El trayecto por Contreras hasta la Plaza de la Vigía pareció sumamente corto en comparación con la espera del inicio de la función. Desde su altura el colosal edificio de estilo neoclásico observaba a los transeúntes matanceros acudir con prisas a sus instancias.
Con expectación, y sin hacer silencio, el público ingresaba al Teatro Sauto de la ciudad de Matanzas, Monumento Nacional. Los murmullos delataban la impresión de los presentes por el lugar y, con certeza, por el hecho que allí acontecería en pocos minutos.
Quizás, para muchos, esta marcaba su primera vez en el majestuoso teatro. Tal vez la compañía resultaba desconocida para algunos. O, a lo mejor, ninguno les era ajeno, pero ello no los detuvo de formar parte de la emoción del momento.
El ambiente captaba sin igual el sentimiento de una audiencia justo antes del inicio de una función: conversaciones en voz baja, miradas expectantes, suspiros de añoranza.
La luz, de repente, comenzó a descender en intensidad. ¡Silencio! Danza Espiral comenzaba a actuar.
El programa, ajustado por problemas técnicos con dos de sus bailarines, como explicó Liliam Padrón, incluía las presentaciones de Un hombre es así y Vida de Flora, inspirados en los poemas homónimos del destacado escritor y dramaturgo cardenense Virgilio Piñera, junto a Solo de piano y A las en punto, también pensadas a partir de las obras de dicho autor.
Subió el telón y cuatro jóvenes bailarines de la compañía narraron con su cuerpo el decursar de la mañana de cualquier cubano, acompañados por la lectura del poema A las en punto, en voz del actor Iván García.

Solo de piano generó singular admiración del público reunido, por los matices expuestos en dicho poema también interpretado por Iván García.
Enrique Leyva Brines, primer bailarín de la compañía, acaparó atención al ingresar al escenario en bicicleta y albornoz. Con especial maestría Leyva supo captar la esencia de Un hombre es así, poema que refleja las vulnerabilidades del sexo masculino y las peculiaridades, femeninas para algunos, que este alberga.

La música, en todo momento, marcaba el ritmo de un espectáculo cuidadosamente montado por Liliam Padrón y con el diseño del ya fallecido artista matancero Rolando Estévez Jordán. Desde piezas clásicas a ritmos populares, la mezcla sonora devino como anillo al dedo a la reposición de obras en honor al 110 aniversario del natalicio de Virgilio Piñera.
El momento cumbre de la noche, Vida de Flora, estuvo marcado por la excelente actuación del joven bailarín Christopher Andy Boulet y la locución del poema en voz del propio Piñera.
La obra, al igual que la puesta en escena de Danza Espiral, narra la vida de una mujer llamada Flora quien, por sus pies tan grandes, recibe críticas y malos tratos del resto de la sociedad. Christopher, intérprete de Flora por segunda vez, viste la piel de una fémina que lucha por ser aceptada y, más allá de eso, llevar una vida plena.

Bailes enfocados en los pies de los intérpretes, una danza con todos los bailarines de la compañía y momentos en solitario de Boulet en los que la desesperación de Flora resulta prácticamente palpable, mantuvieron al público en vilo, a la espera del siguiente paso y movimiento.
Luego de la escena del aparente final de la protagonista de los pies largos, un grupo de rumberos irrumpieron el escenario al ritmo de tambores. Bailarines, especialistas de iluminación, el público; todas las miradas sobre ellos y el toque de santo que devino cierre de la magnífica puesta en escena de Danza Espiral.
Los aplausos no demoraron en inundar el espacio y derribar el muro de silencio generado por el cierre del telón.
Una vez más, Danza Espiral complacía a su público. (ALH)