Juan Francisco Sánchez Bárcena, el padre mexicano de nuestro puente colgante

Juan Francisco Sánchez Bárcena, ingeniero mexicano que se radicó en Matanzas, propuso en 1860 erigir un puente sobre el río San Agustín.

En 1901 la revista Cuba y América publicó un artículo, escrito por Joaquín Pedroso, que se tituló “El acueducto de Matanzas”. Como parte de la descripción realizada de esta importante obra, este autor señaló:

“Constan, además, las obras que ocupan en estos instantes nuestra atención, de un gran puente colgante de acero, para dar pase a la línea de conducción por el río de San Agustín distante de la ciudad a unas cuatro millas aproximadamente”.

“Esta es una de las más bellas obras de Matanzas, y que vienen a aumentar poderosamente sus atractivos. A los viajeros les llama la atención: a una solidez acabada, une el puente colgante, una elegancia que completa el artístico espectáculo del paisaje verde, cruzado por el río como por una vena azul; embellecido—como todos los puentes colgantes—por esa sugestiva sencillez que le da el aspecto de una hebra de hilo, extendida en curiosos y regulares dibujos”.

¿Cuál es la historia de este puente colgante? ¿Quién lo ideó? Las respuestas a estas interrogantes vinculan esta maravillosa obra ingeniera de Matanzas con un laborioso ingeniero mexicano.

De México a Matanzas

Juan Francisco Sánchez Bárcena es hoy casi un desconocido. Apenas existen datos acerca de su vida y los estudios que realizó, información que se encuentra dispersa. Nació en la ciudad de Jalapa, hoy Xalapa-Enríquez, capital del estado de Veracruz, México. Estuvo entre los jóvenes que se destacaron en la defensa de esta ciudad ante la agresión estadunidense de marzo de 1847. Así lo contó José María Roa Bárcena en “Recuerdos de la invasión norteamericana”. Este testimonio lo publicó en la revista El Siglo XIX, en 1880, y más tarde se editó como libro (1883).

Poco se conoce sobre los motivos de Juan Francisco Sánchez Bárcena para establecerse en Matanzas. Existe una carta de José Garay a Francisco Jimeno, fechada en Nueva York el 2 de diciembre de 1857, donde le recomendó al ingeniero mexicano. En ella le expresó:

“Tiene esta carta por objeto recomendar a Vd., con empeño, a mi paisano y amigo Dn. Juan Francisco Sánchez Bárcena, ingeniero mecánico que ha estado durante años dedicado a mejorar los procedimientos de la fabricación de azúcar en México. Los acontecimientos políticos de aquel desgraciado país han interrumpido sus trabajos causándole graves perjuicios, y hoy desea ocuparse de manera a reparar en algo sus pérdidas. (…) Con respecto a su honradez y aptitud puede V descansar seguro de que le recomiendo persona que pueda comprometerme…”.

Tras llegar a Matanzas, Juan Francisco Sánchez Bárcena se dedicó a diseñar mejoras en la industria azucarera cubana. En 1857 elaboró el plano de un aparato para “cocer «azúcar» al vapor usando exclusivamente el sistema de evaporación y concentración al aire libre. Dos años después, el 19 de octubre de 1859, Pedro Hernández Morejón y Bernardo M. Navarro, publicaron en Aurora del Yumurí un análisis sobre el tren de “…elabora azúcar por medio del vapor al descubierto…”, inventado por el mexicano. Por este informe se conoce que viajó a los Estados Unidos, en un viaje pagado por hacendados matanceros. Allí “…adquirió la mayor parte y las más importantes de las piezas que debían componerle”. El invento fue instalado por él mismo en el ingenio San Ignacio (Ibarra). En opinión del historiador Alberto Perret, quizás se trató de una variante del tren jamaiquino.

Según el criterio de Hernández Morejón y Navarro, el invento reunía varias ventajas. Entre ellas, ahorro de fuerza de trabajo, defecación más perfecta del guarapo a partir de su más rápida evaporación y más velocidad en el funcionamiento. Destacaron, además, una mayor limpieza y menos interrupciones en las calderas. Sin embargo, añadieron que no se obtuvieron los resultados esperados en cuanto a cantidad de azúcar. Esto sucedió, según expresaron, porque la caldera utilizada no era la adecuada. Aunque al final los autores del informe no proponen una solución, por sus palabras se infiere que apostaban por perfeccionar el aparato. Finalmente, parece que esto no ocurrió.

Corte vertical de un “aparato para elaborar la esencia del café” que diseñó Juan Francisco Sánchez Bárcena. Archivo del autor.

Otros trabajos también ocuparon el tiempo del mexicano, que poco a poco comenzó a ganar prestigio en la sociedad matancera. Según una noticia publicada por el periódico La Correspondencia de España, el 19 de noviembre de 1864, en ese momento Juan Francisco Sánchez Bárcena se encargaba de “…poner en ejecución el Plano geométrico de Matanzas, principiando por Pueblo Nuevo…”. Se conserva el esquema de un corte vertical de un “aparato para elaborar la esencia del café” que diseñó. Está fechado en Matanzas, el 10 de abril de 1865. Además, trabajó en el prototipo de una máquina para secar bagazo.

El nombre de Juan Francisco Sánchez Bárcena se mencionó en el libro Memoria descriptiva, histórica y biográfica de Cienfuegos y las fiestas del primer centenario de la fundación de esta ciudad (1920), de Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas. El dato es que, en 1866, una comisión creada por el Ayuntamiento cienfueguero le solicitó ayuda para crear un proyecto de acueducto.

Tras el inicio de la Guerra de los Diez Años, Juan Francisco Sánchez Bárcena, quien ya conocía los horrores de una contienda armada, regresó a México, posiblemente en 1869. Al llegar, comenzó a trabajar en un proyecto para construir un acueducto en Veracruz. Como mismo hizo en Matanzas, publicó un folleto para dar a conocer su propuesta:

Memoria descriptiva de los trabajos emprendidos por el Ing. que la suscribe… encargado por la Junta Directiva del agua de Jamapa para estudiar y proponer los medios de mejorar el abasto de agua en la ciudad de Veracruz, desde enero a julio de 1870 (1870).

También elaboró un “Plano del terreno en que está establecida la cañería que surte de agua a Veracruz” y un “Plano de Veracruz delineado con objeto de mantener la red de cañerías empleada para distribuir el agua de Jamapa en las calles de la ciudad”. El 3 de mayo de 1871 el periódico El Ferrocarril informó su llegada a Veracruz, donde se encargaría de “…construir el acueducto que introducirá a aquel puerto el agua de Jamapa”. Lo mismo informó El Correo del Comercio el 4 de junio. Al parecer este proyecto tampoco se ejecutó.

Tras estas noticias, no hay muchos más datos acerca de Juan Francisco Sánchez Bárcena. Ramón de la Sagra, quien lo conoció en 1860, lo mencionó al escribir sobre el viaje que realizó a Cuba en esa fecha: “…joven ingeniero mejicano, muy instruido y aplicado, que se ocupa de empresas interesantes para la Isla de Cuba”. Según el escritor mexicano José María Roa Bárcena fue “…un ingeniero mecánico muy notable…”. Otro compatriota, Manuel Payno, en Compendio de la historia de México (1876), consideró que “…hizo una verdadera mejora en los aparatos para la fabricación del azúcar…”. De acuerdo con este autor, Juan Francisco Sánchez Bárcena falleció en marzo de 1876.

Un puente colgante para un acueducto

El proyecto estrella de Juan Francisco Sánchez Bárcena fue, sin dudas, el acueducto de Matanzas. La idea de construir esa obra, necesidad imperiosa en una ciudad que crecía a pasos agigantados, había tomado fuerza desde 1845, aunque con antecedentes en 1822 y 1834. Varios ingenieros, entre ellos el francés Jules Sagebien, habían dado ideas al respecto. Ante los pocos avances, el 19 de mayo de 1859, la comisión creada al efecto por el Ayuntamiento local nombró al ingeniero mexicano para que hiciera “…los nuevos estudios necesarios”.

Inicio de la publicación de la memoria de Juan F. Sánchez Bárcena, Aurora del Yumurí, 11 de septiembre de 1860. Archivo del autor.

El 1 de septiembre de 1860, en Aurora del Yumurí, José Francisco de Aguiar, miembro de la comisión, comentó sobre el trabajo ya iniciado por Sánchez Bárcena. Elogió la “…luminosa memoria…” que escribía en esos momentos y agregó: “…no dudamos que el Sr. Sánchez corresponderá dignamente a las esperanzas que nos ha hecho concebir”. Por último, expresó confianza en que antes de finalizar el año estuvieran concluidos esos estudios preliminares. Cuatro días después se informó que el lunes 3 de septiembre Sánchez Bárcena entregó la memoria, los planos y el presupuesto del proyecto al gobernador Pedro Esteban.

Ante el entusiasmo provocado por la memoria que presentó Juan Francisco Sánchez Bárcena, el periódico Aurora del Yumurí adquirió el derecho de publicarla en sus páginas. Así lo hizo entre el 11 y el 22 de septiembre de 1860, en un total de once entregas bajo el título de “Acueducto matancero”. En la entrega correspondiente al 20 de septiembre se mencionó por vez primera la necesidad de construir un puente:

“En el paso del río San Agustín he proyectado un puente tubular de hierro para colocar la cañería sobre él. Esta obra es la única de alguna consideración que existe en toda la línea, y que me ha parecido inevitable…”.

Sobre la selección de este tipo de puente, añadió:

“En la alternativa de pasar el río por abajo a hacerlo por arriba en un puente acueducto, he preferido este último término; más no habiendo mucha caída que aprovechar para pasar el río a una altura suficiente, he dado a la cañería una pendiente 1m 90/1000 (un metro noventa centímetros en mil) logrando de este modo llegar al río San Agustín a 4 m sobre el nivel ordinario de sus aguas. Esta altura es bastante para evitar que las mayores crecidas del río toquen la cañería; pero para que el puente que la sostiene no ocupe una parte sensible de este hueco, es necesario que sea muy delgado debajo del tubo. Ni los puentes de piedra ni los de madera, ni aún muchos de los de hierro tienen esta ventaja, exceptuando los puentes tubulares en que puede dárseles todo el grueso necesario para su rigidez de la solera para arriba, por cuya razón he adoptado uno de esta clase. Debe tenerse presente que, en el caso de atravesar un río, como el citado, que trae muchas maderas y malezas en las primeras avenidas del tiempo de lluvias, y que sólo tiene, cuando muy crecido, de 19 a 21 metros de ancho, es conveniente hacer el puente de un solo arco o tramo y para esto se prestan admirablemente los puentes tubulares, de los que hay algunos que tienen tramos que miden entre pilares 180 metros (sobre 21 varas españolas). Un puente de piedra de un solo arco hubiese sido más costoso que el de hierro que he proyectado y, además, hubiese estorbado mucho la luz que debe quedar entre el tubo y el agua. Uno de madera no debe elegirse para este lugar por su corta duración y la dificultad de reemplazarlo sin entorpecer el abasto de la ciudad”.

En la parte del informe que se publicó en Aurora del Yumurí el 22 de septiembre, Sánchez Bárcena agregó lo siguiente sobre la construcción de las piezas del puente:

“…la tubería y las piezas del puente de hierro de San Agustín se ejecutarán probablemente en Inglaterra por la mayor economía con que puedan conseguirse allí…”.

Unido a la parte técnica, Juan Francisco Sánchez Bárcena desplegó un bien pensado plan de propaganda, dirigido a sensibilizar a la sociedad matancera con la factibilidad de su propuesta para la construcción del acueducto. Además de numerosos artículos en Aurora del Yumurí, se conocen, al menos, siete folletos impresos que tuvieron ese objetivo:

Ante-proyecto de conducción de aguas a la ciudad de Matanzas, parte en canal parte en cañería (1863).

Ante-proyecto de conducción de aguas a la ciudad de Matanzas, en canal para surtir a Pueblo Nuevo y al puerto, y en cañería para abastecer a Matanzas y Versalles (1863).

Memoria sobre un ante-proyecto de conducción de aguas potables a la ciudad de Matanzas, sirviendo de continuación al anteproyecto sobre el mismo asunto, presentado al Ayuntamiento en 4 de septiembre de 1860 (1863).

Breves nociones sobre la cuestión de abasto de agua en algunas ciudades; extractadas de varios tratados y memorias dadas a luz por diversos ingenieros y economistas de crédito, cuyo compendio se publica con el fin de vulgarizar ciertos conocimientos que es conveniente estén al alcance de la generalidad (1864).

Ideas emitidas en la Junta de concejales y mayores contribuyentes tenida el 8 de mayo de 1864 para ilustrar la cuestión sobre el modo de reunir fondos a fin de llevar a cabo la conducción de aguas a esta ciudad (1864).

Proyecto iniciado para la introducción de aguas en Matanzas, tomándolas de los manantiales que brotan en el paso de San Juan de los cuales se surte hoy la ciudad trayéndola en lanchas (1866).

Proyecto para la formación de una sociedad anónima que tenga por objeto construir una cañería desde San Juan a Matanzas a fin de abastecer de aguas esta ciudad (1867).

Por tanto, entre los méritos de Juan Francisco Sánchez Bárcena estuvo la condición de pionero en utilizar la imprenta matancera con un sentido moderno de divulgación tecnológica. Esto en aras de alcanzar un objetivo: preparar favorablemente a la opinión pública en relación con el proyecto para garantizar el abasto de agua la ciudad.

Además de estos folletos, Juan Francisco Sánchez Bárcena se digirió a prominentes personalidades de la burguesía yumurina en busca de apoyo. En la Colección Escoto, que se conserva en la Universidad de Harvard, está una carta que envió, el 30 de diciembre de 1867, al hacendado Plácido Gener. En ella le escribió:

“Me tomo la libertad de acompañar a V. un impreso de cuyo contenido deseo se imponga detenidamente y que si lo tiene a bien tome empeño en la realización de la útil obra a que se refiere, empleando a la vez su influjo en las personas de su amistad”.

Entre 1860 y 1867, Juan Francisco Sánchez Bárcena hizo varios cambios al proyecto original contenido en la memoria de 1860, dirigidos a garantizar el financiamiento necesario. En el Proyecto para la formación de una sociedad anónima que tenga por objeto construir una cañería desde San Juan a Matanzas a fin de abastecer de aguas esta ciudad, de 1867, se expuso la construcción de un “acueducto económico”, que llevara el agua a la ciudad de forma directa desde la izquierda del río San Juan, mediante una cañería de hierro por la orilla de la carretera. Esta vez lo hizo asociado a José Bienvenido Hernández, dueño de los terrenos desde donde partiría la conductora. La propuesta de construir un puente sobre el río San Agustín no se mencionó.

En la Gaceta de la Habana del 27 de diciembre de 1868 se informó la cancelación, con fecha 16 de diciembre, de la concesión otorgada a Juan Francisco Sánchez Bárcena y José Bienvenido Hernández el 14 de enero de 1867. También se aprobó, en otra concesión para ellos mismos, la conducción de agua a Matanzas desde el llamado Paso de San Juan, en la orilla izquierda del río. Además de otros detalles, se autorizó la concesión por 40 años, antes de pasar al Ayuntamiento de la ciudad. Se destacó la construcción de una rueda hidráulica en el sitio llamado La Chorrera. No apareció ninguna mención al puente sobre el río San Agustín.

Los cambios que debió hacer Juan Francisco Sánchez Bárcena obedecieron a las críticas surgidas por el costo de proyecto original. Así se reconoció en la Memoria sobre el progreso de las obras públicas en la isla de Cuba, desde 10 de enero de 1859 a fin de junio de 1865 (1866), presentada al Capitán General, donde se lee:

“Abastecimiento de aguas potables a Matanzas. Esta población de creciente desarrollo conoció el grave inconveniente que en sí encierra por la falta de aguas potables. Sus hombres de valer promovieron el estudio de un plan para el abastecimiento conveniente de la población, y este proyecto se estudió y quedó redactado, después de algunas variaciones prescritas por esta Subdirección que ejercía su inspección sobre aquellos estudios, hechos por el Ingeniero particular D. Francisco Sánchez Bárcena. Las dificultades que presenta el suelo por los distintos relieves de las dos partes diferentes que componen la población, y la considerable distancia a donde se ha recurrido para la toma de aguas, hacen efectivamente subido el presupuesto de este proyecto, y esto unido a la escasez de los fondos municipales, ha hecho creer que todavía no se halla aquella población en estado de acometer tan colosal, aunque tan útil empresa. No obstante, la obra puede ser llevada a cabo por partes, fraccionando así los sacrificios pecuniarios de la generación presente; pero circunstancias desconocidas para esta Subdirección parece han aconsejado el posponer tan necesaria obra. El tiempo, sin embargo, el conocimiento cada día más palpable de la necesidad, y el desarrollo creciente de la población, aconsejarán quizás otra cosa en época no lejana”.

Ante la imposibilidad de reunir los fondos necesarios, el proyecto de acueducto matancero elaborado Juan Francisco Sánchez Bárcena quedó pospuesto. El inicio de la Guerra de los Diez Años y salida del ingeniero hacia su país natal, puso punto final a este esfuerzo. Pero aún el puente sobre el río San Agustín no estaba totalmente descartado.

Originalidad de un puente y un rescate pospuesto

En 1860 la idea inicial de Juan Francisco Sánchez Bárcena fue construir, sobre el río San Agustín, un “puente acueducto” y que este sería del tipo “tubular”. Los puentes acueductos son diseñados para para transportar cursos de agua a través de desniveles como valles o barrancos. Se utilizaron desde la antigüedad y aún algunos se mantienen en pie, como el de Segovia en España. A su vez, un puente tubular es aquel que posee una sección de caja rectangular rígida, por cuyo interior se soporta el tráfico del puente. Entre estos los más célebres han sido el puente ferroviario de Conwy (1849) y el Britannia (1850), ambos en Inglaterra.

Puente de Britannia. Archivo del autor.

Se ha considerado que Juan Francisco Sánchez Bárcena se inspiró en el puente colgante ferroviario sobre las cataratas del Niágara (1855) concebido por John Augustus Roebling. En el libro Manual del ingeniero (1859), del destacado ingeniero militar español Nicolás Valdés Fernández, texto que fue citado en sus informes y memorias por el mexicano, esta estructura se tomó como ejemplo entre los puentes de su tipo. No obstante, es muy probable que tuvo en cuenta otros puentes colgantes célebres de la época.

Puente colgante sobre las cataratas del Niágara. Archivo del autor.

Por ejemplo, en España se construyeron, en la primera mitad del siglo XIX, catorce puentes colgantes, mientras que en Estados Unidos tuvieron mucho éxito. Entre los más conocidos de ese país, además del de Roebling ya mencionado, estuvieron el puente de Fairmount en Filadelfia (1842), el de Wheeling (1849) y el erigido también por Roebling sobre el río Ohio (1866). También fue célebre el puente de Clifton (1864) en Inglaterra. De acuerdo con un primer recuento, durante el siglo XIX, se construyeron unos 400 puentes, una gran mayoría entre 1825 y 1850. Varios de ellos aún permanecen en uso.

Lo cierto es que, mientras no aparezcan otras evidencias, Juan Francisco Sánchez Bárcena nunca mencionó la posibilidad de que el puente sobre el río San Agustín fuese del tipo colgante. Tampoco se conoce en qué momento se decidió asumir esta variante. Se desconoce si lo hizo el propio ingeniero mexicano o la empresa creada por Gabriel Faura Casanellas y Fernando Heydrich. Esta fue la que finalmente lo construyó, como parte del Acueducto de Burriel.

Vista del puente sobre el río San Agustín a inicios del siglo XX. Archivo del autor.

Se unió, en este caso, un puente de tubería con uno colgante, lo cual destaca el pensamiento innovador de quiénes lo diseñaron. Un puente de tubería, de hierro o acero, hormigón u otros materiales, permite tender una tubería sobre un río u otro obstáculo. Según la bibliografía especializada, pueden ser puentes colgantes debido al flujo constante de agua, petróleo u otros líquidos. También poseen una pasarela que facilita el mantenimiento y que, por razones de seguridad, no suele estar abierta al público. Esta característica también la cumplió el erigido sobre el cauce del río San Agustín.

Una de las imágenes más conocidas del puente sobre el río San Agustín a finales del siglo XIX. Archivo del autor.

En 1872 ya estaba construido el puente colgante sobre el río San Agustín. Esto demuestra que los nuevos concesionarios del acueducto de Matanzas tuvieron que volver al proyecto original concebido por Juan Francisco Sánchez Bárcena en 1860. Suya fue la idea, por tanto, aunque no lo construyó o no haya sido el puente acueducto o tubular pensado inicialmente, le corresponde la paternidad de la propuesta, revolucionaria en la Cuba de la época.

El puente colgante sobre el río San Agustín reúne varios méritos. Estuvo entre los primeros puentes de hierro, puentes de tubería y puentes colgantes de Cuba. En sí mismo fusionó todas estas características. Es, con un solo tramo de 62 de luz, la única estructura de cables aéreos colgantes que aún se conserva en el país. No fue el único, como se ha afirmado en ocasiones. Aún cumple la función de sostener un tramo de la tubería del acueducto matancero, pero ya por esta no circula agua desde 1987. Por tanto, hoy su interés es sólo patrimonial e histórico, lo que ha sido resaltado por varios medios de prensa en las últimas décadas.

Vista actual del puente sobre el río San Agustín. Foto tomada de Internet.

Desde hace varios años, un grupo de destacados ingenieros matanceros han llamado la atención sobre la necesidad imperiosa de ejecutar acciones de conservación sobre el puente de San Agustín. Maikel Pérez fue autor de una Propuesta de rehabilitación del puente colgante sobre el río San Agustín (2012), que fue su tesis para graduarse como ingeniero civil. Al año siguiente, Rolando Gámez, Luis R. González Arestuche y el propio Maikel Pérez, publicaron el artículo “Propuesta de rehabilitación y cambio de uso del Puente colgante sobre el río San Agustín” (2013), en la matancera Revista de Arquitectura e Ingeniería. “El puente de cables colgantes sobre el río San Agustín” (2018), es otro valioso trabajo sobre el tema, escrito por Luis R. González Arestuche y Ramón F. Recondo, con la colaboración de Martha Choong y Germán Chirino.

Vista actual del puente sobre el río San Agustín. Foto tomada de Internet.

A pesar de las alertas de estas  voces autorizadas, poco o nada se ha realizado dirigido al rescate y preservación del puente colgante sobre el río San Agustín. La bella obra matancera, que aumentaba los atractivos de la ciudad y asombraba a los viajeros, como la describió Joaquín Pedroso en 1901, corre serio peligro de desaparecer.

Vista actual del puente sobre el río San Agustín. Foto tomada de Internet.

http://www.cuba.cu/ciencia-y-tecnologia/2018-06-06/puente-colgante-del-siglo-xix-novedoso-y-olvidado-en-matanzas/41891

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