Figura preclara en la historia de Cuba, el padre José Agustín Caballero debe ser recordado como lo que fue: un revolucionario del pensamiento.

En una reflexión que escribió en las páginas del periódico Patria, en 1892, José Martí expresó sobre el pensamiento filosófico y educativo cubano:

 “…por la filosofía empezó a enseñarse el alma libre de Cuba, y es como médula de ella la pasión del pensamiento directo, entero y propio, que nunca iba tan cerca de las escuelas de moda que acabase en sombra o zagalejo de ellas. Por esa independencia, no reñida con la sana erudición, se señaló y caracterizó la filosofía cubana”.

José Agustín Caballero. Archivo del autor.

Años antes, había valorado de forma positiva a uno de los fundadores de la filosofía cubana, el padre José Agustín Caballero, sobre el cual expresó:

“…el sublime Caballero, padre de los pobres y de nuestra filosofía, había declarado, más por consejo de su mente que por el ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la ciencia del mundo el estudio de las leyes naturales…”.

Esta frase martiana ha sido a menudo fragmentada, para hacer referencia a Caballero sólo como “padre de nuestra filosofía”. Sin embargo, la labor pastoral que realizó, su dedicación a los pobres, menesterosos y necesitados de la Cuba de su época, no puede separarse de la revolución filosófica que inició.

Una vida ejemplar

Nacido en La Habana el 28 de agosto de 1762, José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera fue becado en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio entre 1774 y 1781. En esta institución, que fue el escenario posterior desde donde proyectó su pensamiento de avanzada, alcanzó múltiples premios como reconocimiento a sus saberes. Una vez graduado asumió los hábitos clericales y se consagró a la carrera sacerdotal.

En 1785, ganó por oposición la cátedra de Filosofía del Seminario. Tres después más tarde se graduó como Licenciado y Doctor en Sagrada Teología en la Real y Pontificia Universidad de La Habana. Durante varios años mantuvo un estrecho vínculo con la Universidad. Allí fue juez en los ejercicios oposiciones a cátedras y también decano de la Facultad de Teología.

La apertura iniciada por el gobierno de Don Luis de las Casas (1790-1796) le sirvió de campo propicio para su desempeño en el campo de las ideas. Integró en 1793 la Sociedad Patriótica de La Habana. En esta corporación, que tantos servicios prestó a Cuba, fue censor y miembro de la diputación de la Casa de Educandas. Además, integró la Clase de Ciencias y Artes. Estuvo encargado de la redacción del Papel Periódico de la Havana y fue miembro de la comisión que elaboró las ordenanzas sobre escuelas públicas en primeras letras.

Bustos de José Agustín y Caballero y de Félix Varela y Morales (1950) obras de Sergio López Mesa, en el Centro Cultural «Félix Varela» del Arzobispado de La Habana, antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Archivo del autor.

Asumió en 1794 como director del Seminario de San Carlos y dos años después como secretario sustituto. Desde 1804 hasta su muerte impartió la cátedra de Escritura y Teología Moral. Entre los discípulos más destacados en los cuales ejerció una influencia perdurable estuvieron Félix Varela, José Antonio Saco y su sobrino José de la Luz y Caballero. Redactó en 1811 un Proyecto de Gobierno Autonómico, dirigido a las Cortes Nacionales que fue de los primeros que se propusieron en Cuba.

Un número del Papel Periódico de la Havana. Archivo del autor.

Colaboró de forma sistemática en el Papel Periódico de la Havana, con artículos de costumbres y crítica literaria. Escribió algunos poemas, como “Epigrama a la muerte del obispo Espada” y cultivó la oratoria sacra, forense y académica. También escribió en el Diario de La Habana (1808-1812), El Lince (1811) y El Observador Habanero (1820-1824). Realizó varias traducciones. Utilizó los seudónimos El amigo de los esclavos, El amigo de los encarcelados, El amante del periódico y El redactor. Entre sus obras sobresalen los discursos en honor de Don Luis de las Casas y Cristóbal Colón. José Agustín Caballero falleció en La Habana el 6 de abril de 1835.

Educador y filósofo

José Agustín Caballero fue el primer exponente destacado del pensamiento educativo cubano. En sus “Ordenanzas de las escuelas gratuitas de La Habana”, aconsejó que se debía estimular en los estudiantes el gusto por el saber, a partir del uso de métodos adecuados:

“…todo el trabajo ha de ser de los maestros: ellos no deben perdonar fatiga ni diligencia, a trueque de suavizar a los discípulos lo escabroso del camino y de hacerlos entrar por él sin repugnancia”,

sobre todo, enfatizó, en los que obtenían mejores resultados:

“No habrá predilección por ninguno de los discípulos, excepto aquellos que sobresaliesen en sus respectivas clases”.

En el artículo “Exhortación a la juventud habanera, en la que se procura inspirarle amor a la sabiduría”, dirigido a sus estudiantes, les recomendó profundizar en la ciencia, pues sin ella: “…nada hay bueno para el hombre…”. También debían estudiar la naturaleza, «…interrogándola por las experiencias y estudiándola con observaciones continuas y bien meditadas”. Sobre la necesidad de ser autodidactos planteó:

“Debemos penetrarnos del más profundo respeto y conocimiento hacia los grandes hombres que nos han comunicado sus discursos y enriquecido con sus descubrimientos, pero no hemos de ser esclavos de la autoridad”.

Esto le permitió resaltar la intención de que aprendieran por sí mismos, para que pudieran desarrollar sus propias ideas acerca del mundo. Las ideas de José A. Caballero significaron un acercamiento inicial a la necesidad de estimular el aprender por sí, como parte de la reforma educativa en Cuba. Además, por su énfasis en la necesidad de los conocimientos científicos para el desarrollo económico y social del país, sus planteamientos fueron desde entonces parte inseparable de la tradición pedagógica nacional.

José Agustín Caballero. Archivo del autor.

En Philosofía electiva (1791), obra esencial en el desarrollo de las ideas en Cuba, dedicó uno de sus capítulos al análisis de los métodos de estudio, aspecto que consideró importante en el aprender por sí, donde señaló que

«…por falta de buen método, muchos hombres agudos aprovechan poco en sus estudios, no obstante dedicarles bastante tiempo”.

Este llamado de atención se relaciona con su concepción acerca de la importancia de los métodos para el acceso al conocimiento y para el logro de un aprendizaje acorde con las necesidades cubanas en su época.

Es en esta obra donde se expresó por vez primera el sustento filosófico del aprender por sí en el pensamiento filosófico y educativo cubano: el método electivo. El concepto electivo partía de no aceptar ninguna verdad absoluta ni ninguna autoridad en materia filosófica o científica. Por tanto, elegir significaba “libertad de pensamiento” y así se asumió en el pensamiento cubano.

Según José Agustín Caballero el ser humano debía razonar, desde su propia experiencia, la certeza o no de toda proposición para hacer entendible su mundo, sobre la base de la verdad. Por tanto, la libertad de estudiar, de aprender, de razonar y de pensar por sí mismo, como pensamiento electivo, es la base para un pensamiento propio. Enriquecido con el transcurso de los años, este principio presidió los esfuerzos de los pensadores y educadores cubanos comprometidos con su patria.

En su labor docente José Agustín Caballero abogó por la superación del escolasticismo rutinario. Introdujo las nuevas doctrinas científicas, así como el espíritu del examen crítico y la física experimental. Impulsó reformas en las cátedras universitarias y defendió el análisis crítico de los fenómenos de la realidad, labor que fue continuada por Félix Varela y otros discípulos.

Otros temas

Como bien señaló el historiador matancero José Augusto Escoto, la reforma que inició José Agustín Caballero no se

“…limitó únicamente a la filosofía, cuya cátedra desempeñó en el Real Colegio Seminario de San Carlos de la Habana, sino que, extendiéndola a las ciencias en general, comprendió también a la historia…”.

Se refirió Escoto al análisis que realizó José Agustín Caballero del Teatro histórico, jurídico y político, militar de la isla Fernandina de Cuba y principalmente de su capital la Habana, escrito por Ignacio José de Urrutia, uno de los primeros historiadores cubanos. Como parte de la crítica que realizó de la obra de Urrutia, Caballero expresó:

“La división que hace nuestro autor de toda la obra es mala, y apesta a la más rancia escolástica, cosa muy impropia de un historiador” (…) “…lo otro que debe considerarse en la historia para juzgar de su mérito es la calidad de los hechos que se refieren. Estos deben ser contextados, e interesantes; interesantes para no hacer pesada, y fastidiosa la lectura con la relación de noticias varias de curiosidad e instrucción; contextados para no engañar al lector”.

Destacó Escoto la influencia de José Agustín Caballero en la obra Historia de la Isla de Cuba y en especial de la Habana que en 1813 publicó Antonio José Valdés, considerada la primera con un carácter moderno. Fue tan decisiva esta influencia que durante mucho tiempo se creyó que fue Caballero su verdadero autor.

En relación a cuestiones de ciencias naturales, José Agustín Caballero escribió “Sobre la venenosidad de la yuca” (1792). También “Dictamen en el concurso para premiar la mejor Memoria sobre la cría de las abejas y el cultivo de la cera” (1796). Las ideas económicas que defendió aparecen en “En defensa del esclavo” (1791), “Industria de la Isla” (s. f.) y “Ferias” (s. f.). Aunque no se pronunció por la abolición de la esclavitud, insistió en la necesidad de mejorar las condiciones de vida de los esclavizados. En una ocasión, denunció que esta era “la mayor maldad civil que han cometido los hombres”.

Legado

El legado de José Agustín Caballero ha sido estudiado por décadas, como una de las fuentes nutricias del pensamiento cubano. “Philosophia electiva”, su principal obra, se publicó en español y latín, con introducción y notas por Jenaro Artiles. Formó parte de la Biblioteca de Autores Cubanos en 1944. En 1956 la misma colección editó sus Obras. El primer volumen de la colección Cuadernos de historia habanera fue Homenaje al ilustre habanero Pbro. Dr. José Agustín Caballero y Rodríguez en el centenario de su muerte, 1835-1935, editado por Emilio Roig de Leuchsenring. Raimundo de Castro escribió A la memoria de un maestro en el centenario de su muerte: Presbítero José Agustín Caballero (1937).

Portada del libro de Roberto Agramonte sobre José Agustín Caballero. Archivo del autor.

Una de los principales acercamientos a su vida y obra lo fue José Agustín Caballero y los orígenes de la conciencia cubana (1952), de Roberto Agramonte. Más recientemente se volvieron a publicar sus Obras (1999), como parte de la Biblioteca de Clásicos Cubanos. El ensayo introductorio «José Agustín Caballero: el espíritu de los orígenes», fue escrito por el investigador Edelberto Leiva Lajara.

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