El camagüeyano Gaspar Betancourt Cisneros fue una personalidad histórica que realizó aportes perdurables a su terruño natal.
En un breve escrito sin fecha, José Martí mencionó a tres cubanos que caracterizó como “…hombres de soluciones prácticas…”: Francisco de Frías, Conde Pozos Dulces, Tranquilino Sandalio de Noda y Gaspar Betancourt Cisneros. De este último conoció además varios de sus escritos, guardados “…en sendos cuadernos…” por su sobrino José Ramón Betancourt, quien escribió una “Vida de Gaspar de Betancourt y Cisneros”, que quedó inédita.
La figura de este prócer cubano fue estudiada desde el siglo XIX por autores como Manuel de la Cruz y Vidal Morales. Federico Córdova fue autor de la biografía Gaspar Betancourt Cisneros. El Lugareño (1938) y de una recopilación de sus cartas y artículos. Otros autores cubanos que se adentraron en su vida y obra fueron Manuel I. Mesa Rodríguez, que publicó “Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño” (1937), Rafael Esténger autor de “El Lugareño” (1949), Raimundo Lazo con “El Lugareño y la literatura cubana” (1950) y Felipe Pichardo Moya, que dio a conocer una “Semblanza de Gaspar Betancourt Cisneros” (1952).
A su vez, Elías Entralgo le dedicó la conferencia Doctrina del progreso + revolución mecánica = El Lugareño (1956). En fecha más cercana, el historiador Félix Julio Alfonso profundizó en las contradicciones y realizaciones de este prócer en “Modernidad, hispanofobia y anexionismo en Gaspar Betancourt Cisneros”, incluido en la compilación Los placeres de la historia (2010).
Todos estos autores, al igual que hizo el Apóstol, destacaron en esta personalidad histórica el aporte que hizo al progreso científico, económico y social de su tierra natal.
Años de formación
En la tradicional y orgullosa villa de Puerto Príncipe nació Gaspar Betancourt Cisneros el 28 de abril de 1803. De apellidos ilustres, recibió la educación privilegiada que le correspondía por su clase social. Se le envió a los Estados Unidos en 1822 con el objeto de perfeccionar su formación intelectual. Establecido en Filadelfia, conoció a José Antonio Saco, quien fue uno de sus grandes amigos.
Comenzó a trabajar en una casa de comercio y, al mismo tiempo, realizó estudios de idioma inglés. También recibió clases de filosofía impartidas por José Antonio Saco, sobre la base de los libros publicados por Félix Varela. Asiduo asistente a las tertulias en casa de un coterráneo, donde conoció al argentino José Antonio Miralla, al ecuatoriano Vicente Rocafuerte y al peruano Manuel de Vidaurre, todos de destacada participación política en sus países poco tiempo después.
Con estos influjos, Gaspar Betancourt Cisneros abrazó la causa de la independencia, inspirado en las luchas que se llevaban a cabo en los países latinoamericanos. En 1823 integró una comisión de cubanos que viajó a Venezuela con el objetivo de entrevistarse con Simón Bolívar. La intención era conocer su disposición para promover un movimiento insurreccional en Cuba. Tras el fracaso de la iniciativa volvió a Filadelfia.
La principal influencia que recibió Gaspar Betancourt Cisneros de esta primera estancia en los Estados Unidos, radicó en conocer los progresos tecnológicos que se implantaban a toda prisa en ese país. En especial quedó impactado por el ferrocarril, del cual identificó el potencial que poseía para apuntalar el desarrollo económico y social de cualquier región de su atrasada patria.
Ciencia para su tierra
Gaspar Betancourt Cisneros regresó a Cuba en 1834. Se estrenó como periodista en La Gaceta de Puerto Príncipe y El Fanal, ambos de su ciudad natal. Comenzó entonces a publicar la serie de artículos que lo haría célebre como escritor, la cual tituló “Escenas cotidianas”, y que firmó con un pseudónimo que pasó a la posteridad: “El Lugareño”. De acuerdo con Francisco Calcagno:
“Esos trabajos que reunidos formarían una hermosa enciclopedia de economía, industria, educación, conveniencia de colonización blanca, agricultura &c, llevan todos, como lo indican sus objetos, el sello de su afán por el bien general, y revelan un carácter que, a haber tenido más esfera, brillaría al lado de los más eminentes, hombres públicos de la nación”.
En uno de ellos, fechado en 1839, expresó El Lugareño acerca del amor a la patria:
“Yo no creo que el amar a la patria consista en frasecitas almibaradas de gacetas, sino en servicios públicos, personales, efectivos, desinteresados, cosa que el pueblo no pueda negarlos, y si los niega tenga que avergonzarse, llegada la hora de una defensa legítima; yo creo que el mejor patriota será aquel que más y mayores bienes le llaga a su pueblo, no el que más y mayores alabanzas le prodigue”.
Además de estos escritos, colaboró en publicaciones habaneras como Noticioso y Lucero, Faro Industrial de la Habana y El Prisma. De esta forma no sólo consolidó un creciente prestigio como escritor costumbrista sino, además, como analista de cuestiones económicas y científicas. Llegó a escribir poesías, algunas de las cuales se publicaron en Aguinaldo camagüeyano (1848).
Buena parte de la obra educativa de Gaspar Betancourt Cisneros se realizó en Najasa y Nuevitas, donde impartió clases gratuitas a los campesinos y estimuló la creación de escuelas públicas. Contribuyó a la mejora de los caminos mediante la construcción de puentes sobre ríos y arroyos de la zona. Estimuló las exposiciones de ganados y fue promotor de las efectuadas en Puerto Príncipe.
En 1840 participó en la llamada Polémica Filosófica Cubana, en defensa de las ideas y métodos de enseñanza de la filosofía que había puesto en práctica Félix Varela. En medio de este intenso debate de ideas José de la Luz y Caballero le llamó “…patriota a toda prueba, que todo se vuelve hidalguía y buena intención…”.

Se desempeñó como síndico del Ayuntamiento en 1840. En 1841 se le eligió miembro corresponsal de la Real Sociedad Económica en Puerto Príncipe y en 1846 corresponsal de las Memorias de esta institución. Promovió en 1841 una suscripción popular para rendir homenaje al Padre Valencia, que permitió financiar su retrato y colocarlo en el Hospital de San Lázaro que este había fundado en Puerto Príncipe. En el acto de develación de este cuadro, Gaspar Betancourt Cisneros pronunció un discurso.
El principal y más conocido aporte de Gaspar Betancourt Cisneros a su terruño fue la construcción de un ferrocarril entre Nuevitas y Puerto Príncipe, idea que comenzó a promover en 1836. Había conocido en Estados Unidos este moderno medio de transporte, el cual consideró símbolo del progreso tecnológico en el siglo XIX. Con ese propósito presentó un proyecto que incluyó los planos y la memoria descriptiva de la ruta férrea. Además, se le nombró presidente de la Junta Directiva de la compañía del camino de hierro de Nuevitas, que integraron destacadas personalidades camagüeyanas.
El 10 de enero de 1837 se obtuvo la concesión que autorizó la construcción del ferrocarril desde la ciudad de Puerto Príncipe hasta el puerto de Nuevitas. La dirección de la obra se confió al ingeniero norteamericano Benjamin H. Wright y los trabajos comenzaron en 1840. Ante la falta de fondos, lo cual motivó la lentitud en la construcción de la vía, Gaspar Betancourt Cisneros realizó un viaje por varias ciudades de Cuba como La Habana, Trinidad, Cárdenas y Matanzas, que visitó en 1845, con el fin de solicitar ayuda monetaria. Incluso, imprimió el folleto Cuestión de utilidad del ferrocarril de Nuevitas a Puerto Príncipe (1845).
El 5 de abril de 1846 se finalizó el primer tramo de 61 kilómetros de ferrocarril entre Nuevitas y el Paradero de O´Donnell, en Sabana Nueva. La obra se concluyó oficialmente el 25 de diciembre de 1851. Para esta fecha Gaspar Betancourt Cisneros estaba exiliado en Estados Unidos debido a sus ideas políticas.
Las ideas de un exiliado
En 1846 Gaspar Betancourt Cisneros salió de Cuba hacia Estados Unidos por orden del capitán general Leopoldo O’Donnell. En ese país presidió de la Junta Cubana en Nueva York, de orientación anexionista. Promovió, ante el presidente James Knox Polk, la adquisición de la isla de forma pacífica mediante la compra a España, lo cual fracasó.
Estuvo entre los fundadores, en 1848, del periódico La Verdad, donde realizó una ardua defensa de las ideas dirigidas a la incorporación de Cuba a los Estados Unidos. Entre los que lo acompañaron en este empeño estuvieron Miguel Teurbe Tolón, Cirilo Villaverde, José Sánchez Iznaga, Juan Manuel Macías y Domingo Goicuría, entre otros.
Sostuvo una intensa, pero fraterna polémica epistolar con su amigo José Antonio Saco en defensa de la anexión. Las cartas de ambos han sido publicadas en diversas ediciones y permiten conocer que, para Gaspar Betancourt Cisneros, según sus propias palabras, la anexión no fue un sentimiento, sino un “cálculo”. Para justificar su posición publicó el folleto Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos, en contraposición a las que ha publicado D. José Antonio Saco (1849).
No apoyó las invasiones realizadas a Cuba por Narciso López en 1850 y 1851. Abolicionista acérrimo que había dado la libertad a sus propios esclavos, siempre receló de las intenciones de López en relación con la esclavitud. Tampoco se relacionó con el alzamiento de Joaquín de Agüero en Camagüey, quien había sido su discípulo y amigo.
Tras el fracaso del anexionismo como opción política inmediata, Gaspar Betancourt Cisneros partió hacia Europa en 1856 y se estableció en Florencia. Poco después se trasladó a París. Todo hace indicar que, para esa fecha, ya estaba inclinado, nuevamente, al independentismo. En una carta a José L. Alfonso, fechada en mayo de 1852, explicó el sentido de una de sus frases más famosas:
“Dice usted «que en 1851 me oyó decir que la revolución de Cuba era necesaria a todo trance, y que agregué estas memorables palabras: Cuba libre, o aquí fue Cuba». Me explicaré. Convencido como estoy de que la revolución de Cuba es necesaria, inevitable, y que tiene que atravesar por entre escollos y peligros, creo que es preciso aceptarla con todas sus consecuencias, y una vez lanzados en ella la alternativa es sacarla libre (Cuba libre), o hundirnos en sus ruinas (aquí fue Cuba). Este es el pensamiento que he querido expresar; y si la alusión a Noya ha dado lugar a otra interpretación, reconoceré que me expliqué mal. Nadie se propone libertar a Cuba o asolarla; tememos que, en la lucha de la libertad, si no triunfa y queda libre, quede arruinada”.
Regreso y final
Gaspar Betancourt Cisneros regresó a Cuba el 7 de julio de 1861, acogido a la amnistía decretada por la reina Isabel II. Comenzó entonces a escribir trabajos sobre economía política para el periódico El Siglo, esta vez con el sobrenombre de Homobono.
Al comenzar los preparativos para elegir los delegados a la Junta de Información, se pensó proponerlo, pero él rechazó la iniciativa con estas palabras: “Yo no viviré más allá de este año, amigos míos, y si parto a España abreviaré mis días”. Estaba enfermo de cáncer en la lengua. En marzo de 1866 el historiador Francisco Calcagno le escribió pidiéndole datos sobre su vida. En la respuesta que le envió, después de fechas y sucesos autobiográficos, El Lugareño escribió: “Falleció en el año 1866”. Así fue en efecto, pues su deceso ocurrió en La Habana el 7 de diciembre de 1866.
En medio de un dolor generalizado, su cadáver se traslado por mar desde La Habana a Nuevitas en el vapor Camagüey. De acuerdo a la tradición histórica, con trazos de leyenda, en el interior del féretro que contenía su cuerpo inerte se colocó una declaración de independencia, redactada por los que ya conspiraban en Puerto Príncipe, y la bandera que había alzado Joaquín de Agüero.
Tras su muerte, la censura impidió la publicación en El Siglo del boceto biográfico que había redactado el historiador Francisco Calcagno. La poetisa camagüeyana Aurelia Castillo de González le dedicó un soneto en el que recogió el sentir de su terruño:
“Baja el sabio la frente con quebranto:
El ciudadano de dolor se viste:
Alza el obrero su plegaria triste;
Y el campo riega del esclavo el llanto.
Con tierno amor y con respeto santo,
El Camagüey entristecido asiste
A estrechar el hermano que no existe,
Alzando al Cielo religioso canto.
Se abate el sabio por el sabio augusto:
Al patriota deplora el ciudadano:
Ruega el obrero por su amigo justo:
Llora el esclavo por su buen hermano;
Y corre, el Camagüey con paso incierto
A recibir al «Lugareño» muerto… !!”.
