La leyenda del aura blanca une a Matanzas y Camagüey. Sobre cómo en ese mito se entrelazan lo científico, lo legendario y lo histórico, trata esta reseña.

El aura tiñosa (Cathartes aura), es un ave muy conocida en Cuba. Posee una amplia distribución geográfica, pues habita desde Sudamérica hasta el sur de Canadá. Puede verse en zonas urbanas, bosques subtropicales, matorrales, pastizales y desiertos. Se le conoce por varios nombres vulgares: lore gallipavo, buitre pavo, buitre americano cabecirrojo, gallinazo de cabeza roja, jote de cabeza colorada, maura, zopilote o urubú de cabeza roja, entre otros.

Es un ave grande, con una envergadura de sus alas entre 170 y 183 cm. Alcanza una longitud de 64-81 cm y un peso entre 0,85 y 2,26 kg. Su plumaje puede ser de marrón oscuro hasta negro. La cabeza y el cuello son de color púrpura-rojo y no tienen plumas. Su pico es corto, de color marfil y con forma de gancho. Se alimenta de carroña, por lo cual posee gran importancia en la naturaleza.

El aura blanca en Cuba

En Cuba se han reportado ejemplares con el plumaje de un color mucho más claro del normal, nombradas “auras blancas”. Esto se debe al fenómeno conocido como albinismo, trastorno genético presente en los animales y causado por mutaciones en diferentes genes, que produce una reducción o ausencia total del pigmento melánico (negro) de ojos, piel y plumas o pelos.

Esta mutación es hereditaria, pues aparece con la combinación de los genes recesivos de dos padres portadores. En el caso de las aves, los genes afectados son los que determinan la coloración de las plumas. También ese plumaje “blanco” puede deberse a otra anomalía genética llamada leucismo, que afecta las plumas de manera parcial, pero no los ojos.

Se conoce que en 1924 fue capturada un aura blanca en Las Tunas y otra en 1943, en la finca Tagarro, cerca de la ciudad de Camagüey. Esta última se conserva hoy en el Museo Provincial Ignacio Agramonte. Una fue donada en 1964 al Museo de Ciencias Naturales del Instituto Preuniversitario de Camagüey, aunque sin ficha de identificación.

Otro ejemplar fue observado en 1975, cerca de Santa Cruz del Sur. Han sido reportados un aura con leucismo parcial, vista en 2020 en Escaleras de Jaruco, Mayabeque, y otra albina divisada en el mismo año, sobre la sierra de Maraguán al noreste de la capital agramontina. En 2022 se avistó una similar en el río Almendares, La Habana.

La primera aura blanca cubana apareció en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, en mayo de 1860. Su llegada adquirió el ribete de lo sobrenatural, pues se le vinculó a la figura del padre franciscano José de la Cruz Espí (1763-1838), conocido como el Padre Valencia. Este sacerdote había realizado una abnegada labor dirigida al cuidado de los enfermos de lepra en el Hospital de San Lázaro, la cual se había visto descuidada por diversos motivos tras su muerte. Por tanto, ante su rareza, la aparición del aura blanca fue vista por los devotos como una reencarnación de su alma.

Apresada por el doctor José Ramón Simoni Ricardo, director honorífico del hospital, el aura blanca fue expuesta en la Casa de Gobierno. Esto permitió poner precio a la entrada y recaudar fondos, lo cual redundó en beneficios para la necesitada institución hospitalaria. También se plantea que se le exhibió en otros lugares de Cuba.

De Camagüey a Matanzas, y su paso por la literatura

Tal fervor hizo que la destacada escritora camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda le dedicara una de sus leyendas, que fue incluida en el quinto tomo de sus Obras literarias (1871). El título correcto de esa creación de Tula es: “El aura blanca. Suceso extraño ocurrido en nuestros días”. De esta forma la literatura contribuyó a la difusión de la leyenda y al conocimiento de la existencia de tan raro ejemplar.

Según algunos autores el aura blanca fue rifada años después, lo cual incrementó la recaudación financiera para el hospital. Fue el comerciante español Don José Gómez quien la adquirió y regaló al naturalista matancero Francisco Jimeno. Mientras unos plantean que ya estaba embalsamada al arribar a Matanzas, la mayoría coincide en que fue el yumurino Félix García Chávez quien llevó a cabo la taxidermia del ejemplar cuando murió en 1864.

Veinte años después, como mismo debió hacer con buena parte de su museo particular, Jimeno vendió el aura blanca al Museo de Historia Natural del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Matanzas en 1884. Al desaparecer este museo en los finales de la década de 1960, se colocó en la librería «El Pensamiento». De allí pasó, años más tarde, al Museo Provincial Palacio de Junco, donde aún se encuentra.

Desde inicios del siglo XX se han sucedido intentos de trasladar a Camagüey el ejemplar del aura blanca que se conserva en Matanzas. A lo largo del tiempo se han ofrecido argumentos a favor y en contra de esa decisión. Mientras tanto, el aura blanca más famosa de la historia de Cuba puede ser admirada en nuestra ciudad.

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