En diferentes momentos de su vida José Martí ejerció como maestro y profesor de diversas materias.

A José Martí se le conoció como “el Maestro” y son abundantes los estudios acerca de la concepción de la educación presente en su obra. También se ha profundizado en las acciones que desarrolló, por diversas vías, dirigidas a la educación de los que le rodeaban. Uno de los trabajos en los que se recopiló información al respecto fue el ensayo “Labor docente de José Martí”, escrito por Rolando Buenavilla Recio, destacado historiador de la educación cubana. Esta indagación formó parte del valioso volumen titulado Martí y la educación (1996), que reunió varias aproximaciones a esta faceta de la obra de nuestro Apóstol.

Antecedentes

Son varios los antecedentes que explican la precoz inclinación de José Martí por la enseñanza. Se conoce que fue una especie de tutor para sus hermanas, a quienes ayudó en las tareas escolares. Recibió, además, una influencia positiva por parte de sus maestros, que lo hicieron valorar el acto de educar. Esto se hizo presente en el Colegio San Anacleto y, sobre todo, en el Colegio San Pablo, que dirigió su querido maestro Rafael María de Mendive.

Finca El Abra en Isla de la Juventud. Foto tomada de Escambray.

En 1870, durante los meses que pasó confinado en Isla de Pinos, José Martí repasó a los hijos de la familia Sardá en sus tareas escolares. Lo mismo sucedió en España, entre los años en 1871 y 1873, pues en Madrid impartió instrucción primaria a los hijos de Bárbara Echevarría y también a los de Leandro Álvarez Torrijos.

Aunque se afirmó en cierta ocasión que se había estrenado como docente en México, entre 1875 y 1876, esto no sucedió. No obstante, en este país, donde ejerció el periodismo de forma sistemática, conoció diferentes experiencias que conformaron parte de las ideas que defendió acerca de la educación.

En Guatemala

Guatemala tuvo el mérito de ser el primer lugar donde José Martí fue profesor. Así lo reconoció en el folleto Guatemala (1878), frase que es citada a veces de forma errónea. Vale la pena detenerse en ella:

“Yo llegué meses hace, a un pueblo hermoso: llegué pobre, desconocido, fiero y triste. Sin perturbar mi decoro, sin doblegar mi fiereza el pueblo aquel, sincero y generoso, ha dado abrigo al peregrino humilde. Lo hizo maestro, que es hacerlo creador. Me ha tendido la mano y yo la estrecho”.

José Martí comenzó a ejercer la docencia por vez primera al ser nombrado catedrático de la Universidad de Guatemala el 29 de mayo de 1877. En esta institución impartió Historia de la Filosofía, y de Literatura Francesa, Inglesa, Italiana y Alemana. En la primera de estas asignaturas realizó una labor destacada. Reconoció en una oportunidad que, mediante ellas, se propuso enfatizar en el

“…estudio de los orígenes, desarrollo, estado actual, porque el probable venidero no me compete; de los conocimientos filosóficos, enumerando sus accidentes, sus adelantos, sus reacciones, las razones que ha habido para cada una de estas variantes y el espíritu sucesivo que los ha ido determinando y modificando”.

Uno de los edificios de la Universidad de Guatemala. Archivo del autor.

Años más tarde, en 1888 volvió a recordar la labor docente que desarrolló como profesor de Historia de la Filosofía en Guatemala. Al respecto destacó, que

“…paseando con sus discípulos por los pueblos antiguos, les enseñaba cómo los dioses no habían hecho el hombre a su semejanza, sino que el hombre había hecho los dioses a semejanza de él, y donde no había más que un dios, como entre los hebreos, éste mudaba de espíritu, aspecto y voz con cada cambio del pueblo hebreo”.

Un fiel testimonio del magisterio martiano en la Universidad de Guatemala, donde se le ofreció, igualmente, la Cátedra de Ciencias de la Legislación, fue la carta que le dirigieron sus alumnos en 1877. En ella se expresó que la institución se había “…vestido con todas las galas de su ciencia…”, al nombrarlo catedrático. Además, destacaron que

“Vos recorréis estos países segando un laurel que nadie podrá disputaros: laurel que no se marchitará jamás, como emblema que es de la ciencia y del talento”.

José Martí también fue profesor de la Escuela Normal Central para Varones de Guatemala, institución de la cual era director el maestro cubano José María Izaguirre. Aquí participó además en las reuniones lírico‑literarias que organizó Izaguirre

“…como estímulo para los alumnos y como medio de educación social para los mismos. En ellas se daban conferencias científicas ante un concurso de ambos sexos regularmente numeroso y escogido, se tocaba, se cantaba, se recitaba, se declamaba”.

Escuela Normal Central para Varones de Guatemala. Archivo del autor.

En 1877, en carta al director del periódico El Progreso, Valero Pujol, José Martí reconoció su participación es estas veladas. Las calificó como “…las útiles pláticas que la Escuela Normal sustenta, y el público favorece”. En 1878, debido a la defensa que hizo de Izaguirre, quien había sido destituido injustamente del cargo que desempeñaba, José Martí fue expulsado de Guatemala por el dictador Justo R. Barrios. A punto de salir del país, escribió sobre la labor que realizó en la tierra del quetzal:

“…con un poco de luz en la frente no se puede vivir donde mandan tiranos.—¿Qué mal les he hecho? Explicar Filosofía con sentido, a par que nuevo, mesurado; explicar Literatura; dar conferencias sobre el estado actual de las Ciencias Naturales; publicar un libro en que con amor y calor, para ellos nuevos revelo sus riquezas desconocidas”.

En La Habana

De regreso a La Habana en 1879, José Martí integró el claustro del Colegio Casa de Educación, de José Hernández y Tomás Agustín Plasencia. Esta era una institución de primera y segunda enseñanzas. En este centro se desempeñó como profesor de Filosofía, Gramática Castellana, Retórica y Poética.  Recibió la autorización para ejercer como profesor el 6 de febrero de 1879 y comenzó a impartir clases en el mes de abril. Sin embargo, esto duró pocos meses pues en julio se le revocó ese permiso y en septiembre salió deportado para España.

La carta que le dirigió José Hernández Mederos, uno de los dueños del colegio, evidenció el prestigio de que gozaba José Martí como maestro. Allí se expresó:

“No tengo la grata satisfacción y el honor de conocer a Vd. personalmente; pero tengo antecedentes de cuanto Vd. siente y vale. Con tal motivo, y para ofrecerle tres horas de cátedra, de 8 a 11 de la mañana en este plantel, las que retribuyo a razón de $ 25.00 oro cada asignatura, le suplico se sirva manifestarme si le sería posible personarse esta noche de 8 a 9 en esta s/c Colegio «Casa de Educación» san Ignacio 14”.

La respuesta de José Martí fue la siguiente:

“Muy señor mío y digno educador: Llega a mi poder su muy atenta carta, tan bondadosa como oportuna, pudiendo contar desde este instante, en que me siento reconocido por su espontánea como generosa oferta, con la seguridad de que aceptaré con honor su proposición a mis humildes servicios. Personándome en esa su respetable mansión a la hora que me indica”.

Según un anuncio que publicó el Diario de la Marina el 26 de febrero de 1879, además de José Martí integraron el claustro de este colegio el abogado y político Antonio Govín, así como el naturalista Juan Vilaró. Lo dirigía el académico matancero y relevante médico Tomás Agustín Plasencia. También se debe mencionar la presencia del entonces bachiller Adolfo F. Valhuerdi, quien después se destacó como relevante personalidad de la medicina en Matanzas.

Anuncio del Colegio Casa de Educación, Diario de la Marina, 26 de febrero de 1879. Archivo del autor.

Existen pocos datos en relación con la labor docente de José Martí en el Colegio Casa de Educación. De seguro, dejó una huella imborrable entre los que tuvieron la dicha de estar presentes en las clases que impartió en ese lugar.

En Venezuela

El 20 de enero de 1881, José Martí arribó al puerto de La Guaira, en Venezuela. Los últimos dos años habían sido para él de una actividad política e intelectual muy intensa. En 1879 participó protagónicamente en la organización de la Guerra Chiquita, fue detenido y deportado a España. De allí saldría clandestinamente hacia Francia y, más adelante, en 1880, se encuentra en Estados Unidos.

Imagen actual del Colegio Santa María. Allí radica hoy la Casa de Nuestra América José Martí. Archivo del autor.

En Venezuela José Martí se dedicó, con énfasis, a varias tareas intelectuales. Los meses en Caracas significaron para él una posibilidad quizás única en su vida: pudo dedicarse con cierta tranquilidad y sosiego a la docencia, la lectura y el estudio. También cultivó estrechas relaciones de amistad con poetas y científicos residentes en esa ciudad.

Placa ubicada en al antiguo Colegio Santa María, que recuerda la labor docente de José Martí. Archivo del autor.

En este país volvió a tener la oportunidad de trabajar como profesor. Además de ofrecer lecciones de Oratoria, que fueron célebres, fue profesor de Literatura y Francés, en los colegios Villegas y Santa María. Acerca de su labor en el Colegio Villegas, existe un testimonio de Juvenal Anzola, publicado en 1903. Sobre la labor docente de José Martí expresó este escritor:

“Deseosos algunos jóvenes de recibir clase de oratoria del insigne Martí, obtuvieron su beneplácito entusiasta. Sabedor de lo que ocurría el ilustrado y benemérito Dr. Guillermo Tell Villegas, nos ofreció el principal salón de su colegio, regentado entonces en el edificio que hoy ocupa la Academia Nacional de Bellas Artes. En él, varias veces a la semana y por algún tiempo, de las ocho a las diez de la noche, vibró poderosa la voz elocuentísima de aquel peregrino de la libertad, de aquel atleta incansable, que anhelaba dejar en el ánimo de la juventud venezolana, vinculados todos los tesoros de su alma, todos los ensueños de su inagotable fantasía, todas las grandezas de un porvenir apenas concebible”.

Imagen actual del Colegio Villegas en Caracas. Archivo del autor.

La estancia de José Martí en Venezuela duró hasta julio de 1881. Por conducto de uno de sus edecanes, el presidente Antonio Guzmán Blanco le comunicó que debía salir del país. La razón fue que el cubano se negó a publicar un elogio a su persona en la Revista Venezolana.

En Estados Unidos

Entre 1890 y 1894 José Martí trabajó como docente en Nueva York. Lo hizo como profesor de Español en la Central Evening High School y como maestro de una clase llamada “enciclopédica” en la Sociedad Protectora de la Instrucción La Liga.

El 1 de octubre de 1890 a José Martí se le nombró profesor de español de la Central Evening High School. La clase de español estaba integrada por 23 estudiantes. Este curso concluyó oficialmente el 17 de abril de 1891. Cuatro meses y medio después de su estreno como profesor, el 18 de febrero de 1891, fue aprobada la solicitud hecha por Martí, de ser sustituido por Gonzalo de Quesada. No obstante, se le nombró nuevamente profesor para el período 91-92, con fecha 17 de junio de 1891, plaza que ocupó hasta el 17 de febrero de 1892, en que es aprobada su sustitución definitiva. Fue, en total, más de un año como profesor de español en Nueva York.

Uno de sus alumnos en esta escuela y también en la New York Evening High School, fue Víctor Hugo Paltsits, quien redactó en 1932 un valioso testimonio sobre esta faceta del Apóstol. En 1891, José Martí remitió al director de la Central Evening High School, George White, un informe en el cual planteó la idea central del método que seguía como profesor:

“El instructor de español informa que su intento ha sido enseñar gramática sin parecer que la enseñaba”.

Más adelante agregó Paltsits un valioso análisis de cómo José Martí impartió sus clases:

“En primer término ha de verse el acierto de hacer que el estudiante se interesara por el idioma, enseñándole gramática sin que pareciera que la enseñaba. Esto hacía suave el camino, alejando el temor en el estudiante. En segundo lugar, el dictado no sólo familiarizaba el oído con la pronunciación correcta, sino que de modo conveniente animaba el pensamiento y mostraba la belleza del idioma, Martí era ágil en la pizarra. Vestía jaquet y mientras descansaba la mano izquierda en el costado, alzando ligeramente y echando hacía atrás la cola del traje; con una tiza en la derecha, hablaba y escribía, girando con rapidez sobre sí, para hacer al mismo tiempo pregunta a éste o aquel miembro de la clase. Pero había algo que observé, y que con frecuencia he relatado en los años posteriores, y era lo que él llama «la relación de los modos españoles con los de otros idiomas». Por cierto, que en el estudio de otros idiomas nunca vi que nadie realizara lo que Martí nos enseñó de gramática comparada. Conocía bien el modo de estimular aquella clase de investigación, porque era de hecho un maestro de filología comparada”.

La Sociedad Protectora de la Instrucción La Liga se fundó en Nueva York el 22 de enero de 1890. En el discurso de inauguración, Rafael Serra, uno de sus organizadores, declaró:

“La Liga nace, para procurar por todos los medios prácticos, activos y generosos, el adelanto intelectual y la elevación de carácter de los hombres de color nacidos en Cuba y Puerto Rico. Sus objetos inmediatos son: facilitar recursos a los jóvenes pobres que ya hubiesen terminado su primera enseñanza y mostrasen aptitudes ostensibles para seguir una de las carreras u oficios poco comunes aún en la raza de color. Establecer un modesto salón educacional para sus asociados”.

Rafael Serra. Ilustración en su libro Ensayos políticos. Segunda serie (1896). Archivo del autor.

El desempeño docente de José Martí en esta sociedad fue sobresaliente. Desde la fundación de este centro, dirigido a la educación de los obreros cubanos, José Martí pidió colaborar como “…un amigo sincero que les ayude a buscar la verdad, o un compañero que contribuya a propagarla”. A los fundadores de La Liga, declaró la intención de “…ayudarlos en el mundo a pensar realmente…”, lo cual evidenció su interés en contribuir al desarrollo de un pensamiento independiente y creativo sobre la base del aprendizaje.

Al hacer mención a las lecciones que impartió, comentó que se sentía estimulado por el deseo de aprender de los estudiantes y destacó que era esencial adquirir la costumbre “…de preguntarnos cosas de interés inmediato y aplicación general…, para lo cual se debían impartir

“…unas conferencias sencillas, —aunque no para el que las ha de hacer, —dando una a cada ciencia, de modo que se diga de ella lo universal y perfectamente adquirido. Un día seremos astrónomos, y otro geólogos, y botánicos otro, y otro día químicos. Esto no es, por supuesto, para enseñar nada que valga la pena, sino para ir inspirando el hábito del orden en los estudios y despertando el genio del que lo tenga oculto, por una u otra rama de ellos”.

Según relató en Patria, las clases en La Liga las desarrolló del siguiente modo:

“Allí iba un amigo de la casa, a decir lo que quisieran saber de él, y le ponían en la airosa mesa, las preguntas anónimas sobre la composición de los pueblos, o la física, o la historia, o los odios humanos, o las tinieblas del alma: y el amigo leía en voz alta los escritos, cuya forma iba al paso enderezando y podando, para que se viera la idea lúcida en la expresión sencilla y fuerte; y luego, al vuelo del pensamiento, con la idea céntrica de la bondad e identidad del mundo, contestaba a las preguntas, muy hondas y sutiles a veces, concordando aparentes diferencias, y basando la opinión en la prueba ordenada y visible de los detalles. Uno desea saber del senado y su necesidad en las repúblicas; otro, que está leyendo a Marco Aurelio, no lo tiene por bastante, e inquiere sobre el ansia de religión del alma humana: otro pide la razón de los arbustos pelados y rojos en el desierto de Atacama: otro padece, de amor o de amistad, y propone, so capa de duda común, la pena de su alma: otros llevan, para mera corrección, los ensayos que, por consejos del amigo, escriben sobre las lecturas que los interesan o conmueven. Y de aquel ejercicio va creando la casa un modo de decir, confuso aún por la masa súbita de las ideas noveles, y la busca tenaz de su sustancia y razón, pero conciso y pujante, y bañado en un tierno amor a los hombres y a la naturaleza”.

El método utilizado por José Martí en La Liga es realmente ejemplar. A partir de las preguntas de los estudiantes sobre lo que querían aprender, sus dudas, preocupaciones e inquietudes, y de sus escritos sobre variados temas, se desarrollaba la clase, durante la cual se integraban contenidos, se enlazaban en sus causas y consecuencias, se trataban aspectos curiosos y se ejemplificaba cómo y dónde podían profundizar en una determinada temática. Estas clases fueron actividades alejadas por completo de las normas convencionales. La forma organizativa que utilizó se caracterizó por su novedad, donde todos podían intervenir para plantear sus criterios, nadie poseía criterios acabados, los contenidos se determinaban según los intereses de los estudiantes, todos los temas eran susceptibles de ser tratados, se estimulaban la libertad de pensamiento, la creatividad y el autodidactismo.

Sobre las composiciones y preguntas de sus estudiantes debe destacarse que, según unos ejemplos publicados en Patria, propiciaban la reflexión y el análisis crítico de problemas de actualidad, incluso filosóficos, que incitaban a la polémica y el debate. Se refieren además a la necesidad de la educación para la libertad y la felicidad del hombre, así como para su desempeño positivo en la sociedad. Otro aspecto a destacar es su relación con la situación de Cuba y la lucha revolucionaria en aras de su libertad e independencia. El análisis de estas composiciones debió provocar numerosas y hermosas reflexiones de José Martí durante sus clases en La Liga.

Uno de los textos redactados por los alumnos de José Martí en La Liga, publicado en Patria, 21 de noviembre de 1893. Archivo del autor.

A Rafael Serra, principal organizador de La Liga, le escribió José Martí en 1890: “A preguntar, pues; y créame, por Dios, lo que le digo: no tuve gusto más grande que el de ver semejantes preguntas, útiles y viriles sobre la mesa”. Igualmente, a otro de sus discípulos, Manuel de J. González, diría que “Gusto fue lo que tuve, gusto grande, cuando me vi delante aquellas preguntas…”.

Para muchos obreros cubanos y puertorriqueños, participar en las clases de José Martí en La Liga, fue de lo más grande que les sucedió en la vida. Años después uno de ellos, Manuel de J. González, las rememoró así:

“Sentábase en una silla, delante de la mesa, y principiaba a revisar y poner en orden los papeles que sobre esta estaban, escritos de antemano, sin firmas. ¿De qué trataban? Eran de ignorantes ansiosos de saber. Por eso en cierta ocasión refiriéndose a las clases de La Liga, Trujillo llamó a esta enciclopédica.”

“Principiaba el Maestro a leer el papel tal como estaba; después alababa el estilo, la forma, si era de alabarse, sobre todo, si estaba en estilo sencillo, con palabras sencillas, sin frases rebuscadas, sin sacrificar la idea a la forma, pues decía que de este modo se pueden expresar los pensamientos más sublimes; pasaba después a corregir las faltas que hubiera, pero de tal manera, de modo tan suave y delicado, que daban intenciones a veces de cometerlas, para tener la oportunidad de oírselas corregir; y, por último, disertaba sobre lo escrito, que era corto o extenso, según lo permitiera la obra o mereciera lo escrito”.

“Paréceme que aún le veo, inquieto en su silla, como dominando los diques de la elocuencia que querían desbordarse; paréceme como que lo oigo en la relación sencilla, con palabras sencillas, sobre cada uno de los papeles escritos por sus discípulos humildes. De literatura, ciencia, arte, política, religión, etc., de todo se trató allí, de todo sabía él y de todo nos hablaba. ¡Ah, el Maestro era un gran genio!”.

José Martí se desempeñó como maestro y profesor en diversos momentos de su vida. En ellos asumió el acto de educar como vía para enriquecer la formación humana de sus discípulos. Este ejercicio de la docencia fue el campo fecundo donde puso en práctica las ideas que defendió como parte de su concepción de la educación.

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