Foto: Tomada de Prensa Latina.

En las gradas del Palmar

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Esteban tiene 12 años de edad. El día de su quinto onomástico recibió una pelota pálida de 108 costuras encarnadas en hilo rojo, y desde la fecha el béisbol lo acompaña como un talismán.

Esteban prefiere lanzar desde el box, aunque batea con las dos manos y sus entrenadores le auguran buen futuro en el cajón. Al chico le fascina escrutar lanzamientos y cavilar sobre cada tiro cuando entrena en la grama de un terreno baldío en su natal barrio matancero de Pueblo Nuevo.

Hace poco aprendió la historia de ese lugar. Conoció sobre hazañas fundadas al clamor de un bate y de hombres con nombres de estrella. Supo de Martín Dihígo, José de la Caridad Méndez, Orestes Miñoso, y de un tocayo suyo con apellido Bellán que disputó el primer juego de pelota organizado oficialmente en Cuba.

Desde sus inicios el Palmar acogió eventos de toda índole: actos circenses, peleas de gallos y torneos de lucha, sin perder su esencia beisbolera. Foto: Tomada de Facebook.

Languidecía 1874 y el 27 de diciembre aquel Esteban mozo calzó los arreos y defendió el cuarto madero del Habana Baseball Club ante un equipo local en el mítico partido. Amén del holgado marcador y polémicas sobre la primicia beisbolera, este es el más antiguo juego del que dan fe documental los periódicos y anotaciones de la época.

El desafío no fue más que el bautismo de un deporte incipiente que ya tenía más de una década de práctica, si bien ninguno de sus antecesores alcanzó el aura seminal de aquel legendario partido en los terrenos del Estadio Palmar de Junco. El escenario pervive hoy, amén de cambios estructurales, rodeado por el ajetreo citadino y el paso apresurado de sus habitantes.

En la Calzada de Esteban se erige el estadio Palmar de Junco, Monumento Nacional desde 1991. Foto: Ismael Francisco.

El béisbol y su templo

En la actualidad no existe en el mundo ningún estadio de esa época en activo como el Palmar, pues incluso el Cooperstown, en Nueva York, sólo alberga piezas museables, alejado de los ajetreos beisboleros para los que fue construido. El parque yumurino supera en edad a los centenarios.

Nuestro viejo estadio perdura estrechamente ligado a la historia y la cultura de la urbe. Sus añejos muros guardan la memoria viva de los aplausos a generaciones de peloteros. Poco más de cuatro años después del controversial juego, Miguel Faílde dio a conocer, en la propia ciudad, la creación del danzón. Desde entonces, y separadas a escasas cuadras de distancia, dos joyas culturales marcarían para siempre la historia de los matanceros.

El Palmar de Junco es el paralelo de Cuba al mito abrumado del pastizal de la villa de Cooperstown. La leyenda reinante lo enmarca en un tratamiento poético que evoca el nacionalismo e incluso, motivos bíblicos. El nombre actual pudiera ser el más prosaico de todos, mas solo quedó en el simple tributo al hombre que una vez poseyó los pastos.

Foto: Jean Fruth.

La pelota encontró en el Palmar a su fiel confesionario, al templo de impolutas jugadas o al contendiente de los años. En 400 pies de parcela, el béisbol venció al pensamiento metropolitano de los gacetilleros de la época, y estableció un sentimiento patrio capaz de fragmentar cualquier ápice de fútil regionalismo. “El juego americano” dejó de serlo y su espíritu vagó por suburbios y potreros de un archipiélago antillano.

El reverenciado parque de pelota, construido en el sitio para conmemorar el suceso, tiene la misma legitimación histórica que la estructura similar fundada en el neoyorquino Condado de Otsego. Pisar su césped resulta una cita directa con la tradición de un país. Por el home plate desfilaron icónicas figuras, mientras los jardines certificaron filigranas de fastuosos engarces.

Una constelación de estrellas en el Palmar

Wilfredo Sánchez jamás ha podido sustraerse a volver su mirada a ratos hacia el vetusto coloso devenido Monumento Nacional. El llamado “hombre hit de la pelota cubana” añora los trajines de pelotero y suscita el encuentro con la nostalgia beisbolera, pues “el Palmar es como nuestra semilla, que germinó y no se detendrá nunca”

En el Palmar de Junco se forman nuevas generaciones de peloteros. Autor: Archivo de JR.

Por la izquierda de su grama intentaron algún día guardar la historia del béisbol matancero. Ilusos aquellos que perdieron el tiempo en vanos esfuerzos: la historia no puede ni podrá nunca constreñirse a un frío espacio de estrechos metros. Aún así, continúa el legítimo reclamo de los matanceros por albergar la galería de inmortales de la pelota cubana en el histórico terreno.

Entre béisbol y cultura

De boca en boca ha perdido la función social por la cual se erigió desde 1840, cuando apenas era una comarca yerta para la práctica callejera. Llaman estadio al moderno Victoria de Girón, mientras de este lado del río San Juan quedó solo el Palmar. Quisiera pensar que el cambio lingüístico responde a un perenne respeto por las constelaciones que en cierta ocasión llenaron el tambaleante graderío, y no por la merma de identidad ante la presencia de su vecino de la Calzada Martín Dihígo.

Allí, el 27 de diciembre de 1874 se registró el primer juego oficial de beisbol en la Isla y fue además donde se celebró el primer encuentro internacional en la historia del béisbol cubano y latinoamericano. Foto: Tomada de Facebook.

Ni las quejas de sus conurbanos aristocráticos por la algarabía dominical, o los derrumbes provocados por el huracán de 1933, lograron la parcelación del terreno para construir viviendas. Dihígo recaudó fondos a crédito personal entre familiares y amigos tras los severos daños del vendaval, e impulsó su restauración con una tajante carta al Capitán General donde apuntaba que “(…) sería penoso perder nuestro único campo deportivo (…) Abrigo la esperanza de que el Palmar de Junco será siempre para jugar béisbol”.

El tiempo le daría la razón al Inmortal. Ciento cuarenta y siete años después, decenas de muchachos como Esteban desandan las arterias de Matanzas en busca de ese rincón. Armados de sueños y quimeras camufladas de jonrones, los bisoños resucitan la historia en las gradas del Palmar. (ALH)

Acerca Carlos Manuel Bernal López

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