En 1862, en la ciudad de Matanzas, una mujer le planteó a un médico que padecía de histeria. El joven galeno se llamaba Carlos J. Finlay y gracias a esta consulta se realizó el primer reporte sobre bocio exoftálmico en Cuba.

El bocio exoftálmico es un trastorno endocrino, muy conocido y estudiado en la actualidad. Se caracteriza por la hipertrofia de la glándula tiroides con protrusión o proyección anormal de los globos oculares, anemia e hiperfuncionamiento cardíaco. También puede provocar temblores, irritabilidad mental y debilidad muscular. La causa fundamental de esta enfermedad radica en la ausencia de yodo.

El 1 de diciembre de 1862, una mujer negra de nombre Inés Sosa, de 37 años de edad y partera de oficio, visita al médico Carlos J. Finlay, radicado en Matanzas en esa fecha. Todo lo observado en el diagnóstico, tratamiento y evolución de la paciente, fue descrito por Finlay en el informe “Bocio exoftálmico. Observación”, comunicado a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana el 8 de febrero de 1863. Al año siguiente, se publicó en el tomo inicial de los Anales de esta institución.

Al iniciar su escrito, Finlay reconoce que se siente motivado por los debates en la Academia de París sobre la que denomina “…enfermedad tan extraña…”. Después menciona a los médicos Robert J. Graves (1796-1835), irlandés, y Karl Adolph von Basedow (1799-1854), alemán, como los que habían descrito científicamente la dolencia.

Comenta a continuación lo relatado por la paciente acerca de todos los síntomas padecidos desde el año 1858. Es fácil observar en esta lectura que Finlay hizo un adecuado uso del método clínico y que las preguntas que realizó le proporcionaron toda la información preliminar que necesitaba. Después pasó a describir lo que percibió en el examen físico de la enferma. Comenta incluso los resultados del análisis de orina que le realizó el día 5 de diciembre.

Con toda esta información consideró que se trataba de “…la enfermedad conocida ya bajo el nombre de Bocio exoftálmico”. Ofrece entonces Finlay su conclusión: “El cuadro sintomático se hallaba completo: la perturbación de las funciones del corazón con dilatación y alguna hipertrofia de este órgano; la hipertrofia y vascularización del cuerpo tiroides; la prominencia del ojo sin alteración notable de la vista; el desarrollo de los vasos del cuello y de la cabeza; los paroxismos de palpitaciones; los síntomas histéricos, la dismenorrea, la frecuencia del pulso, presentaban un conjunto característico de la enfermedad de Graves”.

Seguidamente expuso el tratamiento seguido, los medicamentos utilizados y los resultados. Descarta, por inconveniente, la aplicación de hielo “…sobre el cuello y sobre la región del corazón…”. Señaló que a las tres semanas la mejoría era evidente, pues los síntomas fueron mejorando con rapidez, lo cual confirmaba el diagnóstico inicial.

Después de destacar el “…interés que nos presenta este caso por ser el primero que hayamos observado en la isla de Cuba…”, Finlay compara lo aprendido en el caso estudiado en Matanzas con lo planteado por varios profesores en la Academia de París. En sus consideraciones apoyó a los que sostenían que la causa de la enfermedad se debía a “…una neurosis del nervio gran simpático…”. Hay que recordar que en esa fecha aún no habían sido descubiertas las hormonas, por lo cual el origen del bocio se atribuía a causas nerviosas.

En la conclusión del reporte, Finlay calificó al bocio exoftálmico como una enfermedad «…interesante…». Se declaró, además, complacido si lograba llamar la atención de sus colegas hacia “…una afección que existe realmente entre nosotros y cuyo estudio no es ya un objeto de mera curiosidad”.

El artículo “Bocio exoftálmico. Observación”, fue el primer reporte y el primer artículo científico acerca de esta enfermedad endocrina publicado en Cuba. Fue, también, el primero que dio a conocer su autor y con el cual iniciaría su larga lista bibliográfica en los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Todos estos méritos corresponden a Carlos J. Finlay.

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