fernández, director de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, y el doctor Gabriel Casuso, que dirigía la revista El Progreso Médico. De acuerdo al reporte publicado en el Diario de la Marina, el primero manifestó su

“…admiración y respeto para el compatriota ilustre, que en lejanas tierras, ha conquistado un puesto prominente al lado de lo hombres que marchas al frente de la moderna civilización”.

Por su parte, Casuso

“…saludó también en el Dr. Albarrán a un futuro profesor de la Escuela de Medicina de París; explicó lo que significan y valen sus triunfos; la opinión respetabilísima de Grancher en honor del joven cubano…”.

Noticia sobre Joaquín Albarrán, Diario de la Marina, 9 de septiembre de 1890. Archivo del autor.

Desde entonces los homenajes recibidos por Joaquín Albarrán fueron constantes. Tras una estancia de varios días con su familia en Sagua la Grande, se trasladó hacia Cienfuegos el día 29 de septiembre. Fue recibido en la estación de trenes por numerosas personas y por el Cuerpo Médico. Esa noche se le dedicó un banquete en el Hotel Unión y se hospedó en la casa del médico matancero Octavio Ortiz Coffigny.

El 7 de octubre la Real Sociedad Económica de Amigos del País le nombró Socio de Mérito. En Santa Clara se le obsequió un banquete en el Hotel Central el día 21. La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales fue escenario de una conferencia que impartió la noche del 29. El tema fue “Perinefritis, anatomía, patología, patogenia y tratamiento”. En la reseña de este acto se consignó que había demostrado

“…su extenso saber y la seguridad con que domina y posee la materia tratada, e indicando aspectos y observaciones enteramente nuevas”.

“El concurso oyó con religioso silencio al docto disertante, aplaudiéndolo con calor, después de que hubo terminado su discurso, discerniéndole la Academia, por unanimidad de votos, el título de Académico de Mérito”.

“Profundamente conmovido y en la forma más modesta, el Sr. Albarrán dio las gracias a la corporación por la señalada honra que le había dispensado”.

Información de la Academia de Ciencias sobre conferencia de Joaquín Albarrán, Diario de la Marina, 29 de octubre de 1890. Archivo del autor.

El 7 de noviembre Joaquín Albarrán salió hacia Tampa, Estados Unidos, en el vapor Olivette, en viaje de regreso a Francia. Habían sido dos intensos meses de merecidos homenajes y agasajos.

En 1890

Entre los homenajes que recibió Joaquín Albarán en este viaje a Cuba estuvo, además de los aludidos, el tributado por el Liceo de Matanzas el 13 de octubre de 1890. En la Memoria correspondiente a las actividades realizadas por la institución ese año, se mencionó “…la recepción en honor del ilustre médico Sr. D. Joaquín Albarrán…”.

En ese momento el presidente del Liceo de Matanzas era el médico José Elías Jiménez. La vicepresidencia estaba ocupada también por otro galeno, Eduardo Díaz, mientras que entre los vocales sobresalía el célebre médico y benefactor Domingo L. Madan. Según el historiador Adolfo Dollero

“…el Liceo hizo al ilustre médico de Sagua Joaquín Albarrán una solemne recepción a la que acudieron distinguidas personalidades científicas de la Habana”.

Noticia sobre Joaquín Albarrán, Aurora del Yumurí, 16 de octubre de 1890. Archivo del autor.

Tres días después, el 16 de octubre, en el diario Aurora del Yumurí se comentó acerca de la conferencia que dictó Joaquín Albarrán en la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana. De acuerdo a esta reseña, el joven médico

“…subió a la tribuna entre calurosos aplausos que demostraban la ansiedad que tenía el público de oírle…”. (…) Después de breve palabras de gratitud por el honor que le dispensaban dándole la palabra en esa sesión, pronunció una bellísima conferencia sobre los microrganismos del cáncer. Sus palabras despertaron la curiosidad en los oyentes, llevando el ánimo de todos la convicción de que se trataba de una enfermedad infecciosa…”.

En 1906

Dieciséis años más tarde, en 1906, Matanzas tuvo otro motivo para rendir homenaje a Joaquín Albarrán, el médico que había puesto el alto el nombre de su patria. Sucedió al haber sido nombrado, por voto unánime del claustro de profesores de la Facultad de Medicina de París, para sustituir Jean Casimir Félix Guyon (1831-1920), su profesor y mayor referente profesional. De esta forma asumió la cátedra de Clínica de las enfermedades de las vías urinarias del Hospital Necker, de la cual tomó posesión el 14 de noviembre.

Con motivo de este hecho, el Cuerpo Médico de Matanzas le envió una carta de felicitación a Joaquín Albarrán. Con fecha 16 de julio de 1916, en la misma se expresó lo siguiente:

“Doctor señor Joaquín Albarán

Paris.

Señor:

Los médicos de Matanzas, vuestros compatriotas y admiradores del talento excepcional con que os dotó la Naturaleza, para honra de nuestra naciente República y contento de todos los cubanos, os felicitan cordialmente por la justicia con que ha procedido el Claustro de la Escuela de Medicina de París, confiriendo el puesto que desempañaba el sabio profesor Guyón, al modestísimo y ya ilustre Joaquín Albarrán”.

Esta carta se publicó en el Diario de la Marina, el 20 de julio de 1906. La firmaron 25 médicos matanceros: Jorge Trelles, Federico Escoto, Félix de Vera, Julio Ortiz, Luis Díaz, Adolfo Valhuerdi, Juan F. Galup, Antonio Font, Luis Cuní, Pedro S. Quirós, Agustín Pinto, Manuel Zambrana, Eduardo Núñez, Justo Osorio, Gonzalo Roig, Leoncio Junco, Francisco Quesada, Justino F. Castro, Florencio Hernández, Vicente Tomás, Luis Tapia, Félix García, Filomeno Rodríguez, Adolfo Lecuona y Armando Estorino.

Carta de los médicos matanceros a Joaquín Albarrán, Diario de la Marina, 20 de julio de 1906. Archivo del autor.

Entre los firmantes aparecieron tres que eran socios del Liceo de Matanzas al momento del homenaje que esta institución le tributó a Joaquín Albarán en 1890. Estos fueron Antonio Font, Manuel Zambrana y Adolfo Lecuona.

En 1911

Cinco años después, el 1 de enero de 1911, se develó en su natal Sagua la Grande, un monumento a Joaquín Albarrán, erigido por suscripción popular. Correspondió a un matancero, el doctor Juan Santos Fernández, presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, pronunciar el discurso central de ese acto de homenaje.

El matancero inició con estas palabras:

“Sagua, la envidiada cuna de Joaquín Albarrán, le levanta hoy un monumento, para perpetuar la memoria de sus triunfos conquistados en país extranjero; y la, república cubana, desde el honorable primer Magistrado, hasta el más humilde ciudadano, se han asociado de buen grado á tan noble empeño y patriótica idea”.

Monumento a Joaquín Albarrán erigido en Sagua la Grande en 1911. Archivo del autor.

Destacó el orgullo que sentía Cuba por los triunfos de Albarrán en Francia. Agregó consideraciones en relación con la situación de Cuba en se momento y terminó al decir:

“¡La Ciencia! ¡Oh Albarrán! Esa deidad sublime, a quien ofreciste tus preces y ha correspondido dadivosamente a tu culto convirtiéndote en su más noble sacerdote; te ofrece ahora en mis labios trémulos de admiración, el testimonio de amor y respeto de sus constantes servidores, que son a la vez tus hermanos, de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, en la que, por suerte y honra nuestra, tienes un elevado puesto, desde los primeros triunfos en tu brillante apoteosis”.

En 1912

Al fallecer Joaquín Albarrán, el 17 de enero de 1912, la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana se aprestó a rendirle póstumo homenaje. Un año después, en igual fecha de 1913, se celebró una sesión extraordinaria para conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento. En este acto fue descubierto un retrato al óleo de Albarrán, obra del pintor Federico Sulroca, que se colocó en el salón de sesiones.

Óleo de Joaquín Albarrán, obra de Federico Sulroca. Archivo del autor.

Para realizar el elogio de Joaquín Albarrán se designó al prestigioso médico matancero Enrique Barnet y Roque de Escobar, quien había sido su condiscípulo y uno de sus grandes amigos. Acerca de su prematura muerte, destacó:

“Nos abandonó cuando empezaba a entrar en el otoño de la vida, frisando apenas en los 52 años de edad; cuando en Europa se comienza realmente la carrera, cuando esperábamos los más sazonados frutos de su asombrosa sabiduría y de su infatigable actividad; cuando al extinguirse su juventud no había aún el tiempo recogido las rosas de sus mejillas, marchitadas ya por la enfermedad y la pesadumbre”.

Abundó Barnet en datos sobre la vida de Joaquín Albarrán, su trayectoria estudiantil y los éxitos alcanzados en Francia. Mencionó las publicaciones que realizó y los principales aportes a la urología. También, lo reconoció, a pesar de haber sido siempre un médico francés, como una legítima gloria de Cuba y, en especial, de su terruño natal de Sagua la Grande. Concluyó su elogio con estos párrafos:

“El sol de la patria lejana no calentará aquellos restos ni los perfumarán sus flores; pero si fuera dable a la pesquisa de los humanos buscar y recoger el espíritu que los agitaba en vida, no se encontraría seguramente la esencia divina en aquel sepulcro frío cubierto de nieve, sino bajo el monumento erigido con amor y ufanía en su pueblo natal para la glorificación de su inmortalidad, porque aún más allá de la muerte existen para el hombre ligaduras inquebrantables que lo atan y sujetan a la tierra en que nació mientras perdure su recuerdo”.

“Se ha ido antes que nosotros para la desconocida y silenciosa región de la que jamás vuelven los que se van; sólo quedan de él un poco de polvo para tributo de la tierra, un ejemplo elocuente de lo que pueden en el mundo el genio y la voluntad, un recuerdo imperecedero en el corazón de los que le amamos, un reguero de luz en su paso por la vida, una presea para la humanidad, un orgullo para Cuba!”.

Joaquín Albarrán fue una gloria de la medicina cubana, considerado la principal figura de la urología en los años finales del siglo XIX y principios del XX. Se le consideró en vida un orgullo para Cuba y un testimonio viviente del talento de sus compatriotas. Recibió numerosos homenajes, entre ellos los que le tributaron Matanzas y los matanceros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *