«No hay cosa más bella que amar a los ancianos (…) El respeto es un dulcísimo placer». José Martí

Les grita, ofende, parece hasta olvidar que les debe la vida. Sus padres son ancianos, ya apenas pueden valerse por sí solos.

Ante sus ataques verbales se muestran temblorosos, indefensos…No entienden qué han hecho para merecer tanto maltrato.

A pocos metros de su casa, la escena es diferente. Una ancianita enferma recibe los constantes mimos de sus hijos, quienes no saben qué hacer para compensar la dedicación que ella les ha brindado durante toda su existencia.

Son dos caras distintas de una misma moneda y, si bien la segunda abunda, la primera también se repite de manera lastimosa y no solo dentro del hogar.

Vemos con frecuencia la desconsideración hacia los que han vivido más. No siempre hay respeto ni gozan de una atención preferencial.

Muchas veces no se les cede el asiento en los ómnibus ni se les ayuda a cruzar la calle, por citar algunas conductas negativas.

Ello provoca que se sientan algo desprotegidos.

Existen individuos y hasta instituciones que les otorgan un papel irrelevante, comportamiento que resulta paradójico al tener en cuenta que casi todos aspiramos a la longevidad.

La baja natalidad y el aumento de la esperanza de vida propician el crecimiento del número de adultos. En Cuba se suma la migración como otro fenómeno que la convierte en una nación demasiado envejecida.

No obstante, se trata de un problema global.

Estadísticas mundiales calculan que para el 2030, una de cada seis personas en el planeta tendrá 60 años o más.

En ese momento, el grupo de población de 60 años o más habrá subido de 1000 millones en 2020 a 1400 millones.

Es preciso, por tanto, aunar voluntades ante cualquier situación que pueda tornárseles hostil, lo mismo en el ámbito social que familiar.

Pese a la compleja situación actual, toca a los gobiernos proporcionar vías que les haga más placentera su existencia.

Aquellos que durante mucho tiempo jugaron un papel protagónico en nuestras vidas, de ningún modo deberán ser víctimas de aislamiento, soledad, maltrato o abandono.

La equidad intergeneracional es una responsabilidad compartida por todos y cada uno de nosotros. (ALH)

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