El Beso de la Patria es una de las tradiciones pedagógicas más recordadas en la historia de la escuela pública cubana.
Desde los inicios de la República en 1902 la escuela pública tuvo entre sus objetivos la formación patriótica y ciudadana de los cubanos. A ese fin se dirigió la labor educativa de pedagogos reconocidos y también de maestros anónimos y consagrados.
Fueron varias las vías utilizadas, pero se destacaron las clases de Historia de Cuba, la Jura de la Bandera, los actos cívicos y la entrega del Premio El Beso de la Patria. Este galardón escolar rendía homenaje a la bandera cubana y con él se reconocía a los escolares más destacados. Estuvo vigente cerca de cuarenta años.
Nace una tradición:
La historia recoge que El Beso de la Patria fue creado por el educador cubano Manuel Angulo en 1920. La iniciativa se generalizó por todo el país y fue aprobada por la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes. Tenía como objetivo premiar al mejor alumno de cada aula de enseñanza primaria. Con el paso de los años se convirtió en una relevante actividad educativa en las escuelas cubanas.
Para la adjudicación del Premio El Beso de la Patria, debían tenerse en cuenta varios requisitos: una conducta intachable durante el curso, interés permanente en el aprendizaje y constancia en la asistencia. También se evaluaban el cumplimiento de los preceptos higiénicos en el aseo personal, así como el cuidado de los cuadernos y útiles escolares. Por último, se debía demostrar una adecuada conducta moral en el hogar y con la familia, así como en los lugares públicos, paseos, espectáculos, etc.
En los procedimientos para la elección de los premiados se aprecia el deseo de consolidar virtudes y valores necesarios para la formación ciudadana de la niñez. Los maestros estaban encargados de dar a conocer las bases para la adjudicación del premio. Los viernes se efectuaba, por votación nominal, la elección del mejor alumno de cada aula.
Para realizar la elección del premiado el maestro debía dar a conocer la lista de los elegibles. Los alumnos, uno a uno designarían el candidato de su elección. El maestro efectuaba las anotaciones correspondientes en la pizarra junto al nombre de los candidatos. Tras la elección se daba a conocer el mejor alumno del aula en la semana correspondiente.
El último viernes del segundo período escolar se verificaba la elección definitiva del mejor alumno del curso. Era designado el que hubiese obtenido dicha denominación un mayor número de veces durante el curso. En caso de empate entre dos o más alumnos, se llevaría a efecto la elección en la forma ordinaria.
Una fiesta pública, celebrada el día final del curso escolar y con un programa adecuado al acto, era el contexto para la entrega de un diploma acreditativo al escolar seleccionado. Durante esta entrega se hacía descender sobre la cabeza de los premiados la Bandera de la Patria, para cumplir así la promesa que entrañaba el nombre de “Beso de la Patria”.
El diploma estaba firmado por el Superintendente Provincial de Escuelas, el presidente de la Junta de Educación Municipal, el Inspector del Distrito Escolar, el maestro o maestra del alumno, y hasta por el Alcalde Municipal.
También entregaban una medalla metálica bañada en dorado, que tenía en el anverso un símbolo con la imagen de la República, un emblema del escudo nacional y la inscripción BESO DE LA PATRIA. Esta parte metálica se encontraba colgando de una pequeña porción de tela con los colores de la bandera: azul, blanco y rojo.
En el recuerdo agradecido:
Alcanzar el Premio El Beso de la Patria era un estímulo honroso para los escolares cubanos. Un reconocimiento especial para los que se destacaban en el cumplimiento de los deberes y un acicate para seguir obteniendo buenos resultados. Llegó a convertirse en una hermosa tradición pedagógica.
Emociona la forma agradecida y respetuosa en que lo recuerdan quienes lo obtuvieron alguna vez. Pedro Urra Medina, en “El Acto Cívico y el Beso de la Patria”, consideró lo siguiente:
“Para mí era un verdadero orgullo ostentar aquel diploma que decía: “El beso de la Patria”. De vez en cuando los saco y los vuelvo a mirar. (…) Aquellos actos cívicos llegaban a lo hondo de los sentimientos, no tengo dudas que han dejado una profunda huella en toda mi vida”.
Por su parte, Sonia Rivero Valdés, en el cuento “El Beso de la Patria”, recordó:
“Nunca tuve espíritu de competencia porque no tenía por qué desarrollarlo. Mi mamá no me exigía nada en ese sentido, y con tantos cambios ni siquiera sabía que existían premios si se tenían buenas notas. Aquel año gané el Beso de la Patria, premio que daban al mejor alumno de cada grado. Me sorprendí muchísimo cuando lo recibí porque no lo esperaba, pero me dio una gran alegría. Debido a este premio fui elegida para llevar el estandarte de la escuela en el natalicio de Martí del próximo año. Era un reconocimiento a mi excelente trabajo académico”.
El poema “El Beso de la Patria”, de Eduardo Cardona, le rindió sincero homenaje:
“Beso patrio, eres puro y alado,
y al caer en la frente sencilla
de su tierna niñez como brillas!
de divinos fulgores nimbado.
Y hay no sé qué de grande y divino
en las frentes que tú glorificas,
que influirá en su futuro destino,
pues tu beso inmortal purifica.
Sigue, niño, el sendero florido
que hoy te traza esa fúlgida estrella,
y promete: con fe, decidido,
el morir, por su honor, junto a ella.
Digno sé del grandísimo honor
que te rinde, esta patria bendita;
y recoge ese beso de amor,
que en tu frente, impoluto, palpita”.
Hace unos años, las escuelas de La Habana intentaron retomar la tradición de El Beso de la Patria, aunque con características diferentes a los orígenes y sin respaldo oficial del Ministerio de Educación. Esto hizo que no se consolidara la nueva experiencia y volviera a desaparecer.
Recordar esta tradición pedagógica significa rendir justo homenaje a los maestros que forjaron la escuela cubana en las primeras décadas del siglo XX. (LLOLL)