El quetzal fue para José Martí un símbolo del amor a la belleza y la libertad que sentían los nuestramericanos. Esto se evidencia en sus múltiples referencias acerca de esta hermosa ave.
El quetzal (Pharomacrus mocinno) es un ave que posee un tamaño de 35 a 40 cm, sin tomar en cuenta las plumas de la cola del macho. Habita en Centroamérica, sobre todo en Guatemala, y es una de las cinco especies de quetzales que existen en el hemisferio occidental. Pasan la mayor parte del tiempo en lo alto de los árboles. Anidan en troncos de árboles muertos. Andan en parejas o grupos pequeños de 4 a 6 individuos.
El plumaje del macho es verde intenso con el vientre y las cobertoras inferiores de la cola rojos. Cabeza con pequeña cresta eréctil. Las plumas cobertoras superiores de la cola son extremadamente largas y verdes, lo cual le otorga una distinción. La hembra carece de la cresta y de las plumas largas de la cola. Tiene la cabeza gris, pecho y dorso verdes, partes inferiores rojas y cola barrada.

Por las características llamativas que posee, el quetzal ocupó un especio entre los habitantes de la región mesoamericana, desde tiempos inmemoriales. Los reyes y sumos sacerdotes mayas usaban plumas de quetzal en sus atuendos. Quetzal viene de quetzalli, voz náhuatl que significa precioso o bello; pero también sagrado o erigido. A su vez, puede traducirse como «cola larga de plumas brillantes» o como «cola cubierta del quetzal». Según la leyenda, el quetzal posó sobre el pecho de Tecún Umán cuando murió y en ese momento adquirió el pecho rojo.
El quetzal en Guatemala
Miembro de la misma familia que el tocororo cubano, el quetzal es el ave nacional de Guatemala. Da nombre además a la moneda oficial del país, que se puso en vigor en 1925 por el presidente José María Orellana.

La revolución liberal el 30 de junio de 1871, dirigida por Miguel García Granados, gran amigo de José Martí, y Justo Rufino Barrios, modificó el escudo de Guatemala para eliminar las referencias conservadoras. En este contexto se estableció que debía figurar “…en la parte superior un quetzal como símbolo de la independencia y autonomía de la nación”, según se mencionó en el decreto oficial. En 1997 se estableció oficialmente que el quetzal, presente en el escudo y la bandera “…es símbolo supremo de libertad”.
El quetzal aparece, además, mencionado en el himno nacional de Guatemala, que fue escrito por el poeta cubano José Joaquín Palma y adoptado oficialmente en 1897. Específicamente aparece en sus tres últimas estrofas:
“Recostada en el ande soberbio
De dos mares al ruido sonoro
Bajo el ala de grana y de oro
Te adormeces del bello quetzalAve indiana que vive en tu escudo
Paladión que protege tu suelo
¡Ojalá que remonte su vuelo
Más que el cóndor y el águila real!¡Ojalá que remonte su vuelo
Más que el cóndor y el águila real!
Y en sus alas levante hasta el cielo
Guatemala, tu nombre inmortal”.
El quetzal en Martí
Entre marzo y abril de 1877 José Martí viajó de México a Guatemala, donde residió hasta 1878. Durante este recorrido visitó islas y lugares pintorescos como Jolbós, Contoy, Isla Mujeres, Livingstone, entre otros. Impresionado con la majestuosidad de los paisajes que le rodeaban escribió a su amigo Manuel Mercado: “Crece el alma en grandeza con la contemplación de los grandores naturales”. Es muy posible que en este recorrido haya escuchado a menudo comentarios sobre la belleza del quetzal, el ave nacional de ese país.
Así lo sugiere un fragmento del folleto Guatemala (1878), que publicó en México al año siguiente:
“Por Zacapa el [café] más estimado es el de Quezaltepeque, que viene siendo cerro de quetzales. Y ¿cómo ha de haber nada malo donde hay una ave tan hermosa? Muy bella, porque no se dobla a nadie”.
En el mismo folleto, al hacer referencia a “Los códigos nuevos”, sobre los cuales había escrito un luminoso informe, volvió a mencionar la bella ave:
“…prez de la administración restauradora de los derechos verdaderos, han sido por los extraños celebrados; por los hombres hipócritas, mordidos; por los sinceros amigos del país, recibidos con júbilo vehemente. Ese día mereció ser blanca y azul la muy linda bandera guatemalteca. Y se añadió al escudo de Guatemala, aunque en él no figure, un libro abierto. Ese día, el quetzal lo fue más”.
Anteriormente la había mencionado dos veces en «Patria y Libertad», el drama indio que escribió durante su exilio en Guatemala. La primera, en una mención de Coana, una de las protagonistas:
“Él lo ha jurado,
Y permanece fiel a su promesa
De no hacerme su esposa, niña Indiana,
Hasta lograr la patria independencia.
Pues él, como el quetzal, al enjaularlo,
Muere en la jaula, de dolor y pena.
Martino ansía la muerte una y mil veces
A esclavo ser, sin patria ni bandera”.
La segunda fue Martino, personaje principal de la obra, quien lo mencionó:
“Libres, libres como el quetzal!
Libertad santa!
Patria libre, Coana, esposa mía…”.
Varios años después, a propósito de una reliquia maya expuesta en el Museo de Washington en 1884, José Martí hizo nuevamente referencia al quetzal. Se trataba en este caso del “altar de la cruz” o “cruz florida”, que fue descrita de forma magistral por el cubano:
“En la cabeza de la cruz tiene las garras bien puestas un ave de plumaje complicado y cabeza fantástica, pero que por la única pluma de su larga cola, su grifoso plumerío, su corona de suntuosos ornamentos, su colérico alarde, su prominente puesto sobre la cruz, es sin duda el ave de la patria, el símbolo de la nación, el quetzal ofendido,—el quetzal, que no canta, y al ser tomado preso, como la llama del Perú al ser reñida con dureza, muere:—cosas raras de América y muy bellas! Hay seda e hilo de oro en el espíritu nativo americano. Y color, y elegancia”.
Más adelante continuó, al resaltar el significado simbólico del quetzal como representación de la patria:
“Parece que quiere apaciguar la ira del ave magna el poderoso sacerdote, cuya categoría de su tamaño se desprende, y su carácter religioso de la modestia de su vestido y alta mitra. Correcta y de apropiada perspectiva es la figura; un delantal, el de los sacrificios acaso, le cubre el pecho: una hilera de cuentas, como remate de elaborada toca le cae por medio de la espalda, y con las manos tendidas presenta al quetzal iracundo un pájaro, símbolo acaso de un pueblo rival castigado, un pájaro con las entrañas palpitantes. En adornos de plumas, cabezas tal vez de aves raras, parece que rematan dos pilarcillos que figuran a uno y otro lado de la cruz: combinación natural, y no importada como pensó un entusiasta fraile, debió ser la cruz, en las artes de fabricación y ornato indígenas, que se valieron exclusivamente de las líneas rectas. Del lado de la cruz, opuesto al que con su elevado cuerpo ocupa el ofertador sacerdote, una imagen mucho más pequeña, como para denotar persona de categoría más baja que la sacerdotal, aunque alta también; a juzgar por su rica vestidura y casco plumado, sostiene una antorcha. En las gradas del altar imponente de la iglesia del Escorial, pujante remedo de la casa divina, oran arrodillados, por milagroso y profundo rasgo de genio, ángeles de bronce:—de los lados de esta ara de la cruz, más patriótica acaso que religiosa, y más histórica que eclesiástica, arrancan dos tablas de piedra labradas, que contienen en saliente relieve las figuras de un anciano la una, y la otra de un joven,—como para enseñar que ninguna edad debe estar quieta, cuando el quetzal de la patria está ofendido!”.

En ese mismo año 1884, la reseña de un libro darwinista le proporcionó a José Martí otro motivo para recordar al quetzal. Destacó, en este caso, el bello plumaje que lo caracteriza:
“Un escritor hebreo habla muy minuciosamente de lo mucho que tiene que hacer el que la cresta del gallo esté entera en su capacidad como jefe del serrallo; y diserta sobre la pérdida visible de ánimo y vigor que se nota en las aves cuando van perdiendo aquellos ornamentos que constituyen su hermosura: así el quetzal de ahora en la América del Centro, que es fama que muere cuando se le quita la larga y tornasolada pluma que le hace de cola. Y cuando lo cautivan también muere: por eso hace el quetzal gallarda figura, como símbolo de independencia, en el escudo de Guatemala: solo que no siempre obran los pueblos en conformidad con lo que establecen sus escudos”.
El texto en francés “La América Central”, que contiene una descripción de Guatemala, fue otro escrito donde José Martí mencionó al quetzal. Destacó en este caso un nombre geográfico derivado del nombre del ave, así como su presencia en el escudo nacional:
“Hemos tomado, en una tienda de Zacapa, una ciudad muerta, el sabroso café de Quezaltepeque, ese café que hace bailar en la cabeza de los cristianos a las huríes de Mahoma.—Ese de Quezaltepeque es un lindo nombre: quiere decir—la colina de los quetzales, y el quetzal es un pájaro altivo, de plumaje esmeralda, de voz ronca, que muere súbitamente, cuando se le apresa, o cuando la única larga pluma de su cola se quiebra: no puede verse ni esclavo, ni feo. Ese pájaro es el que figura en el escudo nacional de Guatemala—desde que don Miguel García Granados comenzó en Comitán, en la frontera de México, con treinta y tres hombres, la guerra libertadora que abrió para el país una época nueva”.
Idea similar sostuvo José Martí en un discurso en elogio de Domingo Luperón, que pronunció en 1884. En uno de los fragmentos que se conserva de este texto puede leerse lo siguiente:
“…Guatemala, de aquella tierra que ostenta en sus selvas y en su escudo, el quetzal de plumaje esmaltado y alma fiera que, cuando pierde la libertad, hunde la cabeza, y muere: bien así como Santo Domingo indómito, ese pueblo quetzal”.

En “Amistad funesta”, la única novela que escribió José Martí, publicada por entregas en 1885, apareció el quetzal como motivo de un ornamento. No perdió oportunidad el Apóstol cubano para destacar su condición de símbolo de belleza y libertad:
“Dos quetzales altivos, dos quetzales de cola de tres plumas, larga la del centro como una flecha verde, se asían a los bordes de la taza de Ana: ¡el quetzal noble, que cuando cae cautivo o ve rota la pluma larga de su cola, muere!”.

“Guatemala, la tierra del quetzal”, fue el título de la crónica que José Martí dedicó a un libro de William Tufts Brigham publicado en 1887. Los criterios martianos sobre el texto, titulado Guatemala, the land of the quetzal. A sketch, quedaron recogidos en las páginas de la revista El Economista Americano, en enero de 1888. Destacó que trataba sobre Guatemala “…la tierra del quetzal indómito…”.
Añadió, además, el pasaje de una leyenda donde el bello pájaro es uno de los personajes protagónicos:
“…llegó a ser príncipe de Utatlán hermosa el bravo y magnífico Tecun-Uman, odiado de cakchiqueles y zutujiles, que cayó muerto, con más heridas que poros, a los pies de Alvarado, cuando la lanza del español rubio tundió de un golpe el pájaro real que en defensa de su príncipe cayó sobre el de España, ¡el quetzal del Quiché, enamorado de su belleza y albedrío, que muere cuando cae preso, o cuando se le quiebra la pluma verde de la cola!”.
“Las ruinas indias”, artículo de La Edad de Oro dedicado a resaltar la grandiosidad de las civilizaciones precolombinas, sobre todo de los mayas y aztecas, también destacó al quetzal como símbolo de belleza y libertad. Al respecto escribió José Martí para los niños de América:
“El quetzal es el pájaro hermoso de Guatemala, el pájaro de verde brillante con la larga pluma, que se muere de dolor cuando cae cautivo, cuando se le rompe o lastima la pluma de la cola. Es un pájaro que brilla a la luz, como las cabezas de los colibríes, que parecen preciosas, o joyas de tornasol, que de un lado fueran topacio, y de otro ópalo, y de otro amatista”.
En otro momento añadió lo que sentía al leer lo que decían sobre las ruinas indias los libros escritos por los conquistadores y viajeros
“…no parece que se lee un libro de hojas amarillas, donde las eses son como efes y se usan con mucha ceremonia las palabras, sino que se ve morir a un quetzal, que lanza el último grito al ver su cola rota. Con la imaginación se ven cosas que no se pueden ver con los ojos”.
Dos años después, en 1891, José Martí pronunció un discurso en honor de Centroamérica. Fue una ocasión propicia para insistir en la imagen del quetzal:
“…el zutujil a sangre y fuego, el cazador que traía al cinto como un iris la pluma del quetzal, el atjije canoso, abrazado a los manuscritos de las leyendas, el coro de la escuela desbandada».

Otro momento en el que José Martí mencionó al quetzal con la libertad fue en el periódico Patria, en 1892. En este caso lo identificó con Guatemala “…la tierra que junta, a la sagacidad de su raza nativa, la fiereza del quetzal de sus bosques”. Tres años después, también en el mismo periódico, al valorar la obra de Federico Proaño, escribió que este escritor ecuatoriano
“…no podía ver pájaro preso sin darle libertad; ni castigar a una bestia sin tundir a quien la castigase; ni merma alguna del hombre, sin que se le encrespase la pluma, como al quetzal, de ojo de oro, cuando se ve la esclavitud encima”.
Estas fueron las referencias de José Martí al quetzal de Guatemala, el ave en la cual identificó, junto a la belleza de la naturaleza americana, el amor de sus hijos por la libertad.