En 1866, la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo Artístico y Literario de Matanzas estableció una Biblioteca Científica.

Además del Museo de Historia Natural que creó en 1866, la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas estableció una Biblioteca Científica. Si bien no alcanzó un alto número de obras, estas fueron de calidad, sobre todo novedosas y actualizadas. De acuerdo a los donativos publicados durante la conformación del Museo, se ha podido conocer que se recibieron 23 libros. Tres estaban editados en inglés y siete en español, de ellos cinco publicados en Cuba. Los otros 13 eran franceses. Dos revistas, una de ellas en inglés, dos prospectos y tres tesis para el doctorado en medicina, de ellas dos en francés, también estuvieron entre sus fondos y dos mapas.

El aporte de los fundadores

Entre los que hicieron aportes a la Biblioteca Científica de la Sección de Ciencias, estuvieron los socios fundadores Joaquín Barnet, Richard J. Cay y Manuel Presas, así como los supernumerarios Manuel M. Carrerá y Agustín Pinto. También contribuyeron socios corresponsales como Joaquín Fabián de Aenlle, Henri Dumont, Felipe y Andrés Poey, Fernando Valdés Aguirre y Marcos de J. Melero.

Portada del libro Directions for collecting, preserving and transporting specimens of natural history. Archivo del autor.

Hay que anotar la donación, por Manuel J. Presas, del texto Directions for collecting, preserving and transporting specimens of natural history, publicado por la Smithsonian Institution de Washington. De seguro fue un valioso auxiliar bibliográfico para la instalación del Museo de Historia Natural que la Sección estableció en el Liceo. También Presas colaboró con un folleto titulado: School of Mines, Columbia College. Debe tratarse del prospecto de la revista estadounidense de igual denominación.

Un ejemplar del Almanaque náutico español de 1864, estuvo entre los aportes Joaquín Barnet Ruiz, uno de los fundadores de la Sección de Ciencias. Además, también donó un Almanach du jardinier fleuriste pour 1867, editado en francés. Otro fundador, el inglés Richard James Cay se contó entre los donantes con un ejemplar de las Memoirs read before The Boston Society Of Natural History; Being A New Series (1866).

La ciencia francesa

Entre los textos extranjeros que se recibieron como donación predominaron los franceses. Esto evidencia la influencia de la ciencia de ese país en el desarrollo de las ciencias naturales cubanas en el siglo XIX. No obstante, también se recibieron libros de naturalistas norteamericanos.

Así sucedió con los textos publicados en Francia que aportó el doctor Agustín Pinto Caraballo, Socio Facultativo de la Sección. Entre ellos los tres tomos de Astronomie théorique et pratique, de Jean B. Delambre (1814). También Exposition du système du monde (1835), sexta edición, de Pierre S. Laplace. Además, Origine des sciences physiques et naturelles et des sciences métaphysiques et morales constatée suivant les lois physiques (1858), de Pierre Beron. Donó igualmente el célebre Traité philosophique d’astronomie populaire (1844), de Auguste Comte y dos volúmenes del Traité d’Optique Physique (1859), escrito por Félix Billet.

Portada del libro Exposition du système du monde. Archivo del autor.

El médico Manuel María Carrrerá, también graduado en Francia, aportó los cuatro tomos del Dictionnaire français illustré, et encyclopédie universelle (1864), escrito por Jean F. Dupiney de Vorepierre.  Los hizo acompañar de los dos tomos del Traité des plantes medicinales indigénes, precedé d’un cours de Botanique (1854), escrito por Antonin Bossu. A los anteriores hay que sumar los dos tomos de Biographie médicale par ordre chronologique (1855) escrito por Bayle y Thillaye, y el Traité des eaux minerals de Spa (1837), de Lambert Lezaack. Por último, Carrerá también aportó a la Biblioteca Científica de la Sección dos libros de botánica de Jean B. Payer: Éléments de Botanique (1857) y Lecouns sur les familles naturales des plantes faites à la Faculté des sciences de Paris (1860).

Debe señalarse, además, la donación de tesis de doctorado recién defendidas. Fue el caso de Manuel M. Carrerá, quien donó su Essai sur les tumeurs fibro-plastiques des os (1865). Lo hizo el también yumurino Tomás Plasencia, autor de El oftalmoscopo es el único medio que la ciencia posee para establecer el diagnóstico de las lesiones de la retina y de la papila del nervio óptico (1866). Mientras, el villareño Antonio Lorda, quien después tuvo una relevante participación en la Guerra de los Diez Años, aportó su tesis de doctor, titulada Quelques considerations sur la pathogenie et l’hygiéne des pays chauds (1864).

Portada de la tesis de doctorado Essai sur les tumeurs fibro-plastiques des os. Archivo del autor.

Curiosidades

Entre los donativos más curiosos estuvo una Guía de los monumentos y edificios más notables de Pompeya, por Alejandro Caballero. Carlos Ortiz aportó un libro segundo de lectura para ciegos, publicado por el asilo Perkins de Boston en 1846. Este volumen fue The Blind Child’s Second Book, o El Libro Segundo del Niño Ciego, cartilla de lectura impresa originalmente en relieve. Este es un curioso antecedente de los modos de leer que aprendían los ciegos antes de generalizarse la escritura y lectura en Braille.

Una de las páginas a relieve del The Blind Child’s Second Book. Archivo del autor.

Dos mapas fueron donados. Uno en relieve de Boston, por el propio Ortiz, con indicación de los barrios, muelles, y demás aspectos importantes de la ciudad. Otro por el socio agregado Luis Estévez Romero, que representaba las costas de América e Inglaterra, el trayecto del cable telegráfico trasatlántico, la dirección seguida en los viajes entre ambos continentes y otros datos interesantes.

Obras relevantes

En octubre de 1866, Manuel Presas informó de otras obras recibidas, de gran significación en la historia de la ciencia cubana y universal. Se trató de donaciones de sus autores, todos socios corresponsales de la Sección de Ciencias. Estos fueron los dos volúmenes de las Memorias sobre la historia natural de la isla de Cuba (1851-1858), de Felipe Poey, quien además contribuyó con el libro General report upon the Zoology of the several Pacific railroad routes. Mammals (1857), de Spencer Baird. De este mismo autor también se recibió The Mammals of North America: The Descriptions of Species Based Chiefly on the Collections in the Museum of the Smithsonian Institution (1859).

Comunicación de Manuel J. Presas, en la que dio a conocer algunos de los libros donados a la Sección de Ciencias en 1866. Archivo del autor.

Joaquín F. de Aenlle, socio corresponsal de la Sección, donó un “…ejemplar a la rústica de su obra…” Apuntes para el estudio de las aguas minero-medicinales de la isla de Cuba, y relación de todos los análisis que de las mismas se han practicado hasta la fecha (1866). Acerca de este libro Manuel J. Presas elaboró una extensa reseña, que fue presentada en la Sección el 9 de octubre de 1866 y publicada en El Liceo.

Portada del libro Oración inaugural…, de Fernando Valdés Aguirre. A la derecha se lee la dedicatoria a la Sección de Ciencias. Archivo del autor.

La Oración inaugural pronunciada en la apertura del año académico de 1866 a 1867 en la Real Universidad de La Habana, de Fernando Valdés Aguirre, también fue donada por su autor. Hay que destacar que se trata del ejemplar de esta obra que está digitalizada en Google Books. En el mismo puede leerse la dedicatoria de Valdés Aguirre, que dice en la primera página: “A la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas”. No deja de ser llamativo que ese libro esté hoy en la Universidad de Harvard, única evidencia actual de la existencia de la Biblioteca Científica del Liceo de Matanzas.

A su vez, el antropólogo francés Henri Joseph Dumont, también Corresponsal de la Sección, aportó un ejemplar de su libro Investigaciones generales sobre las enfermedades de las razas que no padecen la fiebre amarilla y estudio particular sobre la enfermedad de los ingenios de azúcar o hinchazón de los negros y chinos (1865), que había publicado en Cárdenas. Antonio Caro Cerecio, figura relevante de la historia de la química en Cuba, envió la memoria titulada Del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana. Su origen y creación (1865).

Los hijos de Poey, Enrique y Andrés, también donaron libros a la Biblioteca Científica de la Sección de Ciencias. El primero hizo llegar un prospecto para la enseñanza de la agricultura e industria agrícola. Por su parte, Andrés Poey, Socio Corresponsal de la Sección, donó la memoria de su autoría Sur l’action chimique de la lumière diffuse observée à la Havane à l’aide d’un nouvel actinographe chimique (1863).

Entre las revistas recibidas con destino a la Biblioteca Científica de la Sección de Ciencias, estuvo la entrega XXXI del tomo 3 de los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. La hizo llegar el médico habanero Marcos de Jesús Melero, quien era uno de los directores de la publicación junto con Antonio Mestre.

Estos fueron, según los datos encontrados, los ejemplares que conformaron la Biblioteca Científica establecida por la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas. Es muy probable que hayan existido muchos más, pero no ha sido posible saberlo con precisión. De todas formas, el legado de esta institución fue muy significativo, pues fue la primera Biblioteca Científica, de carácter público, que existió en Matanzas. (LLOLL)

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