Perder una final duele, y duele mucho. Pero perder un campeonato que has buscado por más de 10 años es pulverizador. El fanatismo analítico se quedará con la simpleza de decir que el Borussia Dortmund arrugó o que el Bayern Munich es gigante. Mas, nadie puede negar que esta historia es triste.
La fiesta amarilla tornó en pesadilla. Lo que estaba destinado a ser un día histórico de celebración pasó a uno trágico. El Dortmund sintió una parálisis desde el instante inicial hasta el final del día en el que podía proclamarse campeón de la monopolizada Bundesliga alemana.

El empate ante el Mainz 05, unido al gol postrero de Jamal Musiala en Colonia, dejaron al Dortmund sin título ante su afición, pese a que dependían de sí mismos. Bloqueo absoluto de los de Edin Terzic.
«And we will always be Borussia, there is never, never, another club…»pic.twitter.com/BqVju6QiG3
— Borussia Dortmund (@BlackYellow) May 27, 2023
Es triste la historia por el equipo, que año a año lucha contra la marea de Múnich y que hoy estuvo a minutos de conquistar la inmortalidad. Lo es por sus historias personales: la de Sébastian Haller que superó un cáncer y se vistió de héroe en el último tramo; la de Marco Reus que encarnó esa conocida leyenda del jugador que decidió ser más leal a los colores que a su propia vida. Hoy ambos sufren la amargura más grande, pero al menos les queda un recuerdo: la mejor hinchada del mundo.

Diez minutos después de terminado el partido, con el pasto cubierto de cuerpos abatidos, la muralla amarilla seguía alentando a sus guerreros. En otros tiempos, habría sido la inercia automática de una década de anhelos. Sin embargo, hoy fue el reconocimiento más puro y honrado al deber del hincha, ese que reza que sin importar cuándo, no cómo, ni dónde, hay que alentar siempre.

Hoy dieron la demostración final de lealtad. Y eso es quizás, triunfo moral aparte, la mejor lección que le dieron al mundo.
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