El contenido del libro Cuba y sus jueces fue una apasionada defensa del pueblo cubano ante el colonialismo español.

En 1887 se publicó en La Habana el libro Cuba y sus jueces, de Raimundo Cabrera. Fue, en aquella época, un best seller por la sensación que causó. Tiene el récord de haber sido reeditado nueve veces en igual número de años. Entre los argumentos que utilizó en defensa de los cubanos estuvo la ciencia.

Bosquejo del autor:

Raimundo Cabrera Bosch (1852-1923) fue un destacado intelectual cubano. Natural de Güines, en esta ciudad desarrolló gran parte de su labor política y cultural. Estudió en el Colegio de San Francisco de Asís, de La Habana, donde fue discípulo de Antonio Zambrana. Durante la Guerra de los Diez intentó incorporarse a los campos de batalla, pero fue hecho prisionero y confinado a Isla de Pinos.

Después pasó a España, donde alcanzó el grado de Licenciado en Derecho, y en 1873 volvió a Cuba. Estuvo entre los que organizó el comité local autonomista de su ciudad natal, donde dirigió el diario La Unión (1878-1885). Parte de sus escritos autonomistas quedaron recogidos en el volumen La campaña autonomista. Artículos, discursos y documentos publicados en el periódico La Unión, de Güines. 1878-1895, que publicó en 1923.

https://cubamemorias.com/san-julian-de-guines-por-raimundo-cabrera-en-1894/raimundo-cabrera/
Raimundo Cabrera Bosh (1852-1923), autor de Cuba y sus jueves. Imagen tomada de: https://cubamemorias.com/san-julian-de-guines-por-raimundo-cabrera-en-1894/raimundo-cabrera/

Estuvo entre los firmantes del manifiesto de la Junta Central del Partido Liberal Autonomista del 4 de abril de 1895, donde esta entidad política se posicionó contra la Revolución iniciada el 24 de febrero. Meses después salió de Cuba y viajó por España y Francia. Radicado en los Estados Unidos, sobresalió como activo defensor de la independencia. En 1897 fundó en Nueva York la revista Cuba y América. Dos años más tarde prologó el libro Desde el Zanjón hasta Baire, de Luis Estévez y Romero, que contenía evidencias de la incapacidad del gobierno español para garantizar los derechos de los cubanos y fuertes críticas a los líderes autonomistas por su inconsecuencia política.

Sobre sus experiencias de juventud dio a conocer el volumen de memorias Mis buenos tiempos (Memorias de estudiante) (1891). Otros de sus libros fueron Cartas a Govín. Impresiones de un viaje (1892), Cartas a Govín sobre la Exposición de Chicago. Impresiones de viaje (segunda serie) (1893) y Episodios de la guerra. Mi vida en la manigua. (Relato del coronel Ricardo Buenamar) (1898). En la República continuó su labor como publicista, de la cual cabe destacar la visión histórica y política del autonomismo expuesta en el texto Los partidos coloniales (1914).

Un libro de combate:

La principal obra de Raimundo Cabrera fue Cuba y sus jueces (Rectificaciones oportunas). Se publicó en 1887 por la Imprenta El Retiro, de La Habana. Ante la sensación que causó, ese mismo año vieron la luz de la segunda a la cuarta ediciones. Dos años después se editó por quinta y sexta ocasión. Una séptima, aumentada con notas y un apéndice, apareció en Filadelfia, por la Compañía Levytype, en 1891. Esta editorial también dio a conocer la octava y novena ediciones en 1895 y 1896, respectivamente.

Portada de la primera edición de Cuba y sus jueces (1887). Puede descargarse en: https://ia600908.us.archive.org/8/items/cubaysusjuecesre00cabr/cubaysusjuecesre00cabr.pdf

El libro Cuba y sus jueces se escribió en respuesta a Cuba y su gente (1887), del español Francisco Moreno, de contenido francamente ofensivo hacia los cubanos. Está escrito en forma de conversación, que a veces es monólogo, entre el autor y Paco, que evidentemente se refiere a Moreno, quien había vivido en Cuba entre 1879 y 1883.

Portada del libro Cuba y su gente (1887), de Francisco Moreno. Puede descargarse en: https://dn790007.ca.archive.org/0/items/cubaysugenteapu00chicgoog/cubaysugenteapu00chicgoog.pdf

Al comenzar, expuso Cabrera

“Sígueme pues, en mi narración y en mis comentarios, y si tienes en tus venas la sangre ardorosa de los buenos castellanos y en tu cerebro ideas sanas y convicciones patrióticas, disponte a convenir conmigo en que todo lo que tiene de malo—y no es poco—esta sociedad cubana tan calumniada—es lo que tiene de colonia española, y lo poco o casi nada que tiene de bueno es lo que espontáneamente se asimila del ambiente americano”.

Para Rafael Montoro, autor del prólogo a la séptima edición, el éxito de este libro al ser publicado por vez primera, era “…buena prueba de su relevante mérito y de su grande oportunidad”. Destacó además cómo se mezclaron

“…los calurosos elogios de toda la prensa liberal de la Isla, la evidente alarma de los periódicos reaccionarios y el no común regocijo con que el buen pueblo de Cuba, dando de mano a sus preocupaciones, ha buscado grato solaz, casi unánimemente, en las páginas de tan ameno y patriótico libro”.

Mencionó además que, debido al impacto que tuvo, había

“…sustituido por algunos días este libro, y la discusión de sus doctrinas, a cualesquiera otros temas de actualidad, así en la polémica periodística, como en la conversación y en el espontáneo comentar de las gentes”.

Hay que destacar que Cuba y sus jueces, no obstante la militancia autonomista de su autor, contó con el elogio de los defensores de la independencia. Sobre Raimundo Cabrera diría José Martí que había sido “…puesto en alto por la fuerza de sus obras…”, además de considerarlo “…el autor conocidísimo de un libro que todos tenemos, de Cuba y sus jueces”.

Cuba and de Cubans (1896), edición en inglés de Cuba y sus jueces. Puede descargarse en: https://dn790001.ca.archive.org/0/items/cubacubans00cabriala/cubacubans00cabriala.pdf

Este libro fue traducido al inglés por Laura Guiteras (Cuba and the Cubans. Philadelphia, The Levytype Co., 1896), en una edición dirigida a defender a la Cuba que luchaba por su independencia. Posee, por tanto, un mérito singular y fue protagonista de una paradoja histórica: ser el principal libro de propaganda autonomista en los veinte años de existencia de esta tendencia política y también ser, durante la Guerra del 95, contienda que negaba por inútiles los esfuerzos autonomistas, utilizado en defensa de la libertad de Cuba.

Con la ciencia cubana:

En Cuba y sus jueces, la dedicación de los cubanos a la ciencia ofreció argumentos para criticar el desgobierno español. Por eso afirmó: “…en Cuba, no obstante la desmoralización y el mal gobierno, hay hombres de letras, de ciencias y talentos que estudian, saben, piensan y trabajan”.

De Tomás Romay expresó que “…merece que su nombre se grabara en mármol”, mientras que Álvaro Reinoso era ejemplo de “…químico eminente…”. Elogió a Francisco de Albear “…cuyos proyectos y obras del Canal de Vento son admiración de los extranjeros y fueron premiados con medalla de oro en la Exposición de París”.

Resaltó a Félix Varela, como

“…autor de varias obras notables de Lógica, Metafísica y Política, desterrado un día de su patria, a la que como educador consagró sus servicios, y cuyos restos sagrados conservan y revindican con religioso respeto los diocesanos de San Agustín de la Florida…”.

También a José de la Luz y Caballero, quien “…inició a sus jóvenes educandos en el estudio de la filosofía moderna; carácter lleno de virilidad y mansedumbre, venerado y consagrado por sus compatriotas…”. En el mismo caso estuvo el eminente médico Nicolás José Gutiérrez, “…corresponsal académico de distintas corporaciones médicas extranjeras, a la vez que fundador y Presidente de nuestra ya conocida Academia de Ciencias…”.

Sobre Felipe Poey y su libro más destacado diría:

“…el nonagenario naturalista, gloria indiscutible de nuestra patria, cuya obra sobre Ictiología Cubana, premiada en la Exposición de Amsterdam, yace en los anaqueles del Ministerio de Ultramar, que la adquirió por tres mil pesos, ¡mengua será de la nación española, si no la publica dignamente!”.

Al matancero Francisco Zayas lo reconoció como “…fundador de la primera cátedra de Histología en los dominios españoles”. Y a Néstor Ponce de León, por ser “…autor de un notable Diccionario tecnológico inglés y español…”. Rindió a homenaje al químico Joaquín Barnet, mártir de la ciencia, “…víctima de su amor a la ciencia de Lavoisier”.

El ingeniero yumurino Aniceto García-Menocal, fue elogiado en su condición de “…autor de un notable proyecto para acueducto de Brooklyn…”. También mencionó a los historiadores matanceros Antonio José Valdés y Pedro José Guiteras, el médico Joaquín García-Lebredo, y los educadores Eusebio y Antonio Guiteras. A este último lo consideró, “…después de la Luz el más reputado educador cubano”.

Imagen del ingeniero Aniceto García-Menocal. Aparece en la página 88 de la edición de 1891 de Cuba y sus jueces.

La última parte de Cuba y sus jueces ofreció, en la edición de 1891, breves biografías de las personalidades cubanas cuyos grabados están presentes en las páginas del libro. Se incluyeron varios científicos: Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Francisco de Arango y Parreño, Francisco de Frías “Conde de Pozos Dulces”, José Antonio Saco y Enrique José Varona, entre otros. Los matanceros biografiados fueron Antonio, Eusebio Guiteras y Pedro José Guiteras, Néstor Ponce de León, Aniceto García-Menocal, y Juan Bruno y José María Zayas. También se incluyó al catalán Tomás Gener, muy vinculado a la historia de Matanzas.

La conclusión que ofrece Raimundo Cabrera en Cuba y sus jueces, no podía ser más elocuente:

«…un pueblo que ofrece cuadro tan elocuente de su civilización y de su cultura, es digno—no tan sólo de respeto—sino de administrarse por sí mismo y de ser libre».

El libro Cuba y sus jueces ocupa un lugar destacado en la historia de Cuba. Fue un texto de combate, militante, que resaltó por su amor a Cuba. El elogio al esfuerzo de los cubanos por hacer ciencia, a pesar de todos los obstáculos, estuvo presente en sus páginas. Fue un argumento más en defensa de Cuba. (ALH)

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