Los puentes forman parte indiscutible de la identidad de los yumurinos. Más de una veintena de esas estructuras enlazan a la ciudad y salvan la geografía de sus ríos. Cinco de ellos han persistido en la Atenas de Cuba durante más de cien años, convirtiéndose al paso del tiempo en verdaderos íconos de la ciudad y en una carta de presentación.
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Estos puentes centenarios, dado el tiempo en operación, y en casi todos los casos, la sobre explotación a que se han sometido, con cargas muy por encima de sus capacidades de diseño, a lo que se une lo dificultoso y cada vez más costoso mantenimiento, que por demás ha sido de inexistente a poco eficiente cuando se ha podido realizar, acumulan achaques que requieren cirugías reconstructivas más o menos profundas. Existe el criterio academicista de que si se sustituye un determinado porciento de la estructura original, el puente pierde su historicidad, pierde parámetros y condiciones que le hacen perder puntos en ciertas valoraciones subjetivas, etcétera, etcétera, pero le digo a estos académicos de que si no lo hacemos, se cae, desaparece y, entonces no tendremos ni puente, que cumpla, no ya su función social de unir ambas orillas de un punto matancero, sino ni siquiera de una imagen que legar a las generaciones futuras de «X» puentes de los que daban patronato a la Ciudad.