Herradura está prácticamente en silencio. Nadie en las calles. Por la casa de Leonor entran y salen los recuerdos del niño que decidió ser luchador. Sólo se escucha una señal de televisión…
Se dilata el inicio de lo que pudiese ser una final cualquiera, pero no lo es ¿Cómo iba a hacerlo si compite el mejor grequista de la historia?
Al fin salen de los túneles los protagonistas y el pecho se hincha de orgullo. Dos cubanos luchan por el oro de los 130 kilogramos en los Juegos Olímpicos de París 2024. El Campo de Marte francés se llena de ovaciones y reverencias hacia un dios que el Olimpo decidió que naciera en el Caribe.
Bartolo ‘trancó’ el agarre junto al gigante. Fijó el cuerpo del rival y haló por el desbalance. Todo el tiempo empujando hacia el círculo central en señal de imbatibilidad. No podía ser de otro modo.
Sólo ha perdido una pelea en seis Olimpiadas, 20 años invicto, 21 victorias, 109 puntos a favor. Yasmany Acosta tampoco sería rival para arrebatarle la seguridad con que este hombre regala alegrías a diestra y siniestra. Herradura comienza a despertar, y Cuba por momentos tiembla.
Otra vez esos ojos iluminados que levantan la emoción. Ningún otro humano ha podido emularlo. Sonríe y el tiempo se retira del recinto, sabiéndose este perdedor de una batalla desigual. Al centro del colchón van los botines que lo acompañaron en una de las hazañas más grandes de las que se escribirán jamás.
¿Y ahora qué me hago si ya no estará ondeando la bandera de Cuba en sus manos?¿Qué hacemos si ha terminado su carrera el mejor deportista de la historia de este país?¿Cómo volver a ver un combate de lucha greco y no esperar el título del ídolo pinareño? Hoy lloramos muchos con el himno, él, ni una lágrima por su mejilla.
Este es Mijaín López Núñez, el hijo de Bartolo y Leonor, el pentacampeón olímpico, el orgullo de un país, la leyenda mundial. Sólo eso…