Conversar con Nubia Tellechea Segundo siempre es un lujo. A ella, que desde hace varios años es presidenta de la Sala de lo Civil, Administrativo y Laboral del Tribunal Provincial Popular de Matanzas, debe quedarle muy poco por ver en esta profesión. Por ello puede dialogar con fluidez y conocimiento sobre la misión que asumen los jueces en la Cuba de hoy, plural y diversa.

El próximo 17 de diciembre, esta mujer de verbo elocuente y dulzura al hablar cumplirá tres décadas en el sistema de tribunales. Años marcados por el sacrificio, la entrega, el estudio, la superación ante una sociedad que cambia aceleradamente y necesita que quienes imparten justicia sean consecuentes con los nuevos tiempos.

Si se le pregunta qué distingue a los jueces dirá con certeza que su trabajo no tiene comparación, “no porque sea único sino por la entrega, la constancia y la perseverancia necesarias para impartir justicia”, confiesa mientras pasa sus manos por la negra toga colgada en su brazo.

“En mi caso cuando llego a la sede de los tribunales, al estrado, siento que estoy haciendo un poquito más por la sociedad, por las familias, pues es la materia civil, de familia y administrativa la que he trabajado”.

“Es importante cuando uno juzga, cuando uno tramita o lee un expediente, exponerlo todo de manera imparcial y transparente para hacerle entender a las partes los conflictos presentes”, explica.

Con espontaneidad conversa sobre los desafíos asumidos a partir de la puesta en práctica del actual Código de las Familias, el cual se encuentra entre los más modernos de América Latina.

“La entrada en vigor de una serie de modificaciones en las leyes, ha traído retos, metas y objetivos de inmediato cumplimiento para todos los jueces. La sociedad ya necesitaba un cambio y, en la actualidad, hay muchos procesos que, si bien estaban presentes en Cuba, no lo tramitábamos, ni los conocíamos como procesos en sí en el sistema judicial.

“Hoy los tribunales municipales tienen a su cargo un gran cúmulo de conflictos relacionados con la actividad de la mujer, con su integración y su empoderamiento y en eso trabajamos. De igual forma nos capacitamos en todos aquellos procesos asociados con la discapacidad y la integración de estas personas, imprescindible para su desenvolvimiento psíquico.

“También tratamos otros temas como los relacionados con los menores y lo único que le pedimos a los jueces es hacerlo bien, pensar con cautela en el beneficio de ellos y en la unidad de la familia, sobre todo”, comenta.

Con desenvoltura habla de la equidad y el empoderamiento de las mujeres en las funciones judiciales, de cuánto ha avanzado la Isla en este sentido, de la doble carga que significa para quienes ejercen esta profesión en el país ser juezas, sin desligarse de las labores extras de la casa.

“Las juezas en Cuba tienen el gran reto de vivir en la sociedad como cualquiera. Son mujeres con hijos, con familias, con las mismas dificultades de otras trabajadoras, con las mismas obligaciones y desempeños en el plano personal.

“Lo difícil es después, despojarse de la influencia del hogar para resolver asuntos que a veces nos tocan de cerca porque quizás vivimos esas mismas situaciones. O nos tocan de lejos porque la padece un vecino, un amigo y le corresponde a una decidir con imparcialidad, con inteligencia y capacidad, teniendo en cuenta que lo hecho es en función del mejoramiento de la familia y la sociedad.

“Que la dotación de jueces en el país y en Matanzas esté compuesta en su mayoría por mujeres es motivo de orgullo y, es preciso aclarar, que el ponerse una toga no nos aísla de la sociedad, al contrario, nos hace introducirnos más en ella, en los problemas de la gente, en cómo podemos ayudarlos.

“Ser juez tiene un costo social, que no se paga con dinero, sino con la gratitud de la gente cuando uno ve los rostros satisfechos. Las nuevas generaciones, deben preservar eso y seguir trabajando porque la gente crea en la justicia cubana”.

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